Prólogo

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Vuelta a la rutina otra vez. Levantarse, trabajar y dormir. 24 horas que se resumen en esas tres palabras. No es que me queje, mi vida aquí tiene más lujo que la de otros huérfanos, porque al menos yo cuento con algo de libertad.

Este es mi hogar. O al menos eso recuerdo des de que tengo uso de la memoria. A los dos años me dejaron aquí sin ni siquiera una nota que explicara la razón de mi abandono, eso es lo que dicen mis cuidadoras porque yo de ese día no recuerdo absolutamente nada, ni de los anteriores, es como si mis dos primeros años de vida se hubieran borrado de forma permanente de mi mente. Y por más que indago lo único con lo que me encuentro es con un extenso vacío, seguido de dolor de cabeza.

Así que este es mi hogar. Orfanato Highland, al norte de Inglaterra, incomunicado y alejado de la sociedad. Y lejos de ser un problema era más bien una ventaja pues el único ruido que molestaba era el de las ardillas comiendo nueces y avellanas en las copas de los árboles. Por lo demás todo era tranquilidad, paz y niños correteando arriba y abajo todo el día.

Pero cuándo el estrés y la presión son demasiados solo tengo que pensar que me queda un año para poder ser independiente, con 18 años, y irme del orfanato junto a Lexi, que en un resumen breve es la hermana pequeña que he adoptado en mi estancia aquí, ella fue el rayo de luz que iluminó mi soledad.

No era de extrañar que siendo la mayor de toda la casa no tenía a nadie con quién relacionarme, yo era la que se encargaba de los pequeños y aunque a veces resultaba agotador acababa siendo muy gratificante. Pero cuándo aquella pequeña con rizos dorados entro por la puerta con la cabeza gacha y los ojos aguados supe enseguida que tenía que protegerla, quede prendada de su inocencia y des de entonces no he podido alejarme de ella, incluso pedí que la trasladarán a mi cuarto.

- Aradia, recuerda que hoy tenemos visita - me recordó Elena, la única persona en la que me he permitido confiar aquí dentro.

La verdad es que nunca me habían adoptado porque sencillamente espantaba a las personas que venían con intención de ello. Sarcástica, borde, malhumorada, contestona no era lo que buscaban las pocas parejas que se atrevían a aparecer por allí. Además de que solían preferir adoptar a niños, no a una joven de 17 años.

Pero en ello nunca encontré un verdadero problema, veía como niños salían felices del orfanato con sus nuevas familias pero nunca sentí envidia por ello. El orfanato era mi familia; la única que había conocido y la única que no me había abandonado.

- Me portare bien, no es como si me tuvieras que leer la cartilla siempre que vienen a adoptar. Ya soy majorcita para eso. - le respondí indiferente.

-Ya claro, anda prepara a las pequeñas . Tienen que estar todas listas para cuando lleguen en la tarde.

Asentí con la cabeza y me fui ha arreglar a todas las pequeñas para que estuvieran presentables, si más bien iban más posibilidades tenían de ser adoptadas. Y aunque para mí eso no era importante para las pequeñas si, y tenía que dejarlas lo mejor que pudiera.

- ¡Hey Lexi! - sonreí dulce a la pequeña que jugaba con una muñeca de porcelana.

- ¡Aradia! - chilló con emoción.

- Esta tarde vienen unos señores y ahí que ponerse muy bonita. ¿Que vestido quieres ponerte?

- ¡Rosha!

- Pues el rosa será - le dije guiñándole un ojo y sacando del armario un vestido de ese color.

Después de lo que fueron 2 largas horas arreglando a los pequeños me puse a trabajar limpiando la cocina y preparando la comida. Al ser la mayor era una de las que tenía más responsabilidades.

- ¡A comer! - grité a todo pulmón.

- ¿Qué te he dicho de gritar así? - apareció la bruja de Rita.

- "Que no es de señoritas" - respondí con sorna.

- Exacto.

Rodé los ojos y espere a que el resto bajará. No éramos muchos, diez personas contándome a mí. Seis de ellas chicas y cuatro chicos.

Charlamos animadamente mientras comíamos. Al terminar como era costumbre lave los platos y seguidamente decidí irme a mi cuarto a echarme una siesta.

- ¡Despierta! ¡Aradia por el amor de Cristo! ¡Que están esperando! - escuchaba gritos impacientes detrás de la puerta.

- ¿Que hora es? - pregunté desorientada.

- Las siete. Abajo en 3 minutos. Ni más ni menos. - ordenó Elena con tono reprobatorio

Me levanté con pesadez y sin ni siquiera mirarme en el espejo baje. ¿Para qué? No es como si me fueran adoptar, básicamente bajaba para asegurarme de que no adoptarán a Lexi, lo que pensarán de mi me daba igual.

Antes de llegar al final de la escalera me paré en seco.

¿Dónde estaba la cámara oculta?

- ¿Des de cuando se le permite a niñatos adoptar? - enarqué una ceja.

Todas las miradas se centraron en mí, acabe de bajar las escaleras tranquilamente y me detuve unos segundos a observarlos. Eran cuatro chicos, uno más alto que el resto, piel pálida con ojos azules y pelo castaño. El que se encontraba a su derecha tenía los ojos verdes y el pelo rubio oscuro. El siguiente a este era pelirrojo con los ojos de un ámbar muy bonito. Y por último, un chico de pelo negro y ojos azul oscuro.

¿Como podían tener todos unos ojos tan bonitos? No era lícito.

- ¿Y tú eres ? - preguntó el pelirrojo con una sonrisa.

- A ti que te...

- Es Aradia, una de las huérfanas. - se apresuró a hablar Rita para ocultar mi actitud defensiva.

Me fije en las más pequeñas, todas estaban mirándoles intrigadas. Era cierto que aquellos cuatro chicos desprendían un aura muy misteriosa pero había algo que no me daba buena espina, algo gritaba "aléjate".

- Un gusto Aradia. - volvió a hablar el pelirrojo. De hecho era al único al que había escuchado decir palabra, los demás permanecían a su lado observándome curiosos. Excepto el pelinegro, ese parecía encontrar más interesante el cuadro de la pared. No le culpo.

- Me gustaría poder decir lo mismo. - me encogí de hombros.

- Estás muy a la defensiva, muñeca. - habló por primera vez el rubio.

- ¿Y eso te supone algún problema?

- ¡Ya basta, Aradia! - me reprendió Elena.

- Esta bien - alce los brazos en rendición.

- Bien. Espero que disculpen a la señorita por su falta de modales. Y si gustan empezaremos con las presentaciones. - habló Rita.- Niñas, preséntense.

- Una pequeña duda. ¿ Por qué sólo se presentan las niñas? - encaré a Elena.

- Cálmate por favor, han pedido exclusivamente adoptar a una niña.

- ¿Exclusivamente? Por favor. ¿Es que tan si quiera tienen edad para hacerlo?

Los cuatro se empezaron a reír como si acabará de contar un chiste. Pero decidí no hacerles caso y seguir con mi cometido.

- Contéstame, Elena.

- Si que tienen edad. Relájate.

- Lo haré cuando estos descerebrados se vayan de aquí - le susurre en el oído.

- Te hemos oído.

- Mejor - guiñe un ojo al pelinegro que era el que había hablado. - Ahora sin su permiso, me voy a retirar.

- Quieta ahí querida. Recuerda que si quieren a ti también te pueden adoptar. - hablo con sorna Rita.

Como la odio.

Los cuatro se miraron entre sí y después me miraron con una sonrisa un tanto escalofriante.

- Créeme por su bien no querrán hacerlo.

O eso esperaba.

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