El mito de Hilas.

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Jasón, en su viaje en busca del Vellocino de Oro, fue acompañado por varios héroes, entre ellos Hércules.

En este viaje, se llevó como escudero a un joven llamado Hilas, el héroe apreciaba bastante a este chico, cuya belleza era extraordinaria, y solía pedirle que lo acompañase siempre que podía, además de que también lo instruía en el uso del arco, el lanzamiento de disco y otras habilidades que él había adquirido durante su entrenamiento.

Hércules e Hilas se embarcaron con los Argonautas, llevaban tres días de viaje cuando el viento los llevó hasta un pequeño mar llamado Propontis, el viento empezó a detenerse y decidieron parar en tierra firme. El lugar donde atracaron era una isla llena de campos de flores y pantanos, con cañas y una vegetación variada. En la isla hacía un calor insoportable, por lo que decidieron descansar bajo la sombra de los árboles, ya que con aquel sol era una mala idea gastar sus fuerzas remando y esperarían a la noche.

A la hora de cenar, Hilas salió a buscar agua para Hércules. Después de un largo rato de búsqueda, encontró el ansiado líquido cristalino en un manantial tan grande que parecía un lago. Este era un lugar muy bello, tanto que había atraído a las ninfas que lo consideraban su hogar, estas habitaban en el fondo del manantial y aprovechaban las noches para bailar entre las flores que crecían alrededor del agua.

Hilas ignoraba la presencia de las ninfas, pero mientras obtenía el agua escuchó unas voces cristalinas que decían "baja con nosotras", las ninfas deseaban tenerlo con ellas, pues estaban admiradas ante su hermosura, el verde de sus vestiduras y el cordón de oro que las adornaba.

El muchacho estaba asomado sobre el manantial, intentando oír bien qué le decían las voces y de dónde procedían, cuando unas manos blancas y largas tiraron de él, haciéndolo caer al lago. Cada vez estaba más oscuro y Hércules comenzó a temer que algo malo le hubiese ocurrido al chico.

Hércules iba en dirección al manantial mientras gritaba del chico pero la única respuesta que recibió  era el eco de sus propias palabras, cuando llegó al lugar tuvo la impresión de que podía oír la voz de Hilas, pero sonaba tan lejana que en ningún momento se planteó que pudiese proceder del fondo del agua. Por eso, siguió buscando sin descanso al muchacho, desesperado y al borde de las lágrimas.

Llegada la medianoche, el viento empezó a soplar y los Argonautas decidieron aprovecharlo. Ya habían alzado las velas cuando uno de ellos se percató de que Hércules e Hilas no estaban, por lo que decidieron esperar. Esperaron mucho tiempo pero, finalmente, supusieron que habían abandonado la isla y se marcharon.

Mientras que, Hércules, por su parte, siguió recorriendo, sin descanso, el terreno que formaba la isla durante tres días y cada vez oía una débil respuesta de Hilas, pero nunca lograba encontrar el origen de esta. El héroe llegó a pensar que eran imaginaciones suyas, así que se dirigió al lugar al que iban los Argonautas a pie.

Hilas no sabía que Hércules se había marchado y siguió llamándolo durante muchas noches, su voz siguió sonando.

Tiempo después, unos caminantes vieron a una pequeña criatura, de apenas unos centímetros, junto al manantial, llevaba unas ropas de color verde con un cordón de oro, igual que el joven escudero. Pero, a pesar de su tamaño, su voz sonaba tan fuerte como si sus dimensiones fueran otras mayores. Mientras estos caminantes pasaban junto a él, la criatura seguía gritando, como llamando a alguien, a Hércules.


Imagen en multimedia: Hilas y las ninfas de Jonh William Waterhouse.

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