El mito de Atalanta.

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Atalanta era una joven cazadora con una agilidad prodigiosa, conocida por ser la corredora más veloz de su tiempo, que decidió consagrarse a la diosa de la caza, Artemisa, y permanecer virgen, sin casarse.

Aunque Atalanta estaba convencida de que estas palabras alejarían a los todos los molestos jóvenes interesados en ella, no se acobardaron y, para tristeza de la cazadora, pues en realidad era una persona sensible, mantenían su promesa y perdían la vida al intentar ganar la carrera.

Un día, un grupo de temerarios pretendientes decidieron probar suerte y eligieron a un muchacho, Hipómenes, como juez de la carrera. El chico se preguntaba porqué esos hombres tan valerosos estaban dispuestos a morir por conseguir la mano de una chica, todas las dudas que tenía este joven se disiparon en el momento en el que sus ojos se posaron en Atalanta,  quedó impresionado ante su gran belleza, tanto que la comparó con Hebe, diosa olímpica de la salud, de la juventud y sirviente de los dioses durante sus banquetes.

En el momento en el que Hipómenes dio la señal de salida, los jóvenes pretendientes y la joven cazadora empezaron a correr. Al salir a toda velocidad, a Hipómenes, Atalanta se le asemejó como una deliciosa brisa: capaz de ser brutal y a la vez tierna.

Atalanta demostró, una vez más, que su fama tenía fundamento, dejando pronto a los hombres atrás, esta ganó la carrera y los pretendientes fueron alejados del lugar, para encarar el duro destino que les deparaba por haber perdido la carrera. Fue entonces cuando Hipómenes pidió correr para intentar lograr la mano de la muchacha.

Atalanta escuchó su ruego y sintió una profunda tristeza, pues era un muchacho demasiado joven y amable para morir. Si por ella fuera, le hubiera dejado ganar para salvarlo de la muerte segura. No obstante, los espectadores la presionaron a prepararse para vencer a Hipómenes y ella había hecho una promesa.

Mientras tanto, el joven se encomendaba a la diosa del amor, Afrodita, pidiéndole que le otorgara velocidad para ganar dicha carrera y poder casarse con la joven. Afrodita, que ya había usado sus artes para enamorar a Hipómenes, se acercó al chico, sin ser vista, y le entregó tres manzanas de oro y le ofreció consejo.

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