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―Estás callada ―dijo Andra rompiendo el silencio en el que se encontraban.

Ambas estaban en la cama inmersas en la oscuridad, listas para dormir. Ella estaba allí tal y como siempre para asegurarse de que Camila estuviera bien. La miraba atentamente esperando algún comentario; siempre solía dárselos sobre su día o alguna idea que tuviera, pero esa noche Camila parecía muda. Ni idea de por qué.

―¿Te sientes mal?

―No, sólo... No tengo ganas de hablar ―murmuró Camila acariciándose el vientre donde Natalia seguía pateando sin control alguno.

―¿Sigues triste por él?

Natalia detuvo las patadas. Camila ni siquiera se giró a mirar a Andra recostada a su lado, sólo cerró los ojos, abatida pues así era y sabía la cara que su amiga pondría al decirlo. Alegaría que era estúpido sentirse así, que él no había más que demostrado que era un sinvergüenza que nada más estaba para ilusionar y utilizar; que ella era su juguete favorito y que no podía ser que siguiera soportándolo sólo por ser progenitor de Natalia, que ni un padre era pues no estaba ahí, nunca lo estuvo y evidentemente jamás lo estaría; porque no le importaban tanto como ella.

―Sabes que te amo, ¿No?

Camila se petrificó cuando Andra le tomó la mano. Ni siquiera se había percatado de lo cerca que estaba y de lo mucho que en realidad le incomodaba que ella estuviera allí a mitad de la noche, metida en su casa, en su cama y acariciándole de esa forma el vientre donde se encontraba su bebé.

Sentía que el corazón le palpitaba con fuerza. Se le iba a salir del pecho de la ansiedad y horror.

―No sé por qué sigues aferrada a él cuando yo he estado aquí todo el tiem...

―Tengo que mear ―la interrumpió Camila.

―¿Qué?

―Tengo que mear.

―¿Ahora? Fuiste hace como media hora.

―Y tengo que mear de nuevo. Permiso. ―Camila se levantó prácticamente de un salto de la cama y sin tardar un segundo, se encerró en el baño. Y lo hizo con llave.

Al verse a solas y encerrada en el lugar, Camila por fin soltó el aire que estaba conteniendo e intentó pensar, pero no sirvió de nada, pues no tenía la más mínima idea de qué hacer. Natalia empezó a patear con fuerza.

No odiaba a Andra, le caía bien, era su amiga, hasta estaba considerando hacerla co-madrina de Natalia junto a Laura; pero no la amaba, no de esa forma. ¿Y por qué no se lo decía y ya? ¿Por qué tenía miedo? No lo entendía. Estaba sola, asustada, adolorida y Natalia no dejaba de patear. Cielos, le estaba doliendo demasiado.

Camila tomó su teléfono y marcó a la primera persona que se le vino a la cabeza para pedir socorro.

―No sé qué hacer ―susurró temiendo que Andra la escuchara. Natalia seguía pateando―. Por favor, ayúdame.

Del otro lado de la línea, Laura miró a sus amigos quienes seguían en la entrada de la casa de Shawn intentando hacerlo razonar.

―Tengo miedo. Por favor, ayúdame. ―Camila lloraba agarrándose el vientre―. Sé que no quieres estar aquí, pero por favor ven y ayúdame.

«Duele, duele mucho. Duele demasiado. ¿Por qué no deja de doler?»

―Por favor, Lau, tengo miedo. Tengo mucho miedo.Por favor, ayúdame.

Capítulo 119.

Shawn dejó bien en claro que no habría forma de hacerlo cambiar de parecer. No importaba cuánto lo llamaran y gritaran, no pensaba salir de esa casa para estar con ella y hacerle daño. No pensaba lastimar a Camila nunca más.

M.Cabello (Shawmila)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora