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Con sus casi veintiséis años Shawn ya entendía que en la vida hay cosas buenas y malas y ya hasta tenía una clasificación mental para estas en su cabeza. ¿Qué caía en la caja de lo bueno? Salud, amor, confianza y lamentablemente dinero. ¿Cosas malas? Enfermedades, odio y muy mala suerte. Él sabía en qué caja poner cada cosa.

O eso creyó hasta que llegó al primer piso y oyó a Bryce chillar emocionado:

―¡Abuela Karen!

Y por supuesto que el niño salió corriendo lejos de su padre para saludar a sus abuelos en la entrada de la casa.

Shawn nunca sabía en qué caja poner a su familia.

Vio a su hijo saludar animadamente a sus abuelos a quienes Hailey trajo del aeropuerto esa misma mañana.

―¿Qué hacen aquí? ―les preguntó él.

―Oh, teníamos unos días libres y Hailey dijo que podíamos quedarnos ―dijo Manuel revolviendo el cabello de Bryce―. Por cierto, ¿Qué le estás dando de comer a este niño? Está más alto que cuando lo vimos la última vez.

Shawn sintió a Hailey llegar a su lado y entrelazar sus manos. Gesto que él correspondió dedicándole una sonrisa cerrada.

―Quería que fuera una sorpresa ―le dijo ella.

―Gracias. ―Shawn le besó la frente para luego volver la atención a sus padres.

Hailey sonrió encantada por al fin haber acertado en un gesto para Shawn. Sabía que su novio (sí, novio) no había podido ver a sus padres en casi todo un año por trabajo así que fue mucho más sencillo traerlos a ellos a él.

Sin duda alguna fue una buena decisión pues ahora veían a Bryce hablándole animadamente a la pareja; algo que ni con sus propios padres hacía así de exaltado. Con Karen y Manuel Bryce era mucho más extrovertido y parecía una persona totalmente diferente. Probablemente porque se sentía en sintonía con ellos. Más probablemente porque eran mucho más cálidos que sus padres y le generaban más confianza al pequeño, aunque a Shawn y Hailey les gustó creer que porque las terapias de Ashley por fin estaban funcionando.

―Ya, ya, ya, Bryce, espera, espera, no estés tan a tope con nosotros, acabamos de llegar. ―Se rio Manuel viendo al niño dar saltos emocionados con el regalo que le trajeron―. Ayúdame a desempacar para que podamos salir a jugar pronto con tu juguete nuevo.

Tal vez no sea necesario, pero aclararemos que Bryce, pese a amar Karen y Manuel, no tenía mucha relación con ellos. Principalmente porque solía relacionarse más con la familia de Hailey y por eso en sus pocas y poco duraderas visitas Los Mendes movían el mundo por el pequeño. Sin todos esos juegos y regalos, poco o nada le hubieran importado a Bryce pues, pese a su sintonía, al final del día eran básicamente extraños.

—Es igual a ti —dijo Karen mientras que el pequeño dormía profundamente en su cama después de pasarse la tarde entera persiguiendo el helicóptero a control remoto que le compró su abuelo―. Es precioso, Shawn. Es de verdad igual a ti.

―¿A mí? Es igual a Hailey.

―Por Dios, te lo digo, Bryce es un calco de ti.

Shawn sonrió pues no supo cómo más responder a lo que asumía, iba como halago. Se quedaron acompañando a Bryce por un rato más hasta que Manuel se apareció en la habitación y le hizo señas a su hijo para que lo siguiera y pudieran charlar un rato. Shawn se levantó de la cama y se despidió de su madre.

Pronto ambos se vieron en el patio trasero. Manuel sacó un cigarrillo.

―Perdón por sacarte del panorama, pero tengo que hablar contigo y si tu madre me ve fumando, me aniquila ―dijo Manuel revelando una cajetilla de cigarrillos y llevando una a su boca. Le ofreció una a Shawn que aceptó sin pensárselo ni medio segundo.

M.Cabello (Shawmila)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora