La respiración entrecortada de ella resonaba en sus oídos, la mano que descansaba en su hombro se apretaba con fuerza, como si temiera que escaparía. Pero su cuerpo solo se estremecía ante cada movimiento, beso y caricia que ella le prodigaba. No podía creer que después de tantos años, finalmente la tenía de nuevo entre sus brazos, que sus labios fueran libres para recorrer su piel, que sus manos pudieran explorar cada curva y punto que sabía que la hacía estremecer.
Ni siquiera pensó en lo incómoda que podía ser la pared; ella no se quejaba, solo gemía y jadeaba cada vez que sus labios se separaban. Se detuvo un momento y trató de recobrar el aliento.
«Esto está mal» pensó, pero ella lo volvía a besar y hacía que todo lo demás desapareciera.
Pasó su mano por detrás de su nuca y lo atrajo una vez más, pero él se resistió.
—No, espera, esto está mal.
Sus ojos verdes parecieron llenarse de lágrimas.
—Pero... —susurró ella al mirar hacia abajo, avergonzada—. Lo sé —balbuceó y puso su frente en la mandíbula de él.
Él suspiró y cerró los ojos con fuerza, sintiéndose un malnacido. No debió regresar a Berlín, no debió aceptar ser padrino... Pero entonces sintió sus labios dejar un beso en su mandíbula, y se estremeció. Ella no pareció escucharlo, se impulsó hacia arriba y volvió a capturar sus labios, haciéndolo perder el poco control que le quedaba.
La presionó con fuerza contra la pared de nuevo y llevó su mano por debajo de su falda para recorrer su muslo con lentitud. Ella jadeaba y hacía la cabeza hacia atrás, él se prendió de su cuello, sabiendo que no podía marcarla, pero... Los gemidos que soltaba con su nombre y la calidez de su respiración sobre su piel lo estaban volviendo loco.
—Bitte —rogó ella al presionar su mano en la cabeza de él hacia su cuello. Y su voz al hacer la petición fue tan sensual y excitante que no dudó en hacer a un lado la tela que estorbaba y unirse a ella en un movimiento.
El grito o gemido que hizo resonó con fuerza en el departamento, incluso había aventado la cabeza hacia atrás sin importarle el golpe que recibiría a causa de la pared; ambos respiraban con dificultad y él tragó con pesadez mientras ponía la cabeza en su hombro.
Después de unos segundos que parecieron durar una eternidad, donde ninguno quiso hacer movimiento alguno, ambos movieron su cabeza y se miraron a los ojos fijamente.
*Bitte: Por favor en alemán.
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Prohibido
RomanceElla le era prohibida, como la manzana que mordió Adán, como aquello santo que no se debe tocar. Pero la deseaba más que a la vida misma, y ella lo seducía. A una semana de su boda, todo se sale de control, la pasión los consume y caen en aquello qu...