SINOPSIS
Siempre la gente normal se pregunta, si hay vida después de la muerte.
Pero yo, no soy normal.
No, nenas.
Y por eso, yo me preguntaba.
Si hay vida, después de la vida?
Difícil, de entender?
Las entiendo y siento sus miradas raras.
Pero fáci...
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MEL
La puerta es tocada insistentemente, seguido del timbre.
Dejo a medias de cargar la lavadora con ropa que utilicé para ir al club para abrir la puerta.
Y Rodo entra sin darme tiempo a saludar.
Lo miro.
Porque está raro.
Es un manojo de nervios, mientras lo sigo con la mirada en como va hasta el centro de mi comedor.
Camina dando círculos muy pensativo y con las manos en la cadera, para luego detenerse y mirarme.
- ¿Pasa algo? – Le pregunto sin entender.
Y niega con la cabeza y respiro aliviada.
Pero dura un segundo, porque afirma, seguido de frotarse la cara con las manos.
- Si... - Larga luego con un bufido. - ...sí, sucede algo... - No me deja de mirar. - ...contigo... -Finaliza.
¿Eh?
Me cruzo de brazos.
- ¿Qué hice? - No tengo idea que ocurre y cientos de posibilidades rondan y flotan en mi mente.
- ¿Algo del trabajo? - Pregunto y niega.
Y estrecho mis ojos, ante la siguiente opción.
- ¿El neardental de Herónimo, le hizo algo a Van por mis consejos? - Digo entredientes y buscando mi móvil, para llamar a mi mejor amiga. - Juro que si descubro, que si le hizo una de sus pendej... - Vuelve a negar, deteniendo que la llame con una seña de su mano.
Dejo mi celular en la mesa con cara de pocos amigos.
No soy buena para juegos de adivinanzas y como diría el jefe.
La paciencia no me sobra.
- Es por ti y por mí... - Termina diciendo.
Y ahora sí, que comprendo menos.
- Necesito un trago. – Murmura como si eso le diera coraje a lo que sea que tiene que decir.
Inclino mi cabeza.
- Rodo, tu no bebes casi nada de alcohol... - Soy obvia y porque, conozco a mi mejor amigo más que nadie.
Y por eso, camino a mi cocina.
Abro el refri y vierto leche en un vaso que saco de una gaveta, continuo al frasco de cacao en una cuchara, para hacerle su bebida favorita.
- Tu trago... - Le extiendo el vaso de chocolatada, como si fuera un crío.
La acepta sin chistar y bebe casi la mitad del contenido, mientras vuelve a esos pasos entre sí y sobre su distancia como lugar, focalizando en mi persona otra vez.