Capítulo 3; La isla del fútbol.

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Trás 7 horas de vuelo incesables,el Jet italiano aterrizó en tierra firme, concretamente en el aeropuerto de Liocott. Estaba adolorida, el haber estado sentada todo el tiempo le había provocado un malestar en la espalda y en las caderas. Junto a 4 guardias fornidos y serios, Gianna salió del aeropuerto,apreciando a cada instante las maravillas de la Isla del fútbol como siempre había hecho.

ㅡAgh,me duele el trasero.ㅡDijo llevando su mano a este pero siendo detenida por el señor Matsuyama,quién negaba con la cabeza.ㅡ Cierto, los modales.

Llevaba puesta una camiseta blanca y ancha,que no llegaba a la altura de su ombligo. Acompañada de unos pantalones de chándal anchos del mismo color. Por si acaso y para no llamar la atención,se había puesto una gorra de visera color negro, y con la cabeza gacha se dirigió a la limusina negra que les esperaba en la salida. La jóven observaba maravillada como siempre las decenas de banderas de colores que ondeaban a causa del viento. Cada una de un país.

Los fanáticos llegaban a oleadas, y los que llevaban en el lugar más tiempo,esperaban a sus acompañantes.

Algunos la reconocieron, pero siendo intimidados por los de seguridad, se alejaron en seguida. Gianna seguía las órdenes de sus representantes en todo momento. Muy a su pesar tuvo que alejarse de un tenderete que había plantado en el medio de la plaza de los campeones, por que se había distraído riéndose de unas figuritas de acción de Angelo y Marco.

ㅡSeñorita Acqua, la esperan en la penthouse.ㅡ, Le había dicho el señor Matsuyama en un intento fallido de hablar inglés.

Ella solo asintió aguantando su risa de un mordisco en su lengua. Se metió en el largo coche de lujo y este arrancó cuándo tuvo la oportunidad.


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Hacía media hora que esperaba a las tres delanteras, respectivamente a las representantes de los países Italia, Japón y República coreana. Se sentó en el escritorio de la habitación que le había sido adjudicada, en el piso de arriba.

Sinceramente,le gustaba el aire lujoso que se daba en la casa de Worldstar.

Apartó de su visión un mechón de su pelo corto y pelirrojo. Sus dedos largos y finos se deslizaron por el teclado del ordenador de mesa que habían instalado solo para ella y sus investigaciones. Escuchó la puerta emitir un sonido y sin girarse a ver,dijo.

ㅡCharles, toca a la puerta cuándo vayas a entrar.ㅡ La pantalla del PC iluminó su cara y se volteó con un gesto serio.ㅡY si no quieres llamar la atención, hazlo bien. Se te ha visto por el reflejo y se te ha oído lo suficiente.

El anciano,un mayordomo inglés que había trabajado para la familia de Yvonne desde que Violette Chardin y Thierry Briand habían contraído matrimonio, rascó su cabeza libre de cabellos y sonrío bajo su moustache blanquecino.

ㅡPerdone,señorita Briand. Le apetecería un té con pastas? Són ya las 18:30 y no la he visto salir de sus aposentos.ㅡ La pelirroja abrió sus ojos y su boca a la par de que levantaba su muñeca para comprobar la hora en su reloj de muñeca.

¿Ya eran las seis y media? Se suponía que debían llegar a las cinco y media.

La impuntualidad era algo que a Yvonne le molestaba, demasiado.

Dió un chasquido de dedos y el ordenador,juntamente con la luz de su habitación,se apagaron.

ㅡCharles, saldremos a esperar a las recién llegadas. Podrías avisar a las cocineras de que empiezen a preparar la cena? Diga que seremos solo cuatro esta vez.ㅡ El mayordomo asintió y salió junto a la portera,mientras acomodaba el pañuelo blanco que sobresalía del bolsillo que poseía en el pecho del traje.

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