IX

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La mayoría de las niñas y señoritas pensarán que el amor y el romance deben rodearse de flores perfumadas, con una princesa a la espera de que su príncipe llegue en su busca para salvarla y dotarla de dicha y felicidad.

Sin embargo, ahí estaba yo, aventurándome en un acto poco elegante para salvar al joven Wight —mi pobre y encantador joven Wight— de las garras de una mujer que amenazaba su vida.

Siguiendo el plan del señor Mortimer, la señora Wight y yo nos adentramos a la mansión de Lady Arlington.

Según se nos explicó, Lady Arlington, en su afán por permanecer eterna, había convertido su cuerpo en uno de sus preciados inventos y poco quedaba en ella que pudiera considerarse humano. No obstante, ese poco se hallaba en su corazón.

El señor Mortimer se había hecho de una copia de la llave que permitía abrir esa carcasa que ahora era la dama para darle mantenimiento y me la entregó. Según sus conclusiones, si conseguía separar el corazón de Lady Arlington del esqueleto mecánico, seríamos capaces rescatar al joven Wight y detener sus actos delictivos.

Sin embargo, las cosas se torcieron un poco. 

Lady ArlingtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora