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En nuestra búsqueda de Lady Arlington, la señora Wight y yo nos separamos para escapar de un mayordomo. Así acabé dentro de un lugar oscuro y lleno de humedad; cuando mi vista se acostumbró a esto, divisé sombras de lo que parecían mesas y cuyo tacto era tibio y viscoso.

Pero no pasó mucho tiempo para que descubriera de qué se trataba.

En unos minutos, alguien más entró y la luz lo inundó todo. Estaba en lo que debía ser el taller donde Lady Arlington desarrollaba sus inventos y la persona que había entrado era ella misma.

Si no hubiera sido por la señora Wight, que vino en mi busca poco después acompañada por el señor Mortimer y armada de bocadillos, yo no estaría relatando esta historia.

Cuando al fin, luego de comida esparcida, aceite derramado y carbón hecho añicos, juntos logramos nuestro cometido. Encontramos al joven Wight en una de las mesas donde Lady Arlington lo había dejado sedado, listo para convertirse en su nuevo proyecto para traer de vuelta a Sir Arlington.

Si bien este no es el final que quisiera... Esperen, no es el final.

El joven Wight, ahora el señor Wight en toda regla, no me permitiría olvidar lo que ocurrió poco después, cuando él consiguió recuperar la consciencia a base de, entre otras cosas, unas buenas bofetadas de su madre y tiempo para que el sedante terminara su efecto.

Mi querido y amado señor Wight, viendo el peligro en que había estado su vida y la manera en que me uní a la encrucijada para salvarlo, por fin encontró el valor para pedir mi mano en matrimonio.

En cuanto a la señora Wight, se ofendería si no lo agrego, ahora es la señora Mortimer y el señor Mortimer le ha ayudado a dejar por fin su viejo amor por la bebida.

Ahora sí, si bien este no es el final que quisiera, lo cierto es que fue el mejor final que el destino podría habernos deparado. 

Lady ArlingtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora