XX

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Me miraste, con esos ojos profundos, y me dejaste sin aire.
«Emma ponme un nombre.»
Me sonreíste luego de esa petición, tus dientes ya no eran como los de un humano, tus colmillos sobresalían y el resto estaban puntiagudos.
En el momento en el que me quedé pensando en un nuevo nombre, te acercaste y me abrazaste. Me dijiste que no habías cambiado de alma, solo de cuerpo, entonces se me vino tu nuevo nombre a la mente.
«Azgradam»

Y así fue como desperté, con la sombra de lo que alguna vez fue, mi ángel guardián.
Y soñando desde ese entonces con un demonio a cambio.

El sueño de Emma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora