|Cap.4|Descubriendo parte de la verdad|

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Dejó de padecer dolor y de alguna u otra manera estaba en paz, con tranquilidad. Más bien, sentía como si algo que se retenía en su cuerpo explotaba liberándola de todo el mal y la dejaba ser libre. Como una oruga atrapada en su capullo, que después de un cierto tiempo lograba escapar para empezar a volar.

Quedó aturdida un momento, tumbada en el suelo, aunque no sentía el frío de éste. Unos segundos más tarde abrió los ojos para ver oscuridad, experimentó un déjà-vu al encontrarse en una habitación oscura, la cual obviamente no era suya. No sabía por qué parecía como si ya hubiera pasado exactamente eso, se sentía tan confusa y con miedo.

Y otra vez, escuchó esa voz hermosa y ronca, pero esta vez era más clara y se percibía la preocupación en el tono.

—¿Estás bien?

Y Camila pegó un salto quedándose sentada, para después arrastrarse en dirección hacia atrás y golpearse contra la pared. Fijó su vista al lugar de donde escuchó la voz y al ver a una chica, de más o menos su edad, su corazón dio un brinco y su cerebro sin embargo reaccionó de forma racional enviando una señal para gritar:

—¡No te acerques!

La chica veloz dio un paso atrás y acto seguido levantó las manos en señal de que "venía en paz". Parecía confundida, esto se mostraba gracias a su ceño levemente fruncido con las cejas enarcadas dándole forma de arco a sus cejas, sus hombros levemente alzados y su cabeza ligeramente inclinada.

—No te voy a hacer daño, no me tengas miedo, por favor.

La más asustada de las dos se arrastró hasta la esquina de la oscura habitación, como si eso pudiera evitar una catástrofe. Quiso resguardar su cabeza entre sus piernas, pero no lo hizo, necesitaba estar atenta a cualquier movimiento de la individua. Tembló, no sabía donde estaba y el porqué, no recordaba nada, no sabía quién era esa persona que estaba enfrente de ella, no sabía qué hacer. Eran tantos sentimientos y pensamientos negativos que la abrumaban y no podía hacer nada para detenerlos.

Pasó un largo tiempo, todo parecía paralizado puesto que la mujer enfrente de ella no se movía y ella misma tampoco, hasta que la muchacha se decidió mover con pasos lentos y decididos, demostrando que nada la haría cambiar de decisión con respecto a sus movimientos.

Aquella extraña se sentó a su lado, respetando su espacio sabiendo que una acción mal calculada sería mal recibida.

El silencio la hacía sentir muy incómoda, tal era la calma que podía escuchar un leve pitido a lo lejos flotando en el aire. Cansada de esa situación ladeó su cabeza en dirección a la otra mujer y no se sorprendió para nada que ésta misma estuviera observándola a ella. Pero no con curiosidad, ni con huroneo, más bien la observaba con culpabilidad, como si hubiera sido una de las mayores desgracias en su vida.

—¿Por qué me pareces tan familiar?Como si te hubiera visto antes —susurró Camila.

Y esos ojos verdes brillaron tan firmemente en la oscuridad que de algún modo, la asustó, y la mirada la cautivó. Eso la llevó a recordar a la mujer que aparecía a veces en su mente, era ella sin duda. Estaba segura.

—Escucha, ha sido mi culpa de que llegues hasta aquí, pero es muy complicado todo lo que conlleva mi error.

Su voz sonó ronca, lenta pero su mirada era inquietante. Pronunciaba cada palabra con sosiego y la observaba con paciente, enigmática e imperturbable indiferencia.

—Solucionaré esto y no volverás a saber nada más sobre mí en tu vida ¿Vale? —continuó.

—Específica "esto" y entenderé todo lo que me quieres decir.

Experimentos Fallidos|Camren Donde viven las historias. Descúbrelo ahora