Prólogo: Máscaras de niebla.

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Martes ajetreado perteneciente a la mitad de Julio, las heladas recorrían toda la ciudad amenazando, junto a las nubes, con la llegada de una gran tormenta digna de ser mencionada en las noticias como santo diluvio pues las ennegrecidas cumulonimbos se encontraban ya sobre todo el cielo y no dejaban rastro alguno del hermoso sol que tanto necesitaba. Allí me encontraba yo desayunando en la vieja cafetería de Rodríguez como todas las mañanas, su hija Iara me atendía tan dulcemente sin alterar su rutina.
—¿Cargado? —me preguntó con una sonrisa en la cara.
— Ya sabes la respuesta.
Esperé paciente ya que a pesar de llevar unos meses trabajado ahí aún tenía algunos problemas con la cafetera no obstante prepara las mejores medialunas rellenas de queso y la verdad se me hace un manjar muy simple y gratificante. Recibí mi bandeja ansioso de poder aliviar al estómago mientras observaba el asiento predilecto por mi persona. Tan bonito mi territorio frente al ventanal que ya me confirmaba las sospechas demostrando sobre el los primeros rastros de lloviznas, con entusiasmo me senté en la mullida silla e impacientemente tomé el cuchillo y corté esa delicia solo para ver como el queso desbordaba de forma lenta y calmada además de probar el café que poseía la amargura suficiente para contrarrestar el dulzor de su acompañante. Luego de darme el gusto del día comencé, como siempre, a meditar sobre los últimos casos en los que había participado, la mayoría me resultaban muy normales y rutinarios; drogas, estafas, y alguna colaboración en la oficina, nada que realmente destacara dentro de lo visto todos los días por la sociedad pero que contrariamente no debería verse así ya que todos me parecen crímenes gravísimos.
En plena meditación sonó, sin tardarse un segundo más que los otros días, la llamada entrante de Gómez para informarme sobre las novedades de la oficina y preguntarme, sin paciencia, en qué momento iba a aparecer en el trabajo.
—Damián, anoche asaltaron la joyería sobre la calle Uspallata.
—¿Sueño dorado? —respondí sobándome la cabeza.
—Esa misma, a veces me pregunto cómo tenés memoria para datos tan innecesarios
—La genialidad del audaz detective —declaré en tono burlón.
—Con la calma en que realizas tu vida no me sorprende ¿Cuándo piensas llegar? Estás veinte minutos tarde.
—Término de desayunar y voy para allá.
—Podrías levantarte más temprano y no hacerme dar estos dolores de cabeza —me dijo mientras colgaba el teléfono.
Así era el gran Gómez, tan exagerado como toda la vida, tanto que resultaba muy divertido. A continuación de la obra se acercaba Iara a conversar unos segundos conmigo, me sabía los hechos de memoria ya que la taimada rutina era demasiado exacta.
—¿Ya es hora de escuchar mi historia detective?
—Supongo que puedo permitirme unos momentos.
—Decime ¿Cuál ha sido el peor secuestro que has tratado?
—Hace unos años desapareció un hombre durante unos dos meses, el desgraciado simplemente salió a vacacionar a un lago para esfumarse en la misma nada.
—¿Y cómo sabes que fue un secuestro y no un suicidio?
—Una nota apareció en su auto que decía "Al completarse la segunda sonrisa de la luna, quedarán seis días en los que el oro se dejará ver sobre la sobresaliente roca".
—¿Eso tiene algún tipo de sentido?
—Debió tenerlo, pues a los dos meses de investigar e intentar analizar esta oración, el cuerpo apareció súbitamente en las orillas del lago nuevamente.
A la situación le siguió un silencio que me confirmaba haber calado en ella que reflexionaba rascándose la cabeza.
— No lo entiendo...
La miré con cariño y se me asomó una sonrisa de manera inconsciente la cual la hizo percatarse de mi plan.
—¿Me estas mintiendo? No tiene sentido —me acusó.
—¿Estás segura? Creí que confiabas en mí.
— Lo hago, pero es que no logro verlo.
—Quizás debas buscar otro punto de vista.
—Aun así...
—¿Cuál es mi primera regla? —pregunté abruptamente interrumpiendo su razonamiento.
—Mhhh, "Nunca hablar del trabajo" —respondió mientras me paraba y salía del lugar.
Atravesé el umbral para recibir un abrazo gélido, el frío era capaz de desgarrar la piel o eso parecía declarar mis manos que se escondían profundamente en los bolsillos de la gabardina al ritmo de un tiritar muy vivaz y mi aliento era claramente visible. "Menudo invierno" me quejé en mi mente entretanto me subía a mi vehículo, el viejo Renault Fuego, me enamoraba al verlo como el día en que lo compré con dieciocho recién cumplidos, rojo y con líneas negras era mi modesto vehículo el cual se había transformado en una parte más de mí, pero se encontraba algo maltratado, de la última vez le quedó una marca en el parabrisas muy pequeña pero molesta para mí, tanto que no dejé de mirarla durante todo el trayecto hasta la comisaría. El viejo edificio se transformó en mi segundo hogar con el paso de los años, era divertido pensar como pasé del calabozo a una oficina con el tiempo.
Ingresé al recinto algo apurado pues era consciente de la molestia que sería confrontar a Gómez a más me tardara en aparecer ante sus ojos, me acerqué a la amigable Sandra que atendía a los civiles en recepción nada más entrar, ella levantó la vista de los papeles que tenía sobre su escritorio como si fuera capaz de percibir mi energía tan "alegre" de ese momento.
—¡Buenos días! —dirigió su saludo con energía anormal para la hora en la que nos encontrábamos.
Los papeles sobre los que había estado posando toda su atención se veían algo interesantes, los tenía de vista contraria a la mía y se me dificultaba leerlos pero era capaz de distinguir extraños rayones de tinta negra sobre unos cuantos.
—¿Ey? ¿Estás bien? —insistió rápidamente.
—¿Eh? Ah, sí, sí, lo estoy.
—Hoy estas aún más raro que de costumbre.
—Perdona, aún no amanezco del todo —levanté un poco mis labios en una falsa sonrisa—. Pasaba a saludarte y ver cómo van las cosas por aquí.
—Pues la verdad está tranquilo, lo más que he tenido que llenar son formularios de disputas familiares.
—¿Por eso esos rayones?
—¿Cómo?
—Estos de acá. —levanté la mano lentamente para tocarlos con un dedo.
—¡No son nada! —los tomó apresuradamente apartándolos de mi vista— Solo ya sabes, divagaciones...
—Entiendo ¿Una carta de amor para el señor Delgado? —bromeé.
—¡¿Qué?!
—Nada, nada. Te dejo, tené un lindo medio día. —finalicé la conversación alejándome poco a poco.
—¡Espera Damián!
—¿Pasa algo?
—Hablando del señor Delgado...—se sonrojó mínimamente— Ehm ¡Ah, sí! Pidió que fueras a su oficina apenas llegaras.
—¿Yo? ¿Para?
—No lo sé, mejor andá.
Cambié mi dirección en ciento ochenta grados, dirigiéndome a la otra ala del edificio, para que Delgado me llamara debía ser muy importante, «Lo lamento Gómez, pero debo retrasarle», pensé aumentando ligeramente el paso. El sub-comisario Delgado era uno de los más importantes de la comisaría, es algo difícil de explicar pero Merlo posee un estilo de jerarquía algo diferente a los demás lugares. Existen tres complejos de comisarias importantes en Merlo que se dividen en dos sedes de cada complejo las cuales son administradas por un comisario estrella al cual le rinden cuentas dos comisarios y a estos mismos le rinden cuentas cuatro sub-comisarios. Quedando repartidos un comisario y dos sub-comisarios por edificio de forma equitativa, y a mí me estaba llamando nada más y nada menos que un sub-comisario. Que honor para un marginado de mi calaña, me burlaba de la situación mientras llegaba al lugar del encuentro imaginándome de que forma me echarían por fin ¿Había llegado el dichoso día? Con impaciencia por ser libre atravesé la puerta de su oficina y ahí estaba. Algo más joven que yo y con un porte muy intimidante para su edad, era un hombre frío pero justo muy amado por la gente de la gran Merlo, caso contrario a mí, se podría decir que somos como el agua y el aceite.
—Damián, te estaba esperando.
—Si, Sandra me lo mencionó.
—Es una buena chica, siempre está pendiente de mí. —suspiró sonriendo.
—Quizás espere algún tipo de recompensa. —reí.
—Es posible. —continuó mi broma.
—De todos modos, no te hice venir para hablar de mi vida privada. Te libero del caso de la joyería Sueño Dorado.
No pude evitar golpear la mesa delicada de caoba que se encontraba mil veces más limpia que mi propio escritorio.
—¡¿Qué?! ¡¿De nuevo?!
—No te precipites. —intentó calmarme.
—¿Pensas seguir teniéndome encerrado como un juguete? ¡Quiero trabajar de una vez!
—Los dueños del lugar no confían en nuestros servicios, han contratado a la agencia privada El Halcón Nocturno para encargarse y presentarán la denuncia una vez las cosas estén aclaradas —miró hacía el techo despreocupado—. Sin embargo tengo un nuevo caso para ustedes.
—¿En serio? Eso sí es una buena noticia. ¿Qué estilo de caso?
—Maltrato infantil.
Mi cuerpo tembló profundamente en cuanto pronunció esas palabras tabú para mí. No me veía capaz de llevar esa carga de nuevo. Y él se percató completamente de ello aunque como una muestra de su insensibilidad prosiguió.
—Una niña llamó alarmada sobre la madrugada al novecientos once casi llorando desde el complejo religioso para pacientes con enfermedades mentales. Ese loquero que posee la iglesia y trata de adornar con lindos títulos. —confesó.
— Alto, alto. Se de sobra que entendes la magnitud de este caso ¿Realmente me lo queres delegar a mí? —se me anudó la garganta.
—El Padre pidió a nuestro mejor detective asociado y se lo enviaré. Te estoy dando una oportunidad de limpiar tu nombre ¿La rechazas? —se burló de mí.
Entendí perfectamente el mensaje entre líneas, estaba siendo enviado como carne de cañón, esta era la jugada atrevida de los superiores para deshacerse de mí que estaba esperando hace años ¿Pero me estás diciendo que en serio van a usar una niña para terminar de hundirme? La idea se me hacía completamente macabra pero una cosa era segura, no confiaba para nada en mi éxito. Me hervía la sangre su postura de controlarme totalmente a la vez que mi cuerpo se seguía enfriando del pavor que me provocaba la idea, «¡No importa!» resonó en mi cabeza con un ánimo que no veía la luz en años, por más que la oportunidad es mínima, es una oportunidad y no pienso desaprovecharla, tal vez sea capaz de pagar mi deuda con la comunidad.
—Esta bien, si no queda... —vi como hacía un ademán con la mano, interrumpiéndome.
—Sabes que no me gusta la situación tanto como a ti, no finjas coraje, debes aceptar porque no queda otra opción. El comisario me delegó el trabajo con instrucciones específicas de dártelo a vos—frunció el ceño—. Solo pre visualiza la situación, si tenes éxito se regodeara de elogios. —hizo una pausa agravando el tono— Pero si fallas será el héroe que se deshizo de "El mayor error de la ley" y me echará a mí por negligencia. Sabes que no nos tiene buena estima.
—Lo entiendo, ¿Puedo proceder con el trabajo ahora?
—No, hay un pequeño percance.
—¿No es suficiente ya con la presión? ¿Qué percance?
—El sub-comisario Gutiérrez mandó a llamar a Gómez hace un rato.
—¿Justo él? ¿Para? —me rasqué la cabeza.
—Él te lo dirá, pero créeme que no te gustará nada.
—¿Eso es todo? Me retiro entonces. —dije parándome y abriendo la puerta.
—Una cosa más, agente. —me frenó una última vez— recordá quien es tu aliado y quien no, las paredes tienen un oído muy agudo.
Me estaba diciendo que me cuidara la espalda con mucho recelo, sabía que la llamada de Gutiérrez a Gómez era una mala señal. Todo se movía como una malandra tela de araña en la comisaría, eso se sabía, Delgado y Gutiérrez no congeniaba entre ellos y a su vez no congeniaban con el comisario Benedetto, se estaba librando una guerra fría entre los tres hacía años y siempre estuve atrapado justo en el medio. Realmente la idea no me atraía, sabía que terminaría siendo carne de cañón en esta situación pero se lo debía a Delgado ya que él había sido el único que se puso de mi lado durante mi gran incidente, si realmente conservaba un lugar a duras penas en este lugar era gracias a él, tenía qué aflojar mi orgullo y dejarme manejar como un títere en su juego. Volví de nuevo a la entrada y Sandra no se contuvo en frenarme.
—¿Todo bien?
—Si, ya podes dejar de preocuparte. Ya está completo tu recado.
—Eso me alegra. Por cierto, ¿Realmente estás bien?
—Si ¿Por qué?
—Me preocupas un poco.
—No te molestes.
—¿Podríamos cenar juntos esta noche?
—¿Qué acabo de decir? —le pregunté alejándome poco a poco.
—"No te molestes". —susurró en un tono decaído.
¿Estaba coqueteando conmigo? Creí que se sentía atraída por el sub-comisario, «Realmente no sirvo para entender a las mujeres», pensé mientras me acercaba a mi oficina. Divisé a un hombre parado frente a la puerta de la misma, pelo castaño, robusto y con una inquietud en todo el cuerpo que demostraba de brazos cruzados y un zapateo incesante de su pie izquierdo; el gran distintivo de Gómez quien al percibirme levantó la vista con una mueca terrorífica.
—Casi cuarenta minutos tarde. —se quejó.
—¿Desde cuándo los detectives tenemos horarios?
—En principio desde siempre, el madrugar es una muestra de educación.
— Entonces que mala educación de mi parte. —dije haciendo una reverencia.
Su reacción realmente me sorprendió, ya que me golpeó en la cabeza con cierta furia siendo la primera vez que Gómez demostraba un contacto agresivo hacia mí.
—Disculpa, realmente hay problemas.
—No importa ¿Qué sucede? —respondí recuperando mi postura.
—Será mejor que entremos.
Maldito el polvo que tenía que acompañarnos cada vez que ingresábamos aquí, esta habitación modesta con los dos escritorios y un gran archivador muy cerca de la puerta, además detestaba apoyar el culo en esas sillas tan incomodas por lo que no se podía decir que mi estado de ánimo era muy reconfortante si le sumas la pequeña contusión con la que estaba lidiando en ese momento.
—¿Es tan malo para tenerte así? —pregunté notando el nerviosismo en Gómez.
—Perdimos el caso de la joyería.
—Lo sé. —respondí secamente.
—¿Enserio?
—Si, larga historia.
—Vaya, y yo que esperaba un berrinche, eso acelera las cosas.
—Me informó de eso Delgado y me delegó un nuevo caso.
—¡¿Qué?! —una sonrisa se le escapó sin que pudiera controlarlo— ¿Es posible perderlo?
—Absolutamente no. El mencionó que habría un contratiempo antes de poder llevarlo a cabo.
—¿Qué clase de contratiempo?
—Me dijo que vos lo sabrías ¿Para qué te llamo Gutiérrez?
—Ah, se refería a esos. Verás... —golpes en la puerta lo interrumpieron súbitamente.
—¿Están ahí? —se escuchó la voz de Sandra del otro lado de la puerta.
—Si, ¿Qué pasa? —Preguntamos al unísono.
—Delgado se olvidó de darte la carpeta del caso, acá la tengo. —nos respondió con un tono lo más dulce posible.
Abrimos la puerta y me tendió la mano con la carpeta a mí, la tomé y con la otra mano me agarró de la gabardina acercándome a ella.
—Preocúpate más por vos mismo, me debes una cena. —me recriminó.
No me dio tiempo ni a analizar sus palabras que ya se había ido.
—Extraño. —replicó Gómez.
—Ni que lo digas. —suspiré.
Junto a mi compañero observamos la carpeta con algo de curiosidad, no era grande realmente, lo cual, detonaba más trabajo pues la falta de contenido demostraba una falta de pruebas y hechos preocupantes. Al abrirla contenía apenas unas pocas frases de informe además de la ficha con los datos reglamentarios de un caso. Observé la fecha y noté que apenas había sido ayer el incidente y lo demás era lo que yo ya sabía, pero lo que sorprendió de mala manera a Gómez, el lugar de los hechos, era "Campo Sagrado", la famosa institución religiosa de la que no esperaba algo más que un robo, pero mi vista se nubló y se me heló la sangre al leer el contenido por más que ya lo conocía, sin duda Gómez quedó más descompuesto que yo. "Sobre las veintiuna horas se realiza una llamada de aparente auxilio por parte de una de las internas menor de edad que fue asistida y una de las monjas que cumplía su horario respectivo en el recinto la acercó, junto a un oficial, a un hospital para realizar una revisión. Se encontraron moretones y señales de abusos pero no se notificó a dicha mujer por sospecha de complicidad, se devolvió a la niña con normalidad hasta nuevo aviso".
Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo pero aún pienso que Gómez fue el que se llevó la peor parte ya que tuvo que enterarse de esto sin contención alguna, con la horrible reacción que conlleva. El pobre se puso pálido al asimilar, no solo el hecho, si no lo que significaba nuestro error si es que cometíamos la falta de errar de alguna forma.
—¿Estás bien?
—No estoy muy seguro a decir verdad. —me confesó.
—De todos modos, quiero saber que pasó en tu reunión.
Mientras yo le decía esto, sacó de entre la carpeta una nota que tenía la letra de Sandra "Unos agentes están preparando la posibilidad de hablar con los encargados y temen que los dueños no los dejen pasar debido a ya sabes qué o que desaparezcan evidencia, es difícil tratar a la gente cuando se trata de ustedes. Incluso fue Delgado a hablar con el padre y prepararles el terreno, esperen unos días hasta nuevo aviso."
—Gutiérrez nos encargó algo pero no tan importante como esto. —rompió el silencio.
—¿Qué cosa?
— Tenemos ayudar a Inés en los archivos generales. —suspiró.
—¿Cómo que ayudar a Inés?
—Han desaparecido unos expedientes que son necesarios ahora y "quiere saber" si podíamos echar una mano. Sé que no es el procedimiento a seguir pero hay falta de personal.
—Pfff, por favor decime que entendes lo que pasa.
—Lo hago, pero aún considero que somos muy afortunados. No solo seguimos con trabajo, también nos han delegado un caso. —hizo una pausa suspirando— ¿Acaso todo esto no te alegra un poco?
—No debía terminar así. —susurré abriendo la puerta.
La situación no mejoraba en ningún momento, era el primer caso mínimamente importante en meses pero me aterraba la idea de que este fuera demasiado para nosotros ¿Buscaban deshacerse de nosotros por fin? El pasado no dejaba de perseguirnos. Mi paso calmado de hace unas horas había cambiado súbitamente en uno demasiado acelerado en dirección a los archivos, no tenía muchas ganas de hacerlo siendo sincero, ya que no soporto nada a Inés, creo que no existe persona más molesta en este edificio. Completamente irritante y burlesca, de pelo negro y unos lentes que solía acomodar cada vez que soltaba un insulto intentando herirme pero lo más fastidioso era su pose y como esos ojos verdes buscaban calar en mi interior. Comenzaba a enojarme de verdad a cada paso que me acercaba a la puerta, tanto que cometí el error de pegar un portazo al ingresar, no parecía gran problema hasta que vi que su escalera comenzaba a tambalearse; Gómez reaccionó de forma rápida, más que ella en gritar incluso, consiguiendo atraparla sin mayor daño que a su orgullo, daño el cual no podía dejar de esa manera a mi favor, por lo que, no me hizo esperar por un reproche.
—¡Estúpido! ¿Acaso queres matarme?
—Si fuera mi intensión, me hubiera esforzado más.
—¿Seguro no fue tu mejor esfuerzo? No me sorprende el fiasco que cargas, ¡Con lo brusco que eres no pueden llamarte detective! —gritó como cotorra.
En ocasiones más normales habría replicado con una piedra peor, no obstante, debido a la circunstancia, solo supe lanzarle una mirada de odio y cortar las formalidades que distinguían nuestra relación de las demás de raíz.
—Nos enviaron para ayudarte ¿Qué necesitas? —dije de forma fría y escueta.
Ella notó la molestia en mi mirada y de forma acertada supo volver al profesionalismo.
—Pues, ehmmm. —Produjo una pausa que me enfadaba aún más— ¿Recordás el caso de secuestro que sonó fuerte hace unos días?
—Si, me negaron la investigación.
—Bueno, no encuentro el expediente —me dijo tartamudeando un poco y sobándose la cabeza.
—¿Me estás jodiendo no?
—Ojalá...
—¿Y estas insinuando que no hay una fotocopia en serio?
—¡Bueno el caso es reciente! Se me pasó.
Me tapé un ojo con la mano demostrando mi frustración, esta situación era realmente ridícula.
—Niña ridícula... ¿Cuál era el nombre del acusado?
—Moreno, Diego.
Inés era realmente joven para nuestro ámbito pero hay que pensar que solo era una bibliotecaria con mayor sueldo, descuidada y bastante explosiva, esta chica disfrutaba de molestarme, pero el trabajo iba algo flojo por lo visto, aun así esto no le ocurriría ni siquiera a ella ¿Se buscaba encubrir algo? Fantaseaba mientras revisaba las pilas descuidadas de su escritorio. Pero todo aquello era un inmenso desastre, se veían hacia cualquier lado pilas y pilas de expedientes y libros varios llenos de reportes o cuentas financieras ¿Cómo era capaz de entenderse en todo aquel desorden? ¡Era una sorpresa que no hayan echado aún! Realmente no entendía a la chica para nada, pero si entendía que nos iba a llevar horas siquiera ordenar mínimamente.
—¿Recordás donde lo viste por última vez?
—Realmente no.
—Eso no me dice mucho.
—Bueno, soy humano no fuente de datos. —gimoteo.
—Intentá hacer memoria, ¿Qué estabas haciendo cuando desapareció?
—Yo no estaba cuando lo hizo.
—¿Cómo es eso posible?
—Mira, llegué hace un rato y Gutiérrez me mandó a llamar para pedirme ese expediente, parece que en una semana juzgan a ese infeliz y lo necesita para estar al pendiente de la situación pero cuando vine a buscarlo no estaba donde yo recuerdo haberlo dejado. Volví a hablar con el sobre el asunto y me gritó muy fuerte, realmente me asustó. La cosa es que me llamó incompetente, me amenazó con despedirme y me dijo que volviera a buscarlo, que enviaría ayuda y apareciste vos en mi puerta. Eso es todo.
Las horas pasaron y el maldito expediente no aparecía, se acercaba la hora de salida y Gómez se encontraba revisando las estanterías mientras yo seguía ojeando entre todo el lío del escritorio. Realmente no había indicio alguno del expediente de Moreno.
—¿Algo, Gómez?
—Problemas, creo.
—¿Qué pasa?
—No es el único expediente que falta...
—¡¿Qué?! —gritó Inés— ¡No puede ser!
—Pues eso se ve. —comenté tranquilo.
—¡Gracias Sherlock!
—¡Ey! No empiecen. —nos retó Gómez.
—Yo no hice nada.
—Cállate igual —insistió—. De todas formas terminamos, mejor dejémoslo por hoy.
—Ni siquiera hicimos un avance, tenemos el tiempo en contra. —dijo Inés dejándose caer sobre el escritorio.
Inés suspiró grandemente y metió su cara entre los codos acostándose en la mesa, la mueca un poco culposa y amigable de la morocha había mutado en desesperación y tristeza profunda, si había algo que la enorgullecía era su trabajo. Jóvenes, tan predecibles a veces. Le coloqué mi mano en el hombro acariciándola para intentar calmarla.
—Ha sido suficiente por hoy, aún hay tiempo, tranquila. —le dije.
Se paró lentamente y se dirigió hacia la puerta con el andar de un muerto.
—Espero que no te equivoques esta vez. —pronunció mientras atravesaba el umbral.
Noté la mirada fulminante de Gómez sobre la chica, realmente le afectaban esos tipos de comentarios hacia nosotros, pero más hacia mí. Pero no era el momento de pelear con esta chica y no iba a esforzarme por ella, mi trabajo también está en juego de una manera menos directa y ya estoy cansado de ser el títere de los corruptos de este edificio, obviamente no lo hacía por ella, de manera egoísta lo hacía por mí y más aún por mi compañero.
—Tranquilo, no es el momento —Intenté calmarlo—. Podemos con esto.
—¿Tenes un plan no?
—Podría decirse. Volvé a casa, ha sido demasiado por hoy.
El grandulón se retiró no sin antes recordarme que yo también debía retirarme, ¿Cómo osaba? Si yo fue el primero en fantasear con el cómodo asiento de mi Fuego durante todo el día. Ordené medianamente las cosas del escritorio de la niña para no dejar un desastre pero, más importante, doble varias esquinas de las hojas apiladas para percatarme de algún cambio en la próxima mañana. Debía hacerlo creíble así que las repartí un poco en pequeñas cantidades sobre todo la mesa, también pensé a meter algunas dentro de los cajones para medir que tan desesperado podría ser el posible intruso. En el momento de abrir el segundo a la derecha, una foto que se había deslizado hacia la rendija cayó al suelo quebrando el vidrio del marco. Había cometido una gran falta a la pobre así que me comprometí en mi mente a reponerlo, si, puedo ser muy infantil a veces, nos parecemos mucho y creo que por eso soy capaz de simpatizar con ella por más que sea un verdugo más que habla mal de nuestra carrera. Me acuclillé para tomarla y pude ver algo escrito del lado reverso, "Nunca olvidar" una extraña anotación para una foto, la mayoría de la gente suele aclarar la fecha y el lugar, pero al darla vuelta el corazón se me cayó al suelo, casi a la altura de la misma imagen del pasado, pues en ella se encontraba Inés con un niño hospitalizado en un deplorable estado.
A veces la vida cruel actúa a muy temprana edad y no parece tener algún tipo de balance realista pues lo bueno parece que nunca llegue, pensé con un gran suspiro recorriendo mis pulmones, yo sé lo que es un peso en mi espalda. Me erguí y me dispuse a irme de la comisaría, como era costumbre los civiles le habían lanzado algo a mi auto, al acercarme pudo distinguir con mi pobre nariz el desagradable olor de la yema de un huevo, esperaba un tomate podrido el día de hoy y lo había mentalizado por lo que esta sorpresa pudo descomponerme un poco aunque no se podía hacer nada, era el buen juicio popular. Viajé hasta una gasolinera un poco alejada de Merlo para que me permitieran lavar el auto, aproveché a cargar combustible y volví a casa finalmente luego de tantos contratiempos; el complejo de departamentos era tan deprimente como siempre, de un blanco retorcido y muy gastado por los años ya desde fuera te insinuaban que debías alejarte. Me alojo en el más pequeño del peor complejo ya que nadie me aceptaba el alojamiento hacía ya unos años, debía recurrir a personas que no tuvieran escrúpulo mayor que el dinero para todo, lo cual era molesto en gran medida porque me cansaba de tratar con ratas. La puerta algo destartalada y con la madera carcomida me daba la bienvenida de nuevo con todo su cariño, las losas del piso se encontraban horriblemente sucias pero no tenía las energías de trapear, por lo que me dirigí a la heladera y retiré una cerveza de su interior, miré fijamente el microondas lleno de grasa y el montón de platos que se encontraban en la pequeña mesada de ese pasillo que modestamente llamaba cocina.
Me dirigía a la cama cuando palpé mi bolsillo y recordé la foto, tuve que hacer un pequeño desvío y dirigirme a mi mueble con fotos viejas, se encontraban todas cubiertas de polvo y entre todas resaltaba una que se encontraba en marco de plata, «La foto de mamá» pensé con cariño, la tomé delicadamente y le pase el puño de la camisa para quitarle la suciedad, en ella se observaba a mi madre con una sonrisa junto a mí el día que me recibí en la academia, un yo más joven al menos. «Menos mal que no estás aquí para verme, al menos moriste creyendo en mí, lo que ya no muchos hacen. Lo lamento mamá, necesito el marco y me duele muchísimo verte, lo repondré cuando pueda, es un adiós momentáneo» le comuniqué sin decir una sola palabra mientras cambiaba las fotos entre sí. Dichosa mi cama que me llamaba tan fogosamente, estaba a punto de recostarme a dormir borracho de nuevo pero no iba a ser provechoso despertar con resaca al día siguiente, realmente necesitaba solucionar rápido el problema. Dejé el botellín a medio terminar, colgué mi gabardina en el perchero y me abrigué como pude con esas mantas viejas, el invierno estaba siendo cruel con mi humilde morada pero nimiedades tales como el frío no eran capaces de quitarme el sueño; por él alcohol o el cansancio los ojos me comenzaron a pesar al instante y como si estuviera cayendo en un coma poco a poco comencé a perder los sentidos. ¿Estaba durmiendo o me estaba muriendo? No me importaba mientras el silencio me invadiera.
La oscuridad me rodeaba y sólo era capaz de ver mis manos «Estoy soñando de nuevo» pensé visiblemente molesto, poco a poco el color invadió mi alrededor, las cosas se construían lentamente desde los cimientos, absolutamente todo, casas, autos e incluso las propias personas, estaba viendo pies a medio construir y huesos sobresaliendo de ellos, mi subconsciente es un artista con estas cosas. Detestaba volver siempre a ese maldito lugar, de pequeño lo odiaba por retenerme la mayoría de las horas del día y ahora lo odiaba por ser el reflejo de mi peor pecado, como un chiste de mal gusto, era demasiado cómico que el lugar de mis pesadillas fuera una escuela. Los pasillos se formaban a mí alrededor de nuevo, de vista deteriorada y todo con un asqueroso color oxido el cual se debía seguro a malas jugadas de mi cabeza; no estaba listo para ver eso de nuevo, no quería entrar ahí e intenté negarlo con todas mis fuerzas pero mi cuerpo simplemente se movía solo. Aborrezco esa imagen, los bancos volteados y desparramados por todo el salón, el piso cubierto de sangre, los cuerpos apilados debajo del pizarrón, el cadáver colgante del infeliz perpetuador y la frase "Eres muy lento" teñida en rojo carmesí sobre la propia, la vista que me tenía acostumbrado como recompensa el acostarme sobrio, la imagen era demasiado para mí de nuevo por lo que volví a despertar súbitamente todo transpirado, la respiración acelerada al ritmo de correr caminos junto a mi propio pulso, creí que esta vez no la contaba y el infarto por fin iba a cobrarse al marginado detective.
No obstante siempre tengo la desdichada suerte de volver en mí mismo y calmarme ante cualquier situación, no sé si tengo una mente muy fría o un corazón muy bipolar en ese sentido, intento tomarlo con un humor pero el estrés me estaba comiendo poco a poco. No tenía ganas ni de observar mi chiquero, así que, apresuradamente entré en la ducha y abrí bruscamente el agua caliente. Y si, como estúpido olvidé que estaba viviendo en pleno invierno, sin contar que mi calefón era de la peor calidad, el líquido helado me terminó de despertar con una sola sacudida mientras mi grito afeminado marcaba su presencia. El agua caía sobre mi espalda y en lo que me jabonaba me encontraba pensando sobre el sueño que había tenido. ¿Cómo podía asociar lo que había visto? O mi imaginación era muy basta o ya me estaba volviendo loco, de todos modos debía llegar al trabajo y conseguir una pista solida del paradero de esos malditos papeles, no podía seguir tanteando en lo oscuro; salí de la ducha con la intención de demostrar un poco de ánimo en la vida, pero ver el desorden en el que existía me bajó los humos de positivismo de un solo golpe, me vestí de pantalón negro y remera gris, bastante tradicional para mí, sin olvidar la querida gabardina y la foto que estaba debiendo sin que la dueña lo supiera. Algo decaído fui hacía mi auto aunque me frené en mí mismo para mirar el cielo que compartía color con mi remera, tan quieto y tranquilo, ni siquiera el sol se asomaba entre esas nubes que casi no se distinguía la separación entra una y otra, si bien el día anterior estaban amenazando con el diluvio finalmente como un niño cuando intenta alardear de sus habilidades, no había pasado nada, pero hoy estaban sobre nosotros, la lluvia era inminente y sin embargo no existía mejor clima para trabajar con tranquilidad, todo era tan hermoso que le dediqué un suspiro al viento aceptando el inicio de un día más.
Conduje despacio hacía la cafetería de Rodríguez, como todas las mañanas en esta ciudad se encontraba tan silencioso a las siete am, como un cementerio antiguo, tenía pavor de que apareciera un peatón de la nada como fantasma y lo atropellara irremediablemente. «Lo que menos necesito es otro incidente» sonó en mi cabeza sin mucho desdén. Era una madrugada mágica, la niebla cubría plácidamente las calles y obstruía la vista con delicadeza y el ambiente grisáceo invitaba a dormir profundamente y ojalá pudiera hacerlo pero tenía los minutos contados y estaba actuando a contra reloj en ese momento. Al llegar a mi establecimiento favorito toda la calma que estaba experimentando hasta ese momento se fue horriblemente. ¡Se encontraba cerrado! ¿Cómo osaban hacerme eso? Necesitaba ese amargo café, necesitaba calmar el hambre y más que nada necesitaba el trato pícaro y dulce de la joven Iara para sobrellevar el resto del día cargado de insultos y miradas acusadoras, me estaban hundiendo la vida. Subí de nuevo al Renault, completamente furioso ya que me quedé sin momento de paz por hoy, bueno, al menos iba a corroborar mis sospechas. Unos sesenta/setenta kilómetros por hora menguaron la espera de llegada a la comisaría; amo la potencia de mi bebé. Bajé de mi vehículo y ya no soportaba ni el propio frío que me rodeaba, seguro mi cara no se encontraba como lo amigable que mínimamente solía ser. Ingresé arrastrando los pies muy enojado y como siempre, por arte de caprichos de la vida me crucé a quien menos quería cruzarme. Ante mis ojos apareció el subcomisario Gutiérrez, ese gordo despreciable me hervía la sangre cada vez que lo veía. Con una campera térmica roja y negra desprendía todo su patético ''glamour'' como cada vez que me lo encontraba.
—¡Damián! —me gritó en un tono tan molesto— Acompáñame a mi oficina un segundo.
—¿Tiene que ser justo ahora?
—Cállate y obedece, fracasado.
Era demasiado molesto, desde su caminar tan soberbio, marcando muy exageradamente los pasos, hasta su aire de superioridad al dirigirse a los demás. Lo peor es que seguramente Gómez me iba a llamar la atención por culpa de este Woody Allen pasado de harina. Entramos y se sentó sobre su silla intentando imitar la gran escena de ''El Padrino'' pero no llegaba ni a parodia de lo penoso que era.
—¿Alguna vez has soñado con ver la otra cara de la luna? —comenzó a divagar.
No hubo respuesta de mi parte.
—Es algo imposible de ver para nosotros y siempre me causó curiosidad, pero no se le puede hacer nada. Hay cosas que solo puede ver un ojo.
— Andá al punto. —le dije de forma brusca.
—¿Cómo van con el trabajito que les asigné? —dijo con una sonrisa en el rostro.
—Te informo que soy detective, no Dora la exploradora. No tengo porque hacer los recados de la biblioteca. —me quejé.
— Sos detective ¡Bien dicho! ¿Entonces cuál es el problema? Es una desaparición. ¿Acaso no queres realizar tu trabajo? —me respondió a las carcajadas.
—¿Para esto me traes?
—¿Qué hay de malo en burlarme de un fracasado? Casi que me lo pedís a gritos. De cualquier forma, necesito que se apuren, quiero esos expedientes en mi escritorio para mañana.
No lo estaba ni escuchando, ponía música mental intentando escapar de tan molesto escenario, buscando salvación terminé analizando su escritorio y la habitación en general. Era sabido que Gutiérrez era abiertamente seguidor del esoterismo, su despacho era bastante inquietante en ese sentido. Un san, la muerte, se encontraba mirando hacia mí y realmente me ponía nervioso, tenía unos extraños cuadros colgados y algo llamó mi atención enormemente, colgado aunque muy escondido, se encontraba un grabado de madera de una estrella algo peculiar, se encontraba algo deformada como si estuviera doblada en arco, a mi vino directamente la imagen de mi sueño, eso comenzaba a darme serias sospechas de que aquí había gato encerrado. El seguía hablando como si estuviera atento a sus palabras pero se volvía imposible ignorarlo.
—En realidad el trabajo me lo delegó el Comisario pero realmente no tengo ganas de echarle una mano a esa bruja, Ese viejo al odiarme me hace realizar tareas ridículas, y como ustedes, los payasos de Merlo, no hacen nada más que mirarse las caras todo el día en esa oficina. Me pareció buena idea que aporte realmente algo de una vez a la comisaría. Al menos algo más que problemas.
No pude evitar molestarme con tal comentario, de forma instintiva lo tomé de la campera apretando todo lo posible.
—¿Muy macho no? A ver qué aportas vos, tanque de agua, no podes ni correr a un ladrón.
—¿Quién te creés? ¡Asesino! ¡Rajá de acá! —gritó ocultando la cara.
Lo solté y me dirigí hacia la puerta, haciendo caso omiso a las amenazas que me lanzaba de ''perder mi trabajo'' No se da cuenta de que tiene menos voz en este lugar que una vedet de farándula en un noticiero de CNN. Marcaba más lo pasos del enojo que me había causado y gracias a esto pude sentir como una de las baldosas del suelo se encontraba levantada en desnivel a las otras, algo que me pareció extraño pero por mi temperamento del momento ni siquiera me cuestioné. Cerré la puerta de un portazo y me dirigí hacia los expedientes a poder terminar con mi trabajo, no iba a permitir que me siguieran tratando como un niño, quería empezar a trabajar en mi caso asignado, el caso real, no la adivinanza de las cajas del cereal. Molesto me dirigí a los archivos y pasé, para su desgracia, por el puesto de Sandra.
—¡Buenos días!
Intenté hacer caso omiso y seguir de largo pero ella tomó mi gabardina de nuevo como el día anterior y me devolvió a donde estaba ella.
—¿Cómo se responde?
—Estoy ocupado Sandra.
—Esa no es la respuesta. —se cruzó de brazos.
—Buenos días...
—Mucho mejor, después ven cuando te desocupes.
—Mh, está bien.
No le estaba poniendo mucha atención pero parecía algo importante para ella, no perdía nada en darme una vuelta, pero no era momento para estas nimiedades, así que retome el curso hacia los archivos. Crucé la puerta y vi que Gómez e Inés ya se encontraban terminando de ordenar los papeles, lo cual era un alivio, en orden iba a ser mucho más rápida la búsqueda.
—¡Damián! Llegaste temprano. ¿Pasó algo?
—No importa, ponete a trabajar vago. —replicó la "dulce" Inés.
Realmente no me molestaba, necesitaba despejar la cabeza de la situación anterior y nada como el trabajo para distraerme. Cuando todo quedó mínimamente ordenado nos tomamos un pequeño descanso.
—Removimos cada papel y sigue sin aparecer. —suspiró Inés.
—Ya aparecerá, es cuestión de tiempo. —respondió Gómez.
Yo aún me sobaba la cabeza pensando cuando volví a tantear la gabardina y sentí el marco en mi bolsillo.
—Por cierto Inés. Necesito decirte algo.
—¿Qué?
—Vení, salgamos un momento. —dije abriendo la puerta.
Hizo el ademán de seguirme sin problemas, aunque mantenía una guardia muy alta, estaba preparada para golpearme en cualquier momento.
—¿Qué pasa?
—Ayer estaba acomodando las cosas de una manera de darme cuenta si alguien las tocaba en tu escritorio y rompí un marco sin querer.
—¡¿Qué hiciste qué?! —me gritó fuera de sí.
—Pero tranquila —metí la mano en mi bolsillo y se lo mostré—. Ya lo repuse.
Sin tardar un segundo me lo arrebató de las manos, ocultándolo en su pecho visiblemente avergonzada.
—¿Es tu familiar?
—Era mi hermano...
—Lo lamento, se ve tan joven.
—Es del día de mi graduación, de su último día...
Se veía fuertemente afectada y lo menos que quería era un trabajador menos en mi operación, impulsivamente la abracé y sus pequeños llantos frenaron en seco.
—Hagamos que se sienta orgulloso. —intente calmarla.
No hubo respuesta verbal, solo un ademán con la cabeza señalando un sí y un fuerte apretón en mi espalda sumado a un apego hacia mí. Volvimos a entrar a los archivos donde la primera imagen que vimos fue a un absorto Gómez sobándose la cabeza.
—Acérquense, miren todos estos lugares vacíos.
No se equivocaba, realmente faltaba casi la mitad del mueble.
—¿No es posible que hayan sido retirados para una investigación en específico? Sería algo muy normal. —cuestioné a Inés
—¿Para qué tipo de investigación sería necesario indagar a tantas personas? —me cuestionó Gómez.
—Buen punto.
No quería admitir que la situación gritaba corrupción a toda garganta, por algún descuido de la niña que los habría movido y no recuerda donde los había dejado mantuve mis esperanzas, ya que no sería la primera vez. Destacaba mucho esa estantería casi vacía y no pude despegar mis ojos de ella durante horas, situación que me hizo notar un papel sobresaliente de uno de los expedientes que se encontraban allí mismo.
—¿Y esto?
—No tengo idea. —respondió Inés absorta.
—Es obvio lo que ocurre acá, alguien está jugando con nosotros y nuestros puestos de trabajo. —suspiró Gómez
—No quiero sentirme importante, pero concuerdo. —asentí.
—¿Cómo? —preguntó Inés.
—¿Hiciste enojar a alguien, Inés?
—Mhhh, creo que algunas personas.
—Esa persona se saca a Inés de encima y nosotros somos alejados del caso que nos delegaron o nos echan. Es astuto. —declaró Gómez.
—Acá hay otro fragmento de papel. —dijo Inés.
Las siguientes horas que quedaron nos la pasamos retirando papelitos similares de diferentes expedientes hasta quedar seguros de no haber omitido ninguno, cada uno estaba rayado como si siguieran algún tipo de patrón oculto a la vista, al menos a simple vista pues Inés se tiró un rato intentando "acomodarlos" o mejor dicho, jugando con ellos. Sobre la mesa la pila de recortes creaba una pequeña montaña y nuestra amiga se agarraba los pelos de la cabeza intentando visualizar de alguna forma que querían decir, sin ninguna prisa tomé cada fragmento de hoja intentando darles algún significado y memorizándolos a la vez.
—No lo entiendo. —dije mientras reía.
—Es normal —suspiró Gómez—. Yo tampoco lo hago.
—Parece una mala broma. —Se quejó Inés.
—Ya, pero ahora sabemos que no están perdidos, alguien los retiró —comenté fugazmente—, es un avance.
—De hecho, ahora que lo mencionas, he estado pensando todo este tiempo en esa estantería. La falta de expedientes parece muy específicamente anormal. —respondió Gómez.
—Creo que tenes razón. —le siguió Inés— Puedo estar confundida pero quizás es... ¿Binario?
—¿Reconoces el Binario? —preguntamos absortos a la vez.
—Lo entiendo, lo estudié unos años, si intercambiamos los lugares vacíos por ceros y los llenos por unos, con tiempo podría traducirlo.
—No perdemos nada con intentarlo, bien pensado. —respondí.
—Te ayudo. —informó Gómez a quien le interesaban un poco de más esas cosas.
Las cosas empezaban a tomar un rumbo, así que, aproveché ese momento de dicha para escaparme y disculparme con Sandra, pero en el camino me crucé con Carmen, la secretaria del Comisario Benedetto. Creí que seguiría de largo, pero, al parecer, me buscaba a mí personalmente, se frenó frente a mí y me llamo la atención.
—Damián, necesito que me acompañes. —declaró.
—Está bien.
La seguí sin presentar resistencia, lo que menos necesitaba era más problemas y aún menos con el comisario. Nos dirigimos a la oficina del mismo pero antes frenamos en su oficina que antecedía a la de su jefe, nadie pasaba por esa puerta sin ser juzgado por su ojo de halcón. La mujer de una avanzada edad, diría que casi doblaba la mía, era fanática de los gatos, ya que poseía diferentes adornos de ellos, pero relucía una pequeña cajita con la forma de un gato boca arriba, si lo pensabas era incluso hasta tierno.
—¿Para qué me necesitas?
—Benedetto quiere discutir con vos, pero lo he persuadido de esperar unos días.
—¿Por qué?
—Creo que quiere encargarte otro trabajo y me enteré que ya estas ocupado con los expedientes mientras esperas por el caso de Campo Santo.
A esta mujer no se le escapaba un solo detalle, ni tan minúsculo como fuera, se rumoreaba que contaba con ojos en todos lados, una clase de manejadora de información, antes los ojos del comisario no se estaba nada, que problemático para que recaiga en una sola persona.
—¿Cómo avanza eso de todos modos?
—Supongo que bien, no temo en decir lo que estás pensando. Alguien se llevó los expedientes.
—Es una acusación fuerte joven, espero que tenga la forma de sustentarla. —carcajeó en mi cara.
—Aún no tengo culpable, pero si lo suficiente para asegurarlo.
—¿Y sospechosos? —arqueó los ojos centrando su mirada en mí.
—Nadie realmente.
—Yo dudaría de Gutiérrez, tengo entendido que discutieron hace un rato. Y se cuenta que la niña de recepción ¿Cómo se llama? ¿Sandra? Ha estado ingresando por las noches al lugar. ¿Delgado tendrá algo que ver?
No sabía de qué forma responderle a la vieja víbora, estaba incluso mil veces mejor informada que yo y encima se encontraba analizando cada gesto que produjera mi cuerpo, me encontraba en desventaja y con claro desconcierto.
—Pero tranquilo, volvé al trabajo y no creas en los cuentos de viejas, la gente suele decir eso. —rió aún más fuerte.
Me rebajé a seguirle la corriente y dejarme controlar de nuevo, así que lentamente me retiré despacio mientras la anciana balbuceaba algo que entendí a medias, me estaba alejando cada vez más cuando con una última bocanada soltó.
—¡Por cierto! Me encanta el clásico que conduces, creo que olvidaste ponerle la cubierta, recordá que la lluvia aún amenaza. ¡Buen día!
Esa señora realmente sabía cómo provocarme escalofríos, me dirigí rápidamente a la entrada a revisar la amenaza que acaban de hacerme, no podía creer que le hicieran daño a mi pobre auto. Estaba por atravesar el umbral cuando Sandra me frenó de un grito. Así que me volví a ver que necesitaba.
—¿Qué pasó?
—¿Cenamos esta noche?
—No creo que sea buen momento.
—Te venís a mi casa, no hay problema.
Carmen me había puesto tan paranoico que no podía creer en ella de más, sólo Gómez no es una serpiente de dos caras y tenía eso muy presente, pero quizás podía sacarle información.
—Está bien, voy después del trabajo.
—¡Perfecto! Nos vemos en la noche entonces.
Ni me molesté en devolver el saludo y salí toscamente empujando la puerta hacia el frío gélido. Mi auto se encontraba en perfectas condiciones y eso significó una bocanada de aire tranquilizador, de igual manera me acerqué a comprobar y pude ver un brillo tenue desde afuera, al ingresar se encontraba una llave con una "M" grabada, obra de la anciana seguramente, las sospechas no dejaban de crecer en todas direcciones. El sentimiento de estar siendo controlado como un niño no se iba, retumbaba en mi interior mientras ingresaba a los archivos incluso.
—¿Pudieron descifrarlo? —pregunté rápidamente.
—Hace tiempo ¿Dónde estabas? Nos estábamos empezando a preocupar. —respondió rápidamente mi fiel compañero.
—Dale vago, debemos avanzar. —respondió también la pequeña arpía.
—¿Qué se supone que dice?
—Es algo un poco trivial, pienso que no nos dejamos llevar.
—¿Qué es lo que dice Gómez? —insistí.
—Ey, tranquilo. "Debajo del último que se irá" ¿Lo ves? Es algo ridículo.
—Suena incluso hasta épico. —bromeo Inés.
—¿Eso nos deja sin pistas más que estos papeles?
—No, creo tener una nueva pista.
—¿Cuál? —preguntaron ambos sorprendidos.
—Deberías terminar aquí Inés, agradecemos tu apoyo pero esto ya se está saliendo algo de control. —me sinceré
—¿Qué? ¡No señor!
—Por favor, no sabés la magnitud de esto.
—Mi trabajo también peligra, los ayudaré hasta al final. —vociferó la terca.
—Dejá de gritar.
Debía aceptar que no me la sacaría de encima así como así y tenía la sospecha de entender la función de esa llave, así que quizás aún podía ser de ayuda, suspiré profundamente y les explique a ambos todo lo pasado con cada detalle que recordaba, e Inés culpó a Gutiérrez enseguida pero Gómez entendió lo delicado de la situación en la que estábamos metidos.
—¿Deberíamos patrullar por la noche? —preguntó Gómez.
—Es posible ¿Inés podés hacerlo esta noche?
—No veo el problema. —respondió sorprendiéndome, esperaba algún tipo de queja.
—De cualquier forma, hoy voy a cenar con Sandra e intentaré sacarle la mayor información posible si es que sabe algo.
—Hablando de ella, hace un rato vino buscándote, seguro cuando estabas con Carmen. —comentó Gómez.
—Si, ya la vi, me quería invitar.
—Bien, perfecto.
Terminamos de discutir, mientras las hora de salida se acercaba, Gómez fue el primero en irse junto a los papeles que habíamos encontrado por precaución, Inés estaba preparándose un café para aguantar en el cumplimiento de su designada cuando recordé que debía revisar el escritorio de la chica. Abrí los cajones con sumo cuidado esta vez para revisar los patrones de los papeles, pero no encontré nada inusual, nada hasta abrir el segundo donde apareció lo que parecía una extraña lupa entre ellos. «Nada parecido a algo que ya haya visto» pensé, pero definitivamente la habían dejado ahí para que la encontráramos. Parecía de bronce y el vidrio se veía algo dañado, si cumplía alguna función llevaba un tiempo largo sin ser capaz de hacerlo, tal vez le pertenecía a Inés pero era demasiado sospechoso, si así fuera ¿Por qué no estaba ayer mismo? Era muy estúpido pensar que era de ella, pero no perdía nada por preguntarle, estaba la fuerte posibilidad de que simplemente buscaran distraerme. Fui a su encuentro y se encontraba peleando con la cafetera ¿Es que ni siquiera puede cumplir 4 simples pasos?
—¿Qué estás haciendo?
—Se trabó el filtro. —respondió molesta.
—No debes ser tan brusca.
—¿Pasa algo? Esperaba que me dejaras tranquila el resto de la noche, tenes tu cita Romeo.
«Tan prepotente como siempre» dije entre mí.
—¿Esto es tuyo? —saqué la baratija del bolsillo.
—¿Creés que tendría tan mal gusto? —siguió siendo prepotente.
—Sólo era una duda. —me rasque la cabeza— Mantenete alerta, te veo en la mañana —concluí retirándome del lugar.
Para bien o mal ya tenía mi respuesta, todo esto era cada vez más vueltero y frustrante, ahora tenía una obligación y un feo adorno de escritorio en mi abrigo, el cual, no sabía dónde iba a terminar, me dirigí a mi auto mientras sentía como se me helaban hasta los tuétanos, el invierno no dejaba de castigarme a cada día que pasaba y hoy en especial era cruel, tanto que nadie había atacado al pobre Renault y aún se encontraba limpio para mi sorpresa. Pero mayor fue la sorpresa de escuchar unos extraños golpes en la parte de atrás, estaba a punto de inspeccionarlos cuando frenaron súbitamente, me encontraba apurado, así que, por el momento no iba a ser mi problema. «Hoy toca viaje largo, amigo» proyecté en mi mente muy desganado, era crucial comprobar que tan metida estaba Sandra en esto, pero no me terminaba de convencer lo "esencial" que era para la situación el que yo entrara en su casa, en fin, el viaje fue denso y tardado, me la pasé viendo los diferentes edificios que adornaban Merlo, una florería destacó en mi retrovisor, de un color rojo intenso la observé hasta que lentamente desapareció, sabía lo que se esperaba la vida de tan horrible coincidencia pero no pensaba ni por asomo llegar con flores a su casa, intenté distraerme repasando los posibles sospechosos de nuestro asunto. Gutiérrez con su prepotencia había llamado demasiado mi atención, su aire al hablar gritaba "No los vas a encontrar" se olía que quería echarme de la comisaría a leguas, pero no me terminaba de cerrar ¿Por qué los demás me estaban ayudando directa e indirectamente? La que más se había expuesto era Carmen pero ¿Con que fin? ¿Era su forma de decirme que ella no tenía nada que ver o que el comisario estaba expectante a lo que sucediera? Quizás quería cubrirse las espaldas o hasta incapacitarme de alguna forma, lo único deducible es que se encontraba en otro nivel y por más que tuviera pruebas contra ella no sería capaz de derribarla. Delgado no había tomado partido en la obra pero era obvio que la incriminación o expulsión de Gutiérrez lo beneficiaría y estaba el hecho de que Sandra estaba haciendo de su chivo expiatorio, o eso me había hecho creer la vieja secretaria, lo que presentaba otra posibilidad ¿Podría ser que Carmen buscara guiarme de alguna forma? Las preguntas no hacían más que aumentar y el auto ya se acercaba a mi destino. La casa de un color verde suave con un lindo jardín en la entrada destacaba por su cuidado, bajé del auto con un frío detonante para mi viejo cuerpo, me apresure a tocar la puerta y ella me abrió con una cálida bienvenida, me abrazó de forma abrupta lo cual me incomodó un poco pero fue muy reconfortante en el fondo.
—¿Por qué la tardanza? —se quejó.
—Debía encargarle unas cosas a Inés y ordenar todo.
—¿Aún no encuentran los expedientes?
—No, pero creo estar cerca.
—¿En serio? Eso me tranquiliza. —suspiró.
—¿Debí comprar algo?
—No, ya está todo listo. Voy un segundo al baño, ponte cómodo. —me dedicó una sonrisa.
Aproveché el momento para recorrer un poco el lugar, tenía unas fotografías muy graciosas de su niñez, una linda decoración rodeaba la casa, realmente había todo un mundo de diferencia con mi departamento, de la cocina se desprendía un muy agradable aroma pero su habitación captó mi atención, sobre la cama se encontraba un juego de ropa interior que me hizo mirar hacia otro lado, no se sabía en qué momento ella aparecería. Bajar la vista me hizo percatarme de un pico y martillo en el suelo, escondidos entre el armario y la pared, levanté el pico y le pasé mis dedos sobre la hoja, se encontraba con algo de arenisca y yeso, característico del interior de una pared. No le dediqué mucho tiempo pues escuché como jalaba la cadena por lo que rápidamente volví al comedor.
—Perdona la demora.
No respondí en el momento, aún pensaba en lo que acaba de ver, no se veía ningún rastro de remodelación por ningún lado. Ningún agujero, desprendimiento, ni siquiera un arreglo o pintura fresca.
—¿Damián?
—Si, si, perdona. Estoy algo distraído.
—Hace días que estas raro. ¿Seguro todo bien?
—Si, solamente estoy algo preocupado.
—Quedan unos pocos días para el plazo final ¿No?
—Y considerando que necesitan organizarse, debe estar como mínimo dos días antes del juicio. Lo que me da un total de tres días más.
—¿No te parece poco tiempo?
—No hay de otra, tampoco puedo estar quejándome.
Se produjo un silencio incomodo de unos pocos segundos.
—La comida ya está lista ¿Cenamos?
—Claro.
Sandra parecía distraída y fuera de sí, al igual que yo, pero no sabía que tan real era su supuesta timidez, solo pensaba en sus intenciones de víboras que la vieja cobra había depositado en mí flujo sanguíneo con esos colmillos verbales tan característicos. Trajo en una cacerola un estofado que se veía apetitoso, una comida ideal para el invierno, tenía un buen ojo para esas cosas. Mientras servía no pude resistir preguntar.
—¿Has remodelado alguna pared?
—No. ¿Por qué?
—Por nada, me pareció oler pintura fresca y se me hizo raro.
—Veo que la preocupación también está alterando tu nariz. —bromeó con una sonrisa.
—Será cosa del cansancio. —reí.
Confirmó ciegamente mi sospecha, pero no hacía más que crecer mi estado de alerta, de cualquier forma esperé a que ella probara bocado, suena de quisquilloso pero me encontraba a la defensiva, sopló un poco y tragó delicadamente, lo que me tranquilizó y lo probé de forma lenta, estaba exquisito.
—Serías una buena esposa.
—¿Vos crees? Estoy ocupada para esas cosas.
—¿Te gusta la arqueología? —cuestioné intentando excusar al pico.
—No realmente ¿Por qué? —comenzaba a incomodarla.
—Tenes un aire de intelectual algo peculiar, quería jugármela por alguna rama rara de la ciencia. —bromeé intentado ser persuasivo.
—¿Me estas llamando rara? Que atrevimiento. —dijo con gracia.
—Rara no, inusual. —crucé una pierna bajo la mesa.
—¿A si?
—Peculiar quizás es la palabra.
—¿Alguna vez viste la comisaría de noche? —cambió el tema súbitamente.
—¿Por fuera?
—Por dentro.
—No, la verdad no.
—Lastima, puede dar mucho miedo.
—¿Vos has estado ahí?
—Delgado a veces me ha encarga asegurarme de algo que olvidó en su oficina a altas horas de la noche. Para eso tengo un juego de llaves. —suspiró— Para luego equivocarse y terminar con alguna cosa aleatoria en mi escritorio, es molesto.
—¿Debe ser todo un trabajo no?
—Sí, además que no me gusta hurgar entre sus cosas, temo que el crea que tiene el derecho de hacer lo mismo.
—¿Por qué lo haría?
—Hay algo de atrayente en revisar el hábitat de una chica ¿No?
—No lo sé.
Parecía una historia bastante rara, no entendía sus intenciones y tampoco le creía.
—¿Has hablado con Carmen? —preguntó.
—Últimamente no, más de algún saludo ¿Por qué?
—Esa mujer me asusta a veces, parece muy controladora y algo me dice que no se inmuta en engañar a la gente. —dijo arqueando la ceja.
—Es posible, es la secretaria del comisario. Debe adelantarse a los demás. —reflexioné.
¿Estaba cubriendo su espalda o intentaba medirme? La cena prosiguió en un silencio cada pocas interrupciones para hablar de cosas triviales. La comida era muy disfrutable pero como todo debía terminar, cuando concluimos la cena hice el ademán de retirarme.
—Ha sido un lindo momento.
—Me lo debías.
—¿Segura?
—Si, lo estoy. Debería darse más seguido. —sugirió.
—¿Querés aguantarme continuamente?
—No veo el problema con eso. Quisiera hacerlo más, pero parece que otras personas te demandan. —se quejó.
—¿Otras personas?
—Se habla mucho de vos y esa niña. —Hizo una pausa— ¡¿No serás de esos degenerados?!—agregó alarmada.
—Tranquila, ni siquiera congeniamos. —contesté agobiado.
En sus ojos podía ver algo de alivio al yo pronunciar esas palabras y de no encontrarme en guardia me hubiera resultado hasta tierno, fue como un golpe de nostalgia a los buenos años. En mi momento de descuido ella aprovechó para acercarse lentamente, con una pícara intención, se aventuraba a encontrar ese final feliz como si una olla de oro se tratase. Pero mis duendes se negaron rotundamente, lo que menos necesitaba era verme implicado sexualmente con un sospechoso, demasiado mal ya se encontraba mi imagen.
—Bueno, debo retirarme. —la frene abruptamente esperando no arrepentirme luego.
—Tené un buen viaje y mira bien mientras conduces. —dijo en un tono dulce.
Nada se me había aclarado, pero no dejaba de dudar de ella y había cosas que no habían hecho más que aumentar mis sospechas, «¿El hábitat de una chica? Mh», no pude evitar preguntarme, había algo de raro en esas palabras. No podía hacer más nada por el momento, me dirigí a casa rápidamente para terminar el día.
Al llegar ni me molesté por el estado del lugar, pase directo a la cama sin siquiera desvestirme, y por mi maldita sobriedad la cabeza me iba a jugar una mala pasada. La misma pesadilla se repitió, grotesca y burda como siempre pero por alguna razón mis ojos comenzaron a pesar enormemente y se me hizo imposible evitar el pestañeo forzoso. Cuando fui capaz de abrir los ojos de nuevo me encontraba en la comisaria, en la oficina receptora de Sandra, el hábitat de una chica estaba siendo invadido, no era extraño en mí el romper esquemas ajenos, no obstante aún me molestaba algo, inconscientemente metí las manos en mis bolsillos y allí estaban los papeles con marcas de Inés; no sabía que hacían ahí ni mucho menos de qué forma me iban a ser útiles pero ni siquiera tuve tiempo de cuestionarme las nimiedades de un sueño ya que seguí mi tarea ubicándolos sobre el escritorio del profesor como si entendiera perfectamente el patrón, poco a poco con un orden taimado y metódico cada fragmento hasta que fui capaz de verlo, los fragmentos formaban una estrella de pentagrama. Al momento de estar completo quedé absorto e intente darle algún significado pero no pude, los gritos que despegó esa hoja me destruyeron por completo, no fui capaz ni de analizar las cosas, pues un horrible pinchazo en mi costado me despertó con mayor exactitud que un reloj despertador, el maldito suvenir con pintas egipcias me estaba matando las costillas.
Me sacudí el pelo y me dirigí al baño a lavarme la cara para terminar de amanecer, tenía que comprobar si la intuición de mi pesadilla era correcta. No hacía más que marearme conforme avanzaba el tiempo. Con flojera me acomode la ropa y salí a la calle, la mañana se encontraba helada y quieta, acompañada de una suave niebla pero a la cual ya me había acostumbrado con los años. Esta vez me quedaba sin desayuno otra vez, debía ver cómo había pasado la noche Inés. Por lo que conduje directamente hacia la comisaría. Durante el viaje me puse a recapitular lo que tenía hasta ahora, una extraña frase, un manojo de papeles y un extraño lente, no era mucho pero peor es nada decían los viejos de mi barrio, "El último que se irá" repetí varias veces, tenía toda la pinta de esas cosas del esoterismo que le gustaban a Gutiérrez, me parecían grandes falacias, pero él estaba loco perdido por esos trucos de magia. Algún simbolismo tenía que haber de por medio, todo lo incriminaba. Al llegar, Sandra me saludó con la mano y devolví amablemente el saludo pero no me acerqué, no buscaba distracción alguna, así que, con paso acelerado, me dirigí a los archivos. Me encontré a Inés durmiendo sobre el escritorio en un sueño profundo, no podía culparla, a nadie le sienta bien el no dormir después de estar recogiendo papeles todo el día. Me acerqué lentamente y le apreté un hombro, como esperaba no hubo reacción de su parte. Con algo de molestia me acerqué lentamente a sus oídos y aplaudí lo más fuerte que me permitieron mis manos, al principio no parecía funcionar pero poco a poco su cuerpo fue reaccionando al molesto ruido hasta que finalmente, con sorpresa, despertó de manera agresiva.
—¡¿Qué haces?!
—¡Buenos días! —le dije con falsa alegría.
Realmente no se lo tomó de la mejor manera ya que me dedicó una fuerte patada, incluso cuando estaba haciendo amable. Sacó su teléfono de su bolsillo y miró la hora.
—¿Por qué llegaste tan temprano? Aún ni llega Gómez. —declaró aparentemente sorprendida.
—Quería corroborar algo. ¿Cómo ha estado la noche?
—Tranquilo, nadie entró en ningún momento. Cuando vi que llegaba Carmen afloje un poco los ojos. ¿Esa mujer nunca duerme?
— No lo sé, pero apostaría a que no lo hace. —suspiré.
—¿Descubriste algo de tu cita?
—Comportamiento extraño a montones. Pero nada destacable.
—Estamos perdiendo el tiempo. —se quejó.
—No seas negativa, esperemos que Gómez llegue con los papeles, tengo una idea en mente.
—Mientras eso hacemos ¿Podes traerme un café? Estoy muerta.
Ahora resultaba que también era su sirviente, esta chica se tenía mucha autoestima. Pero sí que se veía cansada, estaba aportando todo de sí para arreglar esto, lo que me dejaba claro que no podía dudar de ella, al final parecía una despistada realmente, no creí que fuera posible pero no había otra explicación. A paso lento me dirigí a la puerta solo para darme la vuelta y verla dormitando de nuevo, podía tardarme un poco así que me acerqué un momento a la oficina de Gutiérrez para poder confirmar que la estrella que había soñado era la misma que recordaba haber visto en su oficina. Para mi fortuna él no había llegado y la puerta se encontraba cerrada, lo bueno era que el vidrio de su puerta me dejaba ver el interior mínimamente nítido. No existía ninguna duda, si no me equivocaba con los papeles, era exactamente la misma estrella deformada.
—¿Qué estas observando? —escuché desde mi espalda.
Rápidamente me giré para encontrarme con una cara que no había visto en estos días.
—Hola Huguito. —respondí algo asustado.
Huguito era un íntimo amigo de Gutiérrez, habían cursado la academia juntos y parecían uña y carne ambos. Pero llevaba ya un tiempo sin verlo, por lo que más sorpresa me causaba verlo justo detrás de mí.
—Cuanto tiempo sin verte ¿Te transfirieron?
—Si, al otro distrito, Damián.
—Es una pena, extraño bromear con vos por acá.
Por más que me encontraba en una posición desfavorable sabía que Huguito no armaría un escándalo, de todos los que podían estar husmeando tenía suerte de ser yo mismo, pues él era el único además de Gómez que podía considerar un amigo, lo cual es irónico, hay mucha ironía que el mejor amigo de una persona que detesto tanto sea un buen colega para mí.
—¿Qué problema ha generado Osvaldo ahora?
—Ninguno, tranquilo, solo me pareció ver una extraña estrella ahí adentro.
—¿Estrella?
—Si, ya sabes, de esas cosas esotéricas que él tiene. Y como los vidrios acá están tan opacos no lograba distinguirla bien.
—Entiendo. —contestó aliviado.
—De todas formas ¿Qué te trae por acá?
—Osvaldo me tiene algo preocupado, últimamente está extraño.
— ¿En serio? Me apeno por él.
—Pero veo que no ha llegado aún. ¿Escuchaste la nueva mala noticia?
—¿Nueva?
—Acabo de escuchar a Carmen gritando a todo volumen.
—¿Por qué?
—Parece que faltan ingresos de la tesorería, alguien puede estar robándolos.
—No puede ser ¿Seguro?
—No mucho, es lo que las empleadas de limpieza cuchicheaban y la propia Carmen no dijo nada de eso, simplemente gritaba insultos a diestra y siniestra. Parecía discutir con alguien pero no dejó que su voz se oyera.
—Eso es lo último que necesitamos en estos momentos.
—Pero no lo sé. En fin, te dejo. Vine a buscar a Osvaldo estos últimos dos días pero simplemente no hemos coincidido al parecer.
—No te preocupes, seguro hoy lo ves. Tené un buen día.
Huguito se terminó de despedir y pronto lo perdí de vista en dirección a la puerta, parecía algo afligido por su compadre, pero nada podía hacer para ayudarlo, de cualquier forma me dirigí a la cocina para hacerle un café a nuestra guardia nocturna. Recorrí los pasillos hasta llegar al lugar y cuando abrí la puerta me encontré, sorpresivamente, a Carmen frente a la cafetera.
—¿Está bien señora?
—Oh —se volteó—. Es temprano para verte por aquí ¿Vos también escuchaste mi escandalo?
—Por desgracia no, pero las voces se corren rápido aquí.
—Es un alivio. —sonrió.
—¿Así qué han desaparecido fondos de tesorería?
—Veo que te informas bien, es una pena, el techo de esta pobre ancianita se llueve y los malvados jóvenes no permiten que lo reparen. —buscó que me compadeciera de ella.
—Suena como uno de los actos más crueles posibles.
— Aunque una piscina para el verano no vendría mal —se rió a carcajadas—. Se vale soñar.
Sentía que estaba jugando conmigo y podía ser una fuerte sospechosa del robo. Lástima que no era el asunto que debía resolver, pero estar frente a frente a una persona la cual ambos sabíamos que estaba a un mayor nivel que yo, no pude evitar divagar sobre la pista que más confundido me tenía.
—¿Usted sabe binario señora?
—Un poco, durante mi juventud en la academia nos hacían estudiarlo, era moderno para entonces. Pero creo que solo soy capaz de escribirte un "Hola" a duras penas.
—Me imagino que es complicado, siempre me llamó la atención como esas cosas pueden ser usadas para complicar más que para ayudar.
—Lo sé, puede ser algo molesto.
—¿Usted es de descendencia mexicana señora?
—¿Por qué lo preguntas?
—Siempre tuve esa duda, usted tiene un aire a los mexicanos que resulta atractivo. —bromeé.
—Pues no te equivocas jovencito, mi madre era mexicana.
—¿Usted mantiene sus costumbres? Me parece una cultura fascinante.
—Si, mantengo las tradiciones de Mamá.
—¿Puedo preguntarlo algo?
—Dígame, joven.
—¿Quién es el último que se irá?
—La calaca, joven, la calaca.
Eso me dejó aún más confuso de lo que ya estaba.
—¿La muerte señora?
—Claro. ¿Es importante para vos? —me cuestionó algo desconfiada.
—No realmente, solo lo leí en un libro de leyendas del lugar y no lo terminaba de entender.
—Ya veo, espero haberte ayudado. ¿Puedo pedirte un favor?
—Si, ¿Qué necesita?
—¿Esta noche hacés guardia?
—Seguramente, gracias a la llave que me dejó.
—Mantenete alerta, se supone que el amigo de Gutiérrez ha estado merodeando por acá desde que se le dio el traslado.
¿Debía sospechar de Huguito también? ¿O era otro tipo de engaño?
—Esta bien señora, no se preocupe.
—Y tu amiga no se libra de ello, recordale que las paredes ven, escuchan y sobre todo sienten.
—Se lo haré saber.
—Sos un buen chico, seguí así y me encargaré que poseas el favor de Benedetto.
—¿Necesita algo más?
—Ahora que lo mencionas, sí.
—¿Qué pasa?
—Gutiérrez se quejó ayer de que los empleados que suelen descansar cerca de su oficina han estado escuchando muy fuerte la música últimamente. ¿Podrías ir a buscar el reproductor por mí hasta que el viejo quejoso se calme?
—No es ningún problema. —respondí acatando la orden.
Me volteé para volver sobre mis pasos y buscar la radio, Inés debería esperar un poco más su café pero seguro aún dormía, por lo que tenía algo de tiempo. Rápidamente me dirigí hacía el pasillo pegado a la oficina de Gutiérrez para tomar la radio y cumplir la tarea. Al llegar la encontré sobre una caja negra junto a las banquetas que había, pero en el momento de tomarla noté algo raro detrás de la caja así que me dispuse a moverla. Era realmente pesada y se movía poco a poco, pero con cada empujón que le daba se desprendía la pintura blanca de la pared lo que confirmaba mi sospecha, en el momento en que terminé de moverla no podía creerlo. Había un enorme hueco en la pared que daba a la oficina del viejo quejoso. «Con que esto escondías pequeña pesada. ¿Las paredes sienten eh? ¿En qué te estas metiendo Sandra?» no pude evitar meditar. Esto sin dudas explicaba muchas cosas.
Lo peor era que debía volverla a su lugar para que nadie lo notara, con esfuerzo sobre humano lo logré, tomé la radio y me dirigí hacia la oficina de Carmen. Cuando entré la señora me estaba esperando.
—¡Muchas gracias, querido! Ese hombre puede ser un cascarrabias.
—Dígamelo a mí, señora.
—Me aseguraré de recompensarte este favor muchacho, no te distraigo más.
—No se preocupe, es un placer. Tenga un buen día. —concluí abriendo la puerta.
En cuanto me di vuelta, la mujer, de nuevo volvió a balbucear algo que no terminé de entender como si fuera una frase mágica que no tenía permitido descifrar todavía y lo peor es que me había recibido de marioneta, era mi nuevo título y ya poseía condecoración con todos los honores, todo esto me molestaba muchísimo pero si me arriesgaba a jugar con ella tenía todas las de perder. «Mejor su amigo que enemigo» pensé ingresando en la cocina. Tomé tres vasos descartables y preparé el café, en mi error contaba con la llegada de Gómez, pero seguramente no me equivocaba, el gordito no se tardaría en llegar por nada. Con ganas de discutir todo lo que sabía hasta ahora volví a los archivos con la esperada sorpresa de que ambos ya se encontraban ahí.
—¡Te mandé por un café no a que descubrieras América! —me gritó la delicada flor.
—Buenos días, Damián.
Me senté junto a mis compañeros y los puse al día desde la noche anterior hasta lo que acababa de suceder lo que llevó algo de tiempo pero era necesario.
—Algo me dice que Sandra está generando un gran problema. —suspiró Gómez.
—Yo no termino de entender de donde salió ese ojo —señaló Inés—. Pero lo que si veo claro es que Gutiérrez tiene algo que ver.
—Es posible, pero aún no entiendo que gana Carmen con todo esto. —señalé
—Yo tampoco. —me siguió Gómez.
—Y hablando de Huguito, la señora tiene razón, anoche lo vi rondando por acá. Incluso lo saludé y luego de eso se fue, se me hizo extraño, rondaba la salida de emergencia. —declaró Inés.
—¿Puede que tenga algo que ver con los robos?
—Es posible pero ¿Por qué Sandra está haciendo un agujero en la oficina de Osvaldo?
—Tampoco lo entiendo.
—Sacá los papeles, Gómez. Quiero ver si forman la estrella.
Los puso sobre la mesa y efectivamente, luego de unos minutos la estrella tomó forma.
—Tal como la describiste.
—Lo sé.
—Esta noche debemos turnarnos, sé que somos capaces de encontrar los archivos. —dijo Gómez.
—¿Otra noche sin dormir? —se quejó Inés— ¿Dónde buscaremos?
—Lo más sólido que tenemos es que Gutiérrez los tenga en su oficina, no perdemos nada por revisarla esta noche. —señalé.
—Buen punto pero. ¿Y los dos posibles intrusos?
—Bueno, hacemos algo, yo reviso su oficina. Tú custodias la salida de emergencia e Inés se encarga de vigilar la entrada. De este modo tú, Gómez, estarás cerca de la tesorería e Inés, estará en la oficina de Sandra, casi.
—Me parece una buena idea pero ¿Cómo pensas entrar?
—Ya se me ocurrirá algo.
Seguimos discutiendo el plan y las posibles variables hasta que llegó la hora de la salida, y junto a ella nuestros mayores nervios. Esperamos afuera hasta que todos se habían ido y volvimos a ingresar. Realmente el escenario cambiaba completamente durante la noche, los pasillos parecían más angostos y las sombras que se producían eran dignas de una casita del horror.
—Adelante, yo cuido. —nos dijo Inés desplomándose en una banqueta de la entrada.
Ambos la observamos con algo de molestia ya que parecía que se iba a quedar dormida, pero no nos quedaba otra que dejarla "vigilar". Acompañé a Gómez hasta la salida de emergencia para no dejarlo solo en caso de algún problema en el propio inicio.
—¿Vos crees que realmente Huguito se mete a robar? —me cuestionó preocupado.
—No creo, pero no podemos estar seguros. Está preparado por cualquier cosa.
Se encontraba realmente decaído por la idea de que un amigo fuera capaz de eso, intenté animarlo recordándole que estábamos a punto de salvar nuestro trabajo. Estábamos observando si había algún indicio de fuerce en la tesorería cuando sentí como un reflejo me cegaba un ojo, alarmado me volteé a ver el causante del deslumbre para visualizar un brillo proveniente de la oficina de Carmen, dejé un momento sólo a mi compañero y me acerqué a ver de qué se trataba, para mi sorpresa la peculiar caja de gato se encontraba abierta revelando un manojo de llaves y un tarjeta pequeña. "A los otros" tenía escrito, fue entonces cuando entendí lo que la mujer susurraba cada vez que terminábamos de hablar «Nos cuidamos los unos a los otros, ¿Con que recompensarme no?» pensé entré mí, una llave tenía una "S" escrita con un marcador negro, la anciana quería que entrara a la oficina de Sandra por alguna razón. Me despedí de Gómez y me dirigí hacia la misma, con más intriga que otra cosa, no tenía la más remota idea de que podría encontrar en ese lugar.
Calcé la llave y abrió para confirmar mis sospechas. No destacaba nada realmente, pero me asustó el hecho de que tuviera una foto mía en un mueble que no se veía desde el lado de afuera. Revisé los cajones del escritorio por no dejar cabos sueltos y fue cuando encontré lo que Carmen quería que viera. Unos mapas de la comisaria rayados con lapicera negra aparecieron en el primer cajón, en ellos se veían signos de interrogación tachados en la oficina de Gutiérrez y quedaba uno pendiente, uno superpuesto donde recordaba haber sentido la baldosa floja, ¿Qué se esconde ahí y para que lo quería Sandra? Lo primero lo averiguaría pero lo segundo a día de hoy me lo pregunto. No era el único mapa con rayones, un segundo apareció que se encontraba en el próximo cajón, en el habían extraños rayones en la tesorería y una foto de la cámara de seguridad donde se veía a Huguito alterando la puerta, ya tenía al causante de los golpes del otro día pero sinceramente esperaba que no fuera así, me rascaba la cabeza pensando cual era el objetivo de Sandra cuando sentí un fuerte golpe proveniente del ala de tesorería.
Entré a correr lo más rápido que pude sacando mi arma violentamente, no podía pasarle nada a Gómez, no iba a permitirlo ni sobre mi cadáver pero al llegar él no se encontraba ahí, solo me encontré con dos puertas abiertas, desesperado salí a ver lo que pasaba pero no divisaba nada más que la niebla que se estaba formando, al menos en un primer momento ya que una sombra considerablemente grande iba emergiendo de a poco hasta reconocer la cara de Gómez entre la negrura. El grandulón no venía solo pues traía sometido a Gutiérrez con las esposas calzadas.
—¿Qué pasó? —jadeé acelerado.
—Me pareció oír cosas afuera y salí a echar un ojo, cuando Osvaldo me atacó por la espalda, al parecer era una distracción porque alguien entró dándole una patada a la puerta.
—No vi a nadie más, pero estaba la tesorería abierta.
—Lo logró. —susurró Gutiérrez.
—¿Quién te acompañaba? —pregunté.
—¿Acaso importa? Ya fracasaste de nuevo.
Gómez lo golpeo con la culata del arma violentamente, se encontraba más furioso de lo normal.
—¿No escuchaste pajarito? Empezá a cantar. —lo amenazó
—No te pienso decir nada, gordo estúpido.
La situación era muy conflictiva y el frío empezaba a subir por mis piernas, así que le dije a Gómez que lo lleváramos dentro dónde Inés, por lo visto ya no valía la pena cuidar la tesorería. Nos costó llevarlo hasta el pabellón pues no dejó de pelear durante todo el trayecto, no obstante, lo peor estaba por venir porque nos encontramos a la chica tirada en el suelo.
—¡Inés! ¡¿Qué ocurrió?! —gritamos los dos.
La joven se arrastraba y se encontraba muy golpeada.
—Me atacó tu novia, Damián. —dijo casi sin fuerzas.
—¿Sandra? ¿En qué momento?
—No hace ni tres minutos. Entró con la excusa de que había olvidado algo y como no la dejé avanzar me golpeó con una vara extensible. —se estaba esforzando mucho por hablar, la sangre le escurría de la boca.
—Gómez llama a una ambulancia.
—Son unos inútiles, no pudieron evitar nada de la noche. —se burló Gutiérrez.
No pude evitar golpearlo con toda la impotencia que tenía, pero recordé que dejé las pruebas contra Sandra en su escritorio por correr hacia donde Gómez estaba así que volví a su oficina solo para ver con mis ojos que ya no se encontraban ahí.
Enojado golpeé violentamente la pared, ambos se me habían escapado y no poseía nada contra ellos, solo con suerte habría dejado huellas dactilares en la ropa de Inés. Como si leyera mis pensamientos la chica, con un esfuerzo sobrehumano dijo.
—Se lo que pensas, venía con guantes.
Me quedé un segundo de pie apretando mi tabique con los dedos.

—Gómez, quédate con estos dos mientras llega la ambulancia. Voy a hacer que esto valga la pena —volteé la mirada— ¿Qué me voy a encontrar en tu oficina? Infeliz.
—No creo que lo averigües. —me amenazo escupiendo sangre.
—Ya veremos.
Me dirigí hacia allá marcando demasiado los pasos debido a mi enojo, con prisa calcé la segunda llave en la puerta y la giré pero la puerta no se abrió. «Fantástico, ¿Para qué se supone que servís entonces?» pensé. No quedaba otra, debía ingresar por el agujero, moví la caja de una patada y entré como pude arrastrándome por el suelo. La luna entraba directamente por la ventana e iluminaba medianamente toda la habitación, era un bonito escenario. Intenté con todas mis fuerzas levantar la loza suelta, cualquier cosa que buscara seguro se encontraba ahí, pero la maldita no cedía, a cada tirón que hacía se escuchaba un extraño ruido metálico como si algo me impidiera sacarla. Fue en ese momento cuando vi que la pata de la silla donde me había sentado días atrás ocultaba una cerradura, introduje la llave en ella y esta vez sí que abrió, no me cuestioné en ese momento como Carmen había conseguido tal llave, pero era algo que cuestionaba desde que la cerradura cedió ante ella.
La baldosa se levantó demostrando que era una puerta simple que reveló una caja fuerte «Genial ¿Cómo se supone que encontraré la combinación?» me quejé en mi mente. Me paré del piso e indagué en su escritorio, toda combinación numérica que encontré la probé en la caja, pero ninguna funcionaba. Diez minutos pasaron y seguía sin abrir; incluso probé el número de la bestia, ya que ese idiota cree en cosas como esa, podía ser posible pero ni siquiera se inmutó. Molesto tiré de la mesa ese horrible San la Muerte que ya de los nervios creí que se estaba burlando de mi por la forma en que estaba tallada su cara y me llegó la chispa ¿El que se ira último? La muerte ¡Claro! Que rebuscado por dios, pero donde se encontraba la figura no había nada aunque misteriosamente un rayo de luz daba directamente hacia él, pero no llegaba hasta el mueble era muy débil como para hacerlo. Era muy sospechoso que se dirigiera justo en esa dirección y por misma inercia, mientras lo dudaba, saqué la extraña lupa para aumentar su alcance y que llegara hasta el mueble. Solo en ese momento reveló el patrón de números ganador una tinta aparentemente transparente. Servía de algo y vaya que sirvió pues esta vez sí que la caja cedió dejando ver ante mis ojos los expedientes y una suma de dinero.

Mi alegría fue magistral, me permití derramar unas cuantas lágrimas incluso, la felicidad me inundó y rápidamente me dirigí hacia el pabellón luego de atravesar el hoyo de nuevo. Al llegar a la entrada la ambulancia estaba cargando a Inés y Gómez estaba siendo asistido por la gente del turno nocturno que iba llegando para iniciar su trabajo, corriendo me aproxime con los papeles en la mano agitándolos en el aire.
—¡Acá están! —grité.
La cara de Gutiérrez fue fantástica, se le heló la sangre seguro.
—¡¿Cómo abriste mi caja?!
—Con esto. —me reí mostrando el feo ojo.
—¡Mi lupa!
—¿Estos son? —preguntó Gómez al borde de las lágrimas.
—Si, amigo, lo son.
Su emoción fue aún más grande que la mía. No pude evitar abrazarme fuertemente, lo que le siguió fue ver a Gutiérrez en el calabozo e ir a entregar el expediente más la suma de dinero retirada de la caja fuerte. Luego de que todo estuviera en orden y haber declarado, conduje al hospital para ver el estado de Inés y aún me encuentro aquí, son las seis treinta Am y me fui un segundo a hacer un café mientras esperaba que la chica despertara, estaba durmiendo desde que la trajeron pues el cansancio de no dormir y los golpes la habían dejado hecha polvo. Para matar el tiempo he estado escribiendo todo y prendí la tele para ver el noticiero vespertino, para mi sorpresa dieron una nota sobre todo lo que ocurrió como caso de corrupción, fue gracioso ver a Gómez declarar y levantar mi imagen un poco. Todos le desearon suerte a la oficial Carrasco que descansa en el hospital e informaron que la suma encontrada solo es una tercera parte de la faltante. Tristemente, no pude recuperar todo y aún tengo mis dudas de quién puede poseerla ahora, pero tampoco creo que se vuelva a encontrar. En fin, otra demostración que en nuestra querida ciudad ni la ley se salva de pecado, en lo único que pienso es en el caso que me gané con crecer, con emoción cierro este párrafo esperando que Inés despierte para empezar a trabajar.

Fragmento del diario del agente Damián Andrea

Tenebris LiliumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora