Tenebris Lilium

Capítulo 6

 El evento aún daba vueltas en la cabeza de Gómez por más de que habían pasado unos minutos desde que Damián y Iara se habían ido del lugar, Ángelica estaba muy asustada y sosegada, a comparación de como estaba anteriormente claro está, y Franco intentaba contenerla dentro de la cocina, la gente había sido testigo de la preocupante escena y la mayoría se retiraba violentamente, algunos otros, dueños de un estómago de hierro, se mantenían inmobiles en su silla como si nada hubiera pasado. Los pequeños cortes aún se sentían entumecidos por el evento y la exaltación del cuerpo no le permitía pensar con claridad, por primera vez el era el descolocado y no su compañero, quien absorto por lo recién vivido aún dudaba como obrar a continuación. La gente se llenaba la boca hablando de lo sucedido tanto dentro como fuera del restaurante culpandolo entre murmullos de algún tipo de abuso a la pequeña y seguro ya estaban preparando sus vivaces dedos para marcar a emergencias, tenía que ser rápido y contactar a la PIDAF para poder zafar de este problema antes que pasara a mayores. Sacó su teléfono y llamó rápido a su amigo Ernesto para ubicar  a Ángelica lo antes posible, la conversación había sido demasiado escueta con una advertencia de Ernesto bastante molesta y su apurada salida hacia el restaraunte de Rodríguez para ir a buscarla, Ricardo sólo quería no agrabar la situación porque sabía donde terminaría todo esto, lo supo en el momento que levantó la vista para contemplar el televisor y ver a Sofía Hernandez cubriendo el incendio de una estación de servicio por protestas del aumento del combustible. Sofía había tenido una aventura con Damián unos años atrás y precisamente su compañero no era de quedar en paz con las relaciones de este tipo, lo que había provocado su odio másivo no sólo por su, aparente, corazón roto, además por el pasado que torturaba a Damián y por el cual la ciudad no iba a tener compación por el. Siempre se encargaba de cubrir cada fracaso que el duo sangraba dolorosamente en un intento de hacer realmente su trabajo, con este éscandalo era cuestión de tiempo de que se enterara de lo que estaban por cubrir ellos y perderían la delantera que los resguardaba de momento, la única duda que lo invadía era quién vendería el secreto dentro de la comisaría, porque con esto de qué el público podía contactar con el canal a través de sus celulares e informar de todo, el avance tecnológico tampoco les daría un respiro de algunos minutos antes de tener al parásito mediático sobre sus talones nuevamente. Todo esto lo preocupaba aún más mientras se dirigía a ver como estaba la niña.

La vista era algo más tranquilizadora tras la puerta corrediza tras el mostrador que abría paso a la cocina, donde fue capaz de ver al viejo Franco charlando, calmadamente, con Ángelica que a pesar de encontrarse en un estado sereno Goméz aún era capaz de notar sus leves gimoteos. Franco le preguntaba sobre las viejas series animadas que pasaban en un canal local de bajos recursos, tan clásicos eran que tanto ella como el anciano habían visto los mismos dibujitos, aunque con al menos unos sesenta años de diferencia entre ambos de seguro. No quería arruinar el momento pero necesitaba que la niña estuviera lista para a donde se dirigiría de momento por lo que simulando toser irrumpió en la conversación. 

— Ángelica, te van a pasar a buscar enseguida.

— ¿ A dónde me van a llevar?

— Ah una casa con muchos chicos, no te asustes, ellos van a cuidar de vos mientras yo y Damián trabajamos.

— ¿Me lo prometes?

— Si, conozco el lugar personalmente, no te va a pasar nada.

La niña sonrió levemente con una renovada bocanada de ánimo posiblemente, al menos eso le demostraba a Gómez quien suspiraba tranquilo nuevamente. Franco le pidió a Ángelica si podía esperar un segundo en la barra, le dijo que habían bizcochitos de grasa debajo del mostrador y que podía llevarselos si quería para comer cuando quisiera, esto alegró a la nena que inocentemente salió de la cocina, oportunidad que el viejo aprovechó para cuestionar al gordito que había visto crecer hasta ser un hombre respetable, razón que lo hacía desconfiar más de la situación que tenía encima tanto Gómez como Damián.