Illum: La Reencarnación

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Esa noche, la brisa fresca agitaba levemente las ramas de los árboles, los animales nocturnos extrañamente no rondaban por el bosque en esos momentos, y el silencio reinaba el lugar dándole un aspecto tenebroso para que cualquier persona no se atreviera a deambular por ahí a esas horas. Sin embargo, Aland Relish no se consideraba cualquier persona. Y cuando abrió sus ojos esa mañana se sintió mas vivo que nunca.

Todas las mañanas era una rutina que el mismo se había impuesto para tener la mente mas despejada. Levantarse, desayunar, ir al pueblo a trabajar y regresar a su cabaña para comer y descansar.
Pero esa mañana, no era cualquiera, ese era su día, el día donde dejaba toda rutina de lado y olvidaba sus labores. Ese 22 de abril el chico de ojos negros cumplía sus 20 años. A pesar de que el joven Relish no era conocido en el pueblo por ser alguien carismático, era buen parecido, pero su actitud indiferente hacia todo le daba esos aires de chico aburrido, que lograba que nadie cruzara mas de 10 palabras con él, por lo que ese día se sentía mas dispuesto a hablar que nunca.

Después de comer tomo su caballo y se dispuso a recorrer los 5 kilómetros de camino hasta el pueblo. Su pequeña y vieja cabaña estaba ubicada a los pies de una colina, y el pueblo estaba bajando por un sendero de tierra y atravesando un verde bosque.

Nunca le molesto vivir lejos del pueblo, se paraba antes de que saliera el sol para llegar con tiempo a su trabajo de herrero en la forja de Dietrich, a la hora de almuerzo iba a su taberna favorita, "Sol Naciente", donde tomaba nada mas una cerveza y comía estofado que normalmente preparaba Hilda, la esposa del tabernero.

A pesar que tenía el día libre de cualquier obligación, dirigió su caballo hacia la forja. No sabia en que invertir su tiempo y trabajar lo ayudaba a despejarse. Al llegar, el hombre fornido y de barba prominente lo observo curioso, aceptándolo gustoso cuando le pidió trabajar. El chico se paso toda la mañana golpeando una espada al rojo vivo, con el sudor escurriendo por su rostro y el fuego de la fragua vivo a mas no poder. Luego, cuando el sol estuvo en su punto mas alto y su estómago rugiendo fue a parar directo a la taberna, donde esta vez su almuerzo vino de parte de la casa debido a su cumpleaños, de postre le dieron un pastel de calabaza recién hecho y se quedo tomando cerveza.

¡Era su cumpleaños!

Bebió, bailo y hasta hablo mas de la cuenta. Los pies le dolían de tanta acción, pero cada jarra de cerveza que vaciaba lo impulsaba a moverse mas y mas. Recordaba hasta haber cortejado a una señorita rubia y también recordaba el ardor que sintió cuando la mano de la chica se estrello contra su mejilla, a lo que él, controlado por la bebida solo río y siguió celebrando. No tenía la mas mínima idea de cuanto llevaba en la taberna, ni de cuanto había bebido, solo tenía seguro ( A menos que sus ojos los engañaran por haber bebido tanto) que al salir del lugar todo estaba oscuro.

-¿Quien quito la luz?-Grito en ese momento mientras se tambaleaba hasta su caballo.

Se guindó del cuello del animal en un vago intento de mantenerse estable y torpemente se subió a la montura. Mientras manejaba las riendas del caballo su cuerpo se mecía hacia adelante y hacia atrás y sus ojos se cerraba en contra de su voluntad de vez en cuando. Ni siquiera recordaba como anduvo la mayor parte del camino, solo que al llegar bajo de su caballo, para terminar enredando su pie en el estribo y caer de culo contra el suelo.

En vez de levantarse e ir directo a su cama, termino de acostarse en el piso lleno de césped y tierra, viendo las estrellas y con una sonrisa de oreja a oreja, tenía un diente ligeramente montado encima del otro pero eso no parecía notarse cuando el sonreía.

Y ahí, acostado, viendo las estrellas, (Tal vez porque estaba borracho) se dio la oportunidad de pensar en su padre. Cuando tenía 7 años Aland perdió a su madre por una enfermedad y desde ese momento solo fueron él y su padre. El hombre cariñoso y trabajador que le revolvía su pelirrojo cabello cuando desayunaban y él, quien sin falta alguna, lo acompañaba despierto todas las noches de su cumpleaños esperando el amanecer, viendo las estrellas.

Cuando ¡PUM!

En mitad del cielo azul, paso a toda velocidad. Una estrella fugaz.

<<Pide un deseo hijo. El que tu quieras.>>

Recordó cuando una vez su progenitor le dijo eso. Unos años antes de morir.

Y dando un suspiro melancólico que solamente fue escuchado por las estrellas, pidió su deseo.

Y dando un suspiro melancólico que solamente fue escuchado por las estrellas, pidió su deseo

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A unos 20 kilómetros, lejos de un colorido pueblo ubicado casi a los pies de una montaña. En medio de un verde y amplio prado, una mujer de pelo celeste, casi blanco, piel pálida como la luna y de una belleza sin igual, salia a paso calmado de un cráter que su caída provoco.

Sus ojos azules brillantes observaban todo con curiosidad y su esbelto cuerpo desnudo parecía ignorar la brisa fresca de la noche, ella solo caminaba, sin destino preciso, solo con un objetivo.

Vivir.


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