Prólogo

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—Aquél jovencito que se encuentra jugando con Doppo, ¿es hijo tuyo? —preguntó ligeramente interesado Yukichi, presidente de la ADA.

—Sí, lo es —le respondió de la misma forma que el peli-plata.

Ambos se hallaban tomando el té en la Agencia de Detectives; es cierto que son rivales, pero ninguno olvida que alguna vez fueron amigos, tal como ahora, que habían llevado a sus dos hijos para que conociesen y entablaran una amistad, tal vez igual de bella como la de ellos.

Por su parte Osamu, como de costumbre paseaba por la agencia en busca de algún método para suicidarse eficaz, con Doppo siempre detrás suyo, ya que el rubio había sido informado del peculiar hobby de Dazai.

—¡Ey Kunikida-kun! ¿Para qué son  esas pastillas? —El castaño le señaló un pequeño frasco sobre los estantes más grandes de la enfermería. De inmediato el mencionado empezó a buscar en su cuadernillo para dar la información solicitada, descuidándose ligeramente de las acciones por parte de Osamu.

—Mi ideal dice que aquellas pastillas son un par de laxantes —leyó Kunikida sin quitar la vista del cuaderno—, por tanto no te recomiendo tomarlas a menos que... ¡Dazai!

Cuando devolvió su vista, el moreno ya estaba montado sobre el escritorio más cercano para alcanzar los estantes, aunque su estatura no le ayudaba para nada, inteligentemente colocó la silla movible sobre de éste.

—¡Kunikida-kun sosténme! —pidió Osamu sin dejar de tambalearse por la silla movible.

—¡Baaaaaaaaaka! ¡Baja de ahí de una vez! —De inmediato Doppo se acercó al escritorio para bajar a Dazai, aunque el moreno se aferró con fuerza a los estantes mal colocados, no faltó mucho tiempo y el peso del niño venció, provocándole caer sobre Doppo; por su puesto, sobre de ellos todo lo que había en los estantes.

El cuerpo del rubio sirvió como amortiguador y el cuerpo de Dazai funcionó como escudo. Después de todo ambos se lastimaron pero los dos se protegieron al mismo tiempo. Cuando la somnolencia le pasó primero al rubio, éste se apresuró a quitarse de encima a Osamu, aventándolo a algún lugar de la habitación.

—¡Eh, Kunikida! Tenme más respeto joder... —se quejó Dazai aún tirado en el piso.

—¡Me usaste de colchoneta!

—¡Y tú a mí como escudo!

—¡GRACIAS!

—¡¿POR QUÉ ME AGRADACES GRITANDO?!

—¡YO NO ESTOY GRITANDO!

—Vale chicos ya calmense por favor... —pidió la serena voz de Oda, quien recientemente llegaba a la habitación.

—¡ODASAKU! —se abalanzó Osamu para abrazar al pelirrojo, sin embargo no logró llegar a sus brazos pues el mencionado se apartó del camino dejándolo caer—. ¡ODASAKUUUU! —rechistó el pequeño tirado en el piso y con las rodillas raspadas, a leguas se podían observar un par de lagrimitas a punto de salir.

—¿Qué dije respecto a los gritos?

—Si es una de tus preguntas sarcásticas, gúardatelas porque no estoy de humor contigo —advirtió.

Ante la rabieta del menor, Oda soltó un suspiro y llevó su índice al puente de su nariz para intentar calmarse, acto seguido encorvó su espalda para quedar un poco más a la altura de Osamu y ayudarle a pararse.

—Tu padre te llama, ya tenemos que irnos —informó el pelirrojo, con una sonrisa y aún con su brazo en el aire, esperando a que el castaño correspondiese.

Sin más opciones presentes, el de cabellos ondulados terminó aceptando la ayuda para ponerse de pie. Sakunosuke rió con ternura una vez el contrario estuvo a su lado, y de inmediato se acercó a Doppo para repetir el proceso.

La idk de una 'Familia'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora