Primera parte: ¿En quien se puede confiar?

276 1 0
                                    

1. Un día normal.

Me desperté a las 11:10 a.m, vaya suerte la mía, cuando dormía me excedía más que nunca, la realidad llegó de golpe e interrumpió mis ganas de dormir un poco más, por la triste realidad de que tenía clase todos los sábados a las 12:00 a.m. Me levanté apresuradamente a alistarme para poder llegar a tiempo, corrí al baño para poderme dar una ducha apresurada y alistarme lo más rápido posible.

Después de mi ducha de quince minutos, me vestí lo más rápido que pude, corrí por toda la casa para estar segura que llevaba todo lo necesario para ir a la universidad, a mis clases de inglés, desayuné lo más rápido que pude, fue tan apresurado que casi me atoro con un trocito de fruta, despues de desayunar, me despedí de mi madre y le dije que no me esperara, ya que, como de costumbre, los sábados llego más tarde de lo necesario. Caminé cuatro cuadras hasta llegar a la parada de autobús de la ciudad, lo cogí tan rápidamente que me sorprendió que no estuviera lleno un día como hoy, cogí el último puesto y como me encantaba mirar por la ventana, me hice en el asiento que está pegado a la ventana.

El trayecto fue más rápido de lo que esperaba; cuando cogí el autobús eran las 11:45, llegué justo a tiempo, por suerte. Me sente en el puesto del medio, justo al lado del de mi amiga Miranda Pierce, era tan linda que era imposible creer que estaba soltera, sus ojos eran de un verde intenso de esos que crees que pueden penetrar tu alma, sus pomulos estaban ligeramente marcados, sus pestañas eran negras y abundantemente largas, sus labios eran delgados y extremadamente rojos, era algo así como una Barbie. Diez minutos despúes de que llegó Miranda, quién me habló sobre uno de los muchos chicos a los cuales ella les parecía linda, me contó sobre lo que pasaba en su colegio y lo que había hecho, cuando terminó me preguntó:

-¿Y tú qué me cuentas?,¿qué hiciste?- dijo ella casi con entusiasmo.

-Ya sabes, lo normal, no hay nada que contar, vivir en mi minúsculo apartamento de dos pisos, convivir con mis fabulosas amigas y nada más.

-Vamos, Emily, no seas amargada- dijo en un tono reprobatorio-, suenas más como un ama de casa tremendamente cansada que como una adolecente en medio de su pubertad.

-Ya sabes que mi vida siempre ha sido así, desde que me conoces, y no es solo desde que me conoces, ha sido siempre en mis dieciséis años de vida, pocas, casi ningunas cosas interesantes pasan en mi vida.

-Llegará el día en que tu vida cambie, vivirás con cada minuto de adrenalin,a o bueno, eso es lo que la mayoría de personas piensan de cómo es la pubertad.-dijo ella con un tono grueso (muy diferente a su dulce voz), casi cortante, la cual, nunca usaba conmigo.

-Está bien, seré más optimista y trataré de ser la típica chica adolescente.-le dije con un tono ligeramente sarcástico e hice una leve sonrisa para insinuar emoción.

Una media hora después llego nuestra profesora, joven y casi encantadora como siempre, con sus altos tacones negros que a Miranda le parecían divinos, con sus labios pintados de un tono ligeramente rosa, sus ojos eran negros como la noche,ella aparentaba unos veinticinco años pero todos en la clase sabíamos que tenía, por poco, unos treinta y cinco, saludó y rápidamente llamó a todos los alumnos para saber quién no había asistido.

La clase se fue rápidamente, aprendí lo mismo que me enseñaban en el colegio, solo que un poco más avanzado. Al sonar la campana todos se fueron como una estampida excepto Miranda y yo, no teniamos prisa, ya que la función de cine empezaba a las 3:00 p.m y faltaba aún unas dos horas por mucho, nos dirijimos a la salida del aula, hablábamos en inglés casi tan fluidamente como alguien nacido en cualquiera de los paises que hablara esa lengua, nos gustaba, después de cada clase, hablar en inglés lo mas que pudieramos hasta olvidar un término para volver a hablar en español, esta vez fui yo la que se equivocó y dejó de hablar fluidamente, después ella me dijo casi con un tono burlón.

-¡Ja! esta vez fuiste tú la que te equivocaste, recuerda que soy la que más acertaciones lleva y tu la que más equivocaciones lleva.

-Ya sabes que nunca fui o seré igual de buena a ti, tu familia tiene sangre extranjera.

-¿Qué dices?, solo porque de pequeña me hablaran en inglés no significa que por eso soy mejor que tú.- lo dijo en el momento exacto en que cruzamos la puerta principal de la universidad.

-Tiene demasiado que ver, es como si yo naciera escuchando portugués y lo escuchara hasta los cinco años y que despues me fuera para España, seguiria hablando portugués lo más fuido. -dije con cara de incredulidad.

-Bueno si, tú ganas, ahora cojamos un taxi.

En el trayecto en taxi me hice en la ventana justo detras del conductor, para mé era casi maravilloso mirar por la ventana, solo en pensar en todas esas vidas a las cuales cada una era totalmente diferente, tan solo pensar en que cada una de aquellas personas tenía sus grandes secretos que en realidad eran tan pequeños como un grano de arena en un mundo lleno de vidas, solo pensar en que cada una de esas personas eran tan únicas, esas personas eran nuevos mundos y universos que conocer, pero era imposible conocer todos los universos únicos y especiales a la vez, solo sabía que era uno por uno, sabía que en lo largo de mi vida no lograría ni conocer un tercio de esos billones de universos en el mundo, por ahora solo me conformaba con los pocos amigos que tenií, para mí eso era por promedio suficiente.

Al llegar al centro comercial miramos unas veinte tiendas que Miranda consideraba las mejores, mis pies ya estaban adoloridos de tanto caminar y ver como Miranda se probaba una infinidad de ropa cuando en realidad terminó optando por no comprar absolutamente nada, por mi suerte ya eran las 2:55 p.m así que le dije a Miranda que nos teníamos que ir a ver la función ,en realidad fue casi nulo avisarle que ya iba a ser la función, la saque casi a rastras de la tienda en la que se había enamorado de un vestido (tenía que aceptarlo, era bellísimo). Cuando llegamos a la parte donde estaban las salas de cine fuimos a comprar un combo de dos paquetes de palomitas de extra mantequilla y una gaseosa enorme, entramos a la sala de cine justo a tiempo, después de que se acabaron los cortes, nos sentamos en un lugar muy bueno, ya que era uno de los mejores: en la mitad y perfectamente alto para poder ver la pantalla con perfecta claridad, a Miranda y a mí nos encantaban las palomitas de maíz, así que nos las terminnamos en menos de lo que canta un gallo. Después de dos horas de una película infantil pero espectacular, nos fuimos a la última tienda que visitaríamos por esa tarde, la cual era donde se hallaba el amor de la vida de Miranda, el vestido.

Llegué a mi casa a las 7:00 p.m., ya estaba lo suficientemente cansada como para ver televisión, me di una larga ducha para relajarme un poco y para dormir mejor, me cambié por mi ropa de dormir y comí sandwiches de queso, despues de mi lectura nocturna de dos horas me fui a mi cuarto para relajarme un poco y pensar en el día que había transcurrido, no logré pensar en mucho, no dejaba de pensar en lo que me había dicho Miranda antes de empezar la clase «-Llegará el día en que tu vida cambie, vivirás con cada minuto de adrenalina, o bueno, eso es lo que la mayoría de personas piensan de como es la pubertad.» esas palabras me atormentaban, me preguntaba a mi misma si mi vida cambiaría y si ese cambio sería lo que me faltaba para vivir más feliz que nunca.

Bueno hay está el primer capítulo, ya sé que esté es algo monótono y normal pero créanme, no sera así, tengan paciencia por que a medida que pasan los capítulos se desarrollará la historia.Es pero que les guste la historia. ♥


Los prejuicios de Emily [ DETENIDA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora