Capitulo 4

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Acababa de salir del supermercado a toda prisa después de comprar lo que necesitaba la niña, me había cruzado con mi vecina, una cincuentona que aparentaba más edad, estaba soltera, aunque eso no me extrañaba, con lo asquerosa y manipulante que es, desde que se mudó a la gran casa amarilla con un jardín de enfrente, que debo admitir que es preciosa... no ha hecho mas que meter las narices donde no la llamaban y cuchichear cosas a las espaldas de los demás... seguro que como se hubiera fijado en lo que estaba comprando, no tardaría en ir con el cuento a mi padre y éste me preguntaría...genial ahora tendría que mentirle, esa es una de las cosas que mas odio hacer, tengo, o mejor dicho, tenía mucha confianza y muy buena relación con mi padre, pero desde que conoció a Rosa nos fuimos distanciando, y esa es una de las razones por las que la odio.

El supermercado quedaba a unos 10 minutos de casa de Marta y solo llevaba unos cuatro andando cuando me fijé en que un chico de unos diecisiete años seguía el mismo camino que yo y de vez en cuando me lanzaba miradas, intente ignorarlo pero se me hacia difícil con esos grades ojos verdes que tenía, su pelo era cobrizo y mediría sobre metro ochenta y cinco, metro noventa, estaba en muy buena forma y debo admitir que le alegraba la vista a cualquiera, desafortunadamente ahora tendría que girar hacia la izquierda, una calle en la que apenas habían casas, y el seguiría su camino.

Cuando giré, me di cuenta que el también lo hacia y me quedé perpleja, me extrañaba tanta casualidad y me decidí por hablarle.

—Hola, por lo que veo vas en la misma dirección que yo, vives cerca?—intenté poner mi tono de voz mas natural, y al parecer funcionó.

Él se encogió de hombros.

—No, simplemente vengo a visitar a alguien.

—Ah de acuerdo, y... ¿ dónde vive esa persona?

—¿Por que lo preguntas? la verdad es que no es de tu incumbencia.

—¿Disculpa? solo intentaba ser amable y empezar una conversación.

—Disculpada— en su boca se formó una sonrisa arrogante y me entraron ganas de pegarle un puñetazo, pero en vez de eso, acelere el paso. Desgraciadamente me di cuenta de que él también lo hizo.

—¿Que coño haces? ¿Me estás siguiendo?

—Puede, ¿por que? ¿te molesta?

—¿Como que por que? y claro que me molesta! deja de seguirme o llamaré a la policía.

—Puedes llamarla si quieres, el problema es si estaré aquí cuando ellos lleguen.

—¿Que quieres decir con eso?

—Nada, tu simplemente dejame acompañarte y por cierto, sería mejor si no hiceras preguntas, que conste que solo estoy aquí por Eleaine

Me quedé helada, sabía de la existencia de la niña, incluso sabía su nombre.

—No se de que narices me estas hablando, será mejor que me dejes en paz, esto es de locos. -No sabía mentir, pero lo intentaría con todas mis fuerzas si con eso conseguia cubrirnos.

—Sabes perfectamente de lo que te estoy hablando princesa, así que vamos, andando.

Estallé en ironicas carcajadas.

—A ver como te lo explico... Primero NO soy tu princesa, dos, no eres nadie como para darme ordenes.

—Lo soy desde el primer momento en el que me nombraron protector de la niña, princesa. —Me giñó un ojo.

—¿Que dices? si tuviera un "guardián" no me la habrían dejado a mi cargo.

—Está a tu cargo por que yo no me puedo hacer cargo de la niña por que casi nadie sabe donde esta ella y yo soy un cosmopolita muy ocupado ¿sabes? y cualquiera podría descubrirla.

Me quede pensando un instante en como acababa de llamarse, pero lo ignoré y seguí hablando.

—Vale, quiero pensar que lo que dices es cierto, pero ¿Que motivos hay para que pueda creer lo que dices?

De repente cogió una especie de tablet con toda su documentación, un momento después empezó a proyectarse imágenes seguidos de unos textos que hablaban sobre lo que habia pasado y también que se le asignaría un protector,  el cual sería marcado con un sello único e imborrable. Justo cuando salio eso, él se levantó la manga y me enseño la marca.

—Supongo que con eso estarás satisfecha... y ahora, si su majestad se decide, ¿podemos ir ya?

—Bueno, supongo que no hay otro remedio, ¿verdad?.

Negó con una media sonrisa en el rostro, le quedaba genial... mierda! por que acababa de pensar eso? por que es verdad , dijo mi subconsciente.

—Entonces, ¿vamos?

Fingí pensármelo durante unos instantes antes de asentir y contestarle con una sonrisilla en la cara —Vamos.

Y nos pusimos a andar en dirección a la casa de Marta.

La herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora