Una semana. No escuchó a Oliver en una semana.
No lo sintió muerto, si no como una de esas peleas que solían tener. Y aquello la hizo odiarse a si misma, no podía enojarse con él a pesar de no ir a la cita, lo amaba.
Dios, ya se sentía una loca.
Ya pasado los 7 días de berrinche de Bianca. Toma la grabadora, se prepara un té, coloca los audífonos y toma asiento en medio de los cojines sobre el sofá en la sala de estar.
Oliver fue muy inteligente, todo estaba preparado para la actitud de la fémina.
— Sin duda sabes como hacerme enojar, Oliver.
Oprime el botón de reproducción.
«Diría que lo siento, pero un muerto no siente, así que no me disculparé.»
Ella hizo un puchero, esperaba que el aceptara su error.
«Y no me pongas ningún mal gesto. La del error eres tu.»
— ¡¿Cómo rayos soy yo?! —Exige saber.
El salto de enojo la hizo dejar su taza medio llena en la mesa y poner atención a la cinta.
«Tu eres quien olvida que estás sola —Confiesa. —. Ya no estoy contigo, enana. Perdón por eso.»
— ¡No pidas perdón! ¡Tu no sientes! —Grita a punto de llorar, otra vez.
«Necesito que vuelvas a ir a mi cuarto de pinturas. Como dice la lista.»
Limpiando las lágrimas con el dorso de su mano, sube las escaleras al segundo piso, entrando a los escombros de la habitación.
«Límpialo. Todo. Como si yo no hubiera habitado ahí. Por favor, amor. Sé que puedes.»
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La Última Voz
Historia CortaEl cáncer fue la sentencia de Oliver, y la devastación de Bianca. Por lo que al morir su novio y mejor amigo, jamás creyó encontrar una grabadora con los últimos mensajes que él quiso decirle antes de su partida. •Historia corta. •Lectura rápida. •D...