UNO.

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Definitivamente no era depresión, no era tristeza, no era nada. Nunca era nada realmente. Simplemente sentía un extraño vacío.

—¡Pide un deseo, vamos! —miro detenidamente a su familia, su madre estaba sentada a su lado y su hermano sostenía el celular para poder guardar el recuerdo de ese cumpleaños. Seokjin cerró los ojos pensando en que debería estar pensando ¿Qué podía pedir? Ya no era el niño que hubiese deseado millones de dulces, o un dinosaurio o ir al espacio. Era ya un adulto, un adulto que vivía atrapado en un libro que se encontraba atascado en la misma página.

"Quiero ser libre, es lo único que deseo."

Pensó para sus adentros antes de apagar las velas con él numero 22. Recibió aplausos y se vio forzado a mostrar una sonrisa a la cámara del teléfono; otro año en que sentía que vivía una vida que no era la suya.

La celebración no fue tanta ya que no se sentía como si esta vez tuviese motivos para celebrar. De nuevo subió a su habitación poniendo algo de su música favorita, una pequeña sonrisa nostálgica se hizo presente.

Extrañaba los tiempos donde no tenía que preocuparse tanto, ahora debía comportarse como el adulto maduro que debería ser. Ahora ya no podía darse lujos de dejar las cosas pasar, ahora cada cosa que hacía eran suyas y sus consecuencias también.

Sacó una pequeña libreta y suspiró dirigiéndose al pequeño escritorio que estaba cerca de su ventana, siempre quiso escribir algo y sin embargo jamás fue bueno expresando cosas o creando historias ¿Qué podía escribir?

Tomó una pluma y dejó que las palabras fluyeran a como su mente quisiera, obteniendo algunos borrones, algunos errores de ortografía pero era suyo.

"4 de diciembre 2018.

Hola, es algo ilógico decir hola cuando esto no tiene ningún destinatario, supuse que escribir sería algo bueno para desahogarme. ¿Es normal que a veces sienta que no encajo en mi familia? Es decir, claro que los amo y sé que me aman pero a veces es como si no pudiese simplemente ir con mi hermano y hablar de esto. No tengo la confianza para poder decirles muchas de las cosas que quisiera, a veces solo necesito un "lo estás haciendo bien" pero pareciera que hay días en que se empeñan en cortar mis alas cuando ellos deberían ayudarme a volar.

Tú sabes, ya pronto comienzo la universidad y estoy algo asustado. No sé como será porque debo de confesar que jamás fui una persona sociable, tengo hasta cierta envidia de la gente que normalmente el primer día ya se hizo con más de cuatro personas mientras yo, estoy en el rincón esperando a que alguien me hable o tratar de hacer comentarios tontos con alguien al lado.

Yo sé que ahora soy un adulto, y yo sé que de niño soñaba con serlo pero el yo pequeño no tenía contemplado que no crecería heredando una fortuna, ni con super poderes, ni con nada que lo hiciera distinto al resto de los demás.

Supongo que es parte de crecer el poder ver la realidad de las cosas, ah, si tan solo pudiese no verla por un momento. Creo que escribir como si alguien fuese a leer esto me ayuda, pero sé que nadie lo leerá por lo que me estoy dejando ir en estás letras. Y creo que será un bonito hábito.

Firma: Jinnie."

Metió la hoja en un sobre color café claro y lo selló, no sin antes escribir en el sobre "Carta a: ninguna parte.

Salió sin dar explicaciones, caminó con el sobre en sus manos por las calles de aquella ciudad. Aquella que había decidido quería dejar un día; cuando por fin llegó a una oficina de correo de aquellas que mantenían buzones en la parte exterior dejó que el sobre se deslizara por aquella rendija metálica. Sonriendo con satisfacción, sabía que las cartas carentes de datos terminaban por ser quemadas o tiradas a la basura por lo que de esta manera nadie lo leería y el podría seguir mandando sus cartas a ninguna parte en específico.

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En uno de los barrios más bajos de Seúl, un chico perfeccionaba los últimos detalles de su obra de arte (como el llamaba a esa barda que ahora estaba tintada con distintos colores.) Kim Namjoon, de veintiún años se hacía llamar dueño de las calles, no pisaba los mismos lugares dos veces y vagaba a donde su destino quisiera llevarlo.

Se separó unos metros, había dibujado una increíble muerte digna de admiración. Aquello que a su vista era arte a los ojos de la ciudad era un acto de vandalismo, las sirenas de la policía no se hicieron esperar. Tomó la pequeña mochila negra que ya estaba algo sucia y comenzó a correr sonriendo ante aquella persecución, le gustaba creer que era una película de acción.

En todas las películas era su protagonista y, aunque quizás no tenía la vida que debería de llevar alguien con su edad, era relativamente feliz moldeando cada día a su antojo.


Cartas a: ninguna parte.Where stories live. Discover now