Birdie Jones se despertó a las seis con quince minutos, como todas las mañanas. Su cuerpo ya se había acostumbrado, por lo que no necesitaba una alarma para despertarse, pero siempre esperaba 5 minutos más dentro de la cama, en el momento justo en el que se podía escuchar la alarma de su madre, antes de levantarse.
Siempre bebía su vaso de cuatrocientos cincuenta mililitros de agua que dejaba en la mesita de noche junto a su cama justo antes de dirigirse al baño para empezar con su día.
Treinta minutos después ya se encontraba sentada en la pequeña mesa redonda de la cocina, tragando sus cereales. A Birdie Jones le fascinaban los Cheerio's con un poco de azúcar espolvoreada encima y trozos de frutillas, y los comía cada mañana desde los siete años.
El olor al café recién preparado de su padre la hizo sonreír, recordando a la chica de la cafetería y el mensaje que había escrito en su vaso el día anterior. Sus mejillas se sonrojaron de inmediato, y trató de esconder su rostro entre su frondoso cabello mientras terminaba sus cereales. Se paró rápidamente de la mesa, antes de que su padre pudiera siquiera darse cuenta del extraño comportamiento de su hija, y se dirigió al baño, olvidando por completo dejar su plato en el fregadero tras terminar.
Se apoyó en el lavamanos tratando de calmar sus palpitaciones descontroladas y se lavó la cara con agua fría para bajar el color de su cara.
Birdie Jones no comprendía qué le sucedía, pero parte de ella disfrutaba el sentimiento de no tener certeza de algo. La intrigaba, y no había nada más que Birdie Jones disfrutara en la vida que un buen enigma.
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Sparks.
Teen FictionLinda había luchado por esconder la verdad por tanto tiempo que le pesaba caminar, pero cuando finalmente se decidió por gritar a los cuatro vientos lo que realmente sentía, le dieron la espalda y cerraron las puertas justo en sus narices. Pero Lin...