siete

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Jimin giró entre las sabanas una vez que Jin abandonó la habitación y se sintió pésimo por desear que fuera otra persona quien lo sostuviera cada vez que se rompía a pedazos, que fuera otra persona que lo estuviera salvando incluso si sabía que era la misma persona que lo estaba matando. Pateó las sabanas tratando de buscar una posición en la que fuera más fácil conseguir aire para sus pulmones.

También odio un poco el hecho de tener que ser él quien tuviera que ser ayudado, y recordó esos días en lo que él se podía hacer cargo de alguien más, como llegaba en las mañanas, le daba desayuno e intentaba con cualquier cosa que leyera en internet. Una vez leyó que los plátanos ayudaban con la depresión. Había comprado muchas cajas de leche con ese sabor, cantidades industriales de Banana Split y preparaba batidos naturales cada mañana.

Hasta que Yoongi le había rogado que se detuviera.

Sonrió, a pesar de lo ridículo que todo eso se veía ahora y sus mejillas quemaban un poco, había sido tan patético, irresponsable, era bastante obvio que no era eso lo que Yoongi necesitaba.

Contuvo la tos que quiso escapar de su boca por el mero pensamiento acerca de Yoongi. Jin volvió a entrar a la habitación abriendo las ventanas, y poniendo una bandeja a su costado sin darse cuenta de sus ojos asustados y que le descubriera pensando en el pelinegro, habían hecho un trato y cada que vez que le dedicaba un pensamiento a Yoongi, sentía que lo traicionaba.

Jin había prometido salvarlo, y lo único que tenía que hacer Jimin era dejarse ser salvado.

—Preparé el almuerzo, ¿puedes comer solo o necesitas ayuda?

Jimin bajó el rostro, sabía que lucía patético. Que su rostro estaba pálido, que sus labios estaban resecos y heridos, su pelo caía frágil y sin vida sobre su frente. Podía ver las venas marcadas en sus manos, y como la fuerza de sus piernas lo abandonaba cada día un poco más.

—Puedo solo — murmuró.

—Ese es mi Jiminnie — le removió el pelo y quitó los mechones de su frente luciendo preocupado como siempre — ¿Cómo te sientes hoy?

—Mejor.

—¿Te importa si salgo un poco? Debo hacer unos trámites, pero si no te sientes bien, puedo hacerlo otro día.

—No, está bien, no me moveré de esta cama.

—Más te vale, el doctor dijo que debías cuidarte y mínimo subir un poco de peso antes de la operación.

—Lo sé — puso una cucharada en su boca — ¿La hora es para la próxima semana verdad?

—Sí, así que debes cuidarte para que no haya ningún retraso.

(...)

Con el corazón latiendo en sus oídos entró a la habitación y lo encontró envuelto en las mantas, con la almohada tapando su rostro y las cortinas cerradas.

Era un día malo, y no había necesidad que alguien se lo dijera. Debería haber ido de regreso por la puerta, pero sus pies se mantuvieron anclados al piso. 

Había atravesado la ciudad, había traicionado a Jin y no iba a irse sin despedirse de Yoongi.

Se recostó en la cama junto a él, y acarició su espalda.

—¿Duele mucho?

Yoongi quitó la manta de su rostro, y solo dejó a la vista sus ojos. Un nudo se apoderó de la garganta del menor al verlos llenos de lágrimas.

Jimin sabía que sus dolores de cabeza eran terribles, que martillaban sus sienes y le provocaban nauseas, lo único que ayudaba en esos días era dormir. Se acurrucó más cerca, y empezó a deslizar sus dedos suavemente por los mechones oscuros.

flower boy //ymWhere stories live. Discover now