Soulmates | capítulo sexto.

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Yoongi estaba sentado frente a su escritorio con la cabeza gacha; su cabello cubría una parte de sus anteojos

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Yoongi estaba sentado frente a su escritorio con la cabeza gacha; su cabello cubría una parte de sus anteojos.

Soltó un suspiro pesado que emanaba angustia. Llevaba días queriendo preguntarle a Kim por como se encontraba Hoseok, pero su obstinación era mayor que cualquier otra cosa, y había preferido indagar por su cuenta.

« No reprimas tus sentimientos, Yoongi. Es malo, te haces daño »

« Le haces daño »

Lo pensó por un momento muy largo, presionando su mandíbula hasta el punto de sentir que sus dientes dolían. Chasqueó la lengua, tomó su portafolio con muy mal genio y se encaminó hasta la dirección, diciendo que saldría porque no se sentía bien de salud.

Nadie pudo cuestionarle a costa de su semblante exasperando.

Le dió una mirada perspicaz al directorio de la escuela, buscando con urgencia el nombre de Hoseok, pero no tuvo éxito.

Un golpe de suerte le hizo encontrarse con Namjoon en la cafetería, mientras él iba camino a su auto y el contrario simplemente parecía no querer asistir a sus clases.

—Oye, Kim —el ruido de sus pasos y su voz le heló la sangre a Namjoon. Él más joven pensó que iba a recibir una reprenda de su parte, y a juzgar por su cara, pudo deducir que Min no estaba en sus mejores momentos—, ¿sabes dónde está la casa de Hoseok?

—Claro —respondió más confiado, sin poder evitar que una sonrisa socarrona apareciera en su rostro.


Min se quedó en silencio, mirándolo a los ojos, incapaz de pedirle directamente que lo ayudara.

—¿Qué?

—Vas a decirme la dirección de Hoseok y también todo lo que sepas que le guste, ahora —soltó de repente, más como una orden que como una petición.

—Oye tranquilo...

—Ahora.

—Está bien —el más alto levantó las manos en son de paz.

No quería tener que hacer frente a su profesor en ese estado, por lo que por su bienestar físico y bienestar mental de su amigo, le explicó la dirección y después le dijo las cosas que más le gustaban al de cabellera cereza.

El azabache solo se mantuvo en silencio, escuchando cuidadosamente cada detalle.

Lo único que dijo antes de ir de nuevo en dirección a su auto fue un "entendido" que fue más para sí mismo que para el menor, quien sólo se quedó sentado en su lugar, negando con la cabeza sin borrar su sonrisa socarrona.

—El mundo es muy pequeño —musitó antes de ver cómo el cadillac negro salía del estacionamiento con prisa.

—El mundo es muy pequeño —musitó antes de ver cómo el cadillac negro salía del estacionamiento con prisa

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