Soulmates | capítulo noveno.

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Paradise

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Paradise.

El pelirrojo caminaba de la mano junto al azabache. Los ojos de Hoseok brillaban al ver al más bajito riendo con muchas ganas por verlo haciendo cualquier estupidez. Esa era la parte que más le gustaba de pasar tiempo junto a Yoongi; verlo sonreír.

No poder estar juntos en lugares muy públicos era algo que a ninguno le importaba lo suficiente. En realidad, pasar tiempo de calidad en lugares tranquilos y poco visitados era algo que el azabache disfrutaba como nunca.

Porque era una forma más sencilla de decir que cada uno era el mundo entero del otro.

Se sentaron en una banca en dirección al mar. La obscuridad les impedía ver con claridad el agua, pero las luces de los faroles alumbraban tenuemente la estancia.

El corazón de Yoongi se sintió cálido al ver el perfil prominente de Hoseok. En su vida él había visto a un joven que fuese varonil y bonito al mismo tiempo. Todo de él lo encontraba único en su existencia a pesar de que no fuera así; tenía un poder extraño para hacer que su mundo girara en torno a él, al color de su piel, sus labios, sus ojos, las expresiones de su rostro; en Hoseok completo. Sin ninguna excepción, en lo absoluto.

—Yoongi —lo llamó el menor al verlo absorto en sus pensamientos—, ¿en qué tanto piensas?

—¿Por qué te enamoraste de mí, Hobi? ¿cómo? —la pregunta tomó por sorpresa al pelirrojo. Rascó su nuca con nerviosismo, preguntándose si era bueno decirlo tal cual sucedió, sin poder evitar sentirse un poco apenado por admitir que Yoongi le había gustado desde el primer momento.

—Bueno, es complicado, ¿sabes? No fue algo que me tomara mucho tiempo —sonrió ante el recuerdo—, desde que entraste al salón de clases hubo algo que me ancló a ti. No me fue posible dejar de pensarte en todo el día, y, cuando te vi en la cancha de baloncesto te juro que casi desfallecí de la vergüenza —cubrió su rostro. Yoongi rió por lo bajo, sintiéndose él también un poco apenado—, me llegué a frustrar mucho por ese hecho. Es decir, que te guste tu profesor no es normal, ¿verdad? —lo miró y este asintió, sonriéndole apenas—, quería estrellarme con algo porque la cabeza me daba vueltas, y el día que pasaste al frente en el homenaje, yo simplemente no pude contenerme a mirarte todo el tiempo. Cuando sucedió lo del salón después, fue lo que me hizo sentir más desesperado, porque me di cuenta de que estaba un poco —se interrumpió—, muy —corrigió—, perdido.

Yoongi quiso envolverlo en sus brazos en ese momento.

—Si me desaparecí de la escuela por una semana fue porque no quería ser consciente de lo mucho que tú me gustabas —tomó un breve respiro—, yo pensé que sólo de esa forma iba a calmar las aguas, que cuando volviera ya no me ibas a provocar nada e iba a seguir mi vida normal —se rió de si mismo—, fue tonto. Pero creí que ya no había nada, y cuando llegaste a mi casa, con ese ramo de girasoles, estuve a punto de desfallecer otra vez. Porque mi corazón comenzó a latir tan fuerte al tenerte enfrente, que supe por fin que ya no había vuelta a atrás, me había enamorado de ti y después de todo, no fue malo en lo absoluto.

Terminó de hablar mirando fijamente al mayor a los ojos. No parecía ser un hombre de su edad; a sus ojos solo había un adolescente como él, lleno de cosas por descubrir.

Yoongi lo tomó con amabas manos por las mejillas, acercándolo con sutileza hacia su rostro. Hoseok, con el estómago dando un vuelco, sabiendo lo que se aproximaba; cerró sus ojos para después sentir el suave tacto de los labios contrarios haciendo contacto con los suyos.

El mayor suspiró en medio del beso, disfrutando la sensación que los labios de Hoseok le brindaban al moverse sin prisa sobre los suyos. Su corazón parecía querer salirse de su pecho y su estómago cosquilleaba con insistencia.

Quiso llorar por la sensación, porque en su vida lo habían hecho sentir tan feliz y tan querido.

Se separaron, permaneciendo cerca uno del otro por más tiempo.

—No tienes idea, Hobi —murmuró el mayor antes de unir sus labios de nuevo en un beso más corto—, de lo mucho que te amo —volvió a besarlo como si fuera la primera vez, sus emociones se sentían exactamente igual y el cosquilleo de su estómago no cesaba.

Se besaban con necesidad. Como si ambos hubieran anhelado tenerse desde hace mucho tiempo, como si hubieran tenido que esperar una eternidad para poder estar juntos.

Como si sus almas rogaran por permanecer juntas por siempre.

En el paraíso.

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