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Para consternación de Mimi, un par de paparazzis las siguieron a la tienda de verduras, armados y listos con su arsenal habitual buscando llamar su atención: "¡Miriam, aquí!" "¿Cómo estuvo Madrid?" Y la nueva adición de la colección: "¿Miriam, quien es tu amiga?" Ella no les hizo caso y dio instrucciones a Ana a hacer lo mismo, hicieron así su camino al interior. Los chicos se demoraron por las puertas automáticas, pero no siguieron.

- "Siento eso"- le dijo a Ana una vez que había llegado a un lugar de intimidad.

- "Creo que deberíamos acostumbrarnos a ello. "- Ana parecía imperturbable y Mimi estaba aliviada de que el estado de ánimo entre ellas no había cambiado. - "Así que supongo que el título de la foto dirá algo como, 'Miriam Doblas y su amiga desconocida se detienen para comprar comida."

- "Podemos decirles que iba con mi amante lesbiana", si prefieres. "- Ana asintió pensativa mientras se dirigían hacia la sección de productos.

- "Tiene que sonar mejor que eso, tienes que admitirlo".

Mimi sonrió, en parte por la perspectiva divertida, pero sobre todo feliz de estar allí, empujando un carrito de compras con Ana a su lado. Si se esforzaba lo suficiente, casi podía fingir que eran como cualquier otra pareja comprando los mandados de la semana. A ella le gustaba la idea. Le gustaba la facilidad con la que estos momentos de rutina se metían en su relación, envolviéndolos en una temporal pero reconfortante ilusión de normalidad.

- "Nunca me hiciste las hamburguesas vegetarianas supuestamente increíbles".

- "Entonces vamos a hacerlas esta noche"- dijo Mimi alegremente.

- "¿Nosotras?"

- "Sí, nosotras"- dijo ella, de repente vertiginosa con la idea de cocinar juntas.- "¿Mireya y Raoul no comen hamburguesas vegetarianas?"

- "Yo no sé sobre Raoul, pero Mireya come cualquier cosa. ¿A qué hora vienen todos? "

- "Ocho"- dijo Mimi, y tomó su teléfono para mirar la hora. Miró pensativamente a Ana. - "Tal vez deberíamos decirles ocho y media. ¿Qué te parece? "- Ana respondió con una sonrisa.

- "Creo que deberíamos haber dejado a nuestros amigos en Madrid." - La respuesta hizo reír a Mimi y recordó al instante su conversación anterior.

En verdad, sus pensamientos no se habían alejado mucho del tema de los arreglos para dormir... y otras cuestiones conexas. Se mordió los labios mientras su nerviosismo volvía. Ana podría haber hecho el amor un centenar de veces en su cabeza - una admisión que hacia acelerar el pulso de Mimi cada vez que pensaba en ello - pero ahora Mimi había perdido la cuenta de cuántas veces había imaginado a Ana desnuda. Si la experiencia sexual fuera concedida sobre la base y la frecuencia de las propias fantasías privadas, entonces ella no tenía nada de qué preocuparse.

- "¿Tomates?" - Mimi parpadeó en la fila multicolor de verduras en frente a ella, dándose cuenta de que Ana le había hablado a ella y que ella se lo había perdido.

- "Lo siento. ¿Qué?"- En lugar de repetir la pregunta, Ana la estudió con curiosidad.

- "¿Qué estabas pensando justo ahora?" - El primer instinto de Mimi fue cambiar de tema, pero decidió no hacerlo en el último minuto. Tomó la caja de tomates que Ana tenía en sus manos y sonrió.

- "Te lo mostraré más adelante."

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De vuelta a la cocina, las lentejas se cocinaban a fuego lento en una olla, mientras que Mimi y Ana se dedicaban a la tarea de picar los tomates, las cebollas el ajo y los verdes. Hay pocas cosas en la vida que Mimi amase más que a la cocina, pero la cocina junto a Ana la había elevado rápidamente a la cima de su lista. Por el rabillo del ojo, miraba los músculos del brazo de Ana moverse al ritmo del cuchillo golpeando la tabla de cortar. Amaba a los brazos de Ana: delgados y femeninos, pero no esbeltos. Su mirada se desplazo hasta la cara de la artista, a sus ojos marrones se centró en parte escondida debajo de sus pestañas, a sus labios entreabiertos.

El lado ciego del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora