Capítulo 10.

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— No lo logré. Estábamos tan cerca del subterráneo, Jess, pero se nos interpusieron y nunca llegue.

— ¿Qué es lo último que recuerdas?  Si te hubiese pasado algo así de peligroso no estuviéramos hablando en este preciso instante —suelta exasperada.

— No estoy segura, todo se mezcla en mi cabeza y me confunde, estaba muy mareada. Y un chico... —Decido que es mejor callarme esa parte, aun sin estar segura de porque. Ya mi historia es suficientemente extraña y le da ya mucha credibilidad a Jess de pensar que si fue un sueño—. Me desmaye y acabo de despertar. Es todo.

— Amiga, posiblemente fue un mal sueño nada más. Ten entiendo. Yo también he soñado cosas que me parecieron super reales pero que solo fueron eso, un sueño, una pesadilla mejor dicho—bufa y luego prosigue—. Como esa vez que soñé que yo me veía como mi vieja tía Mirna, ya sabes con barba y todo. ¡Agh!  ¡Eso sí que fué aterrador!

No necesito tener a Jess al frente para saber que expresión tiene su cara en este momento, Cada vez que menciona a su tía Mirna, contorsiona la  cara como si le diera grima siquiera pensarlo. Es gracioso, nunca he visto a su tía Mirna, pero Jess la suele describir como la mujer corpulenta que te imaginas siendo la grasosa cocinera de una cárcel de máxima seguridad. Jess es bastante exagerada.

—Tomate un baño de agua caliente y en tu desayuno agrégale un té relajante, de esos que hace tu mamá. ¿Quieres que vaya y me quede hoy en tu casa?

— No, está bien. Tal vez  le estoy dando demasiada importancia.

— Si, solo lamenta que ese chico que me dijiste, el de los ojos lindos, no sea real— esto me hace reír—. Fue solo una pesadilla.

— Está bien. Hablamos luego, Jess.

— Cualquier cosa, llámame —dice con voz alentadora —. Tendré lista la mochila con ropa limpia por si cambias de opinión.

Sigo dudando de que haya sido un simple sueño, algo dentro de mí me dice que no. Aunque, como dice Jess, es normal que a veces los sueños parezcan muy reales y al final solo sean eso.

Observo la pantalla del móvil, una foto de mis amigas y yo me sonríen, y obtengo un fugaz vistazo de mis dedos. El pulso se acelera. Coloco el teléfono en el escritorio y observo con detenimiento mis manos; la superficie de la piel tiene pequeñas fisuras aun sanando y recuerdo la botella que golpee contra la cara de aquel escalofriante hombre.

Casi tropiezo al precipitarme hasta el espejo y me quedo congelada al ver mi reflejo; tengo una herida en lo alto de mi frente, mi mejilla izquierda está amoratada y tanto mis brazos como piernas tienen ligeras cortadas y arañazos. Palpo la parte posterior de mi cabeza y presiono y no puedo evitar soltar un gemido. Un agudo dolor se dispara. Lo siento hasta en los dedos de los pies.

Esto no puede hacérmelo un sueño.

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