Capitulo V

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Fernando se caracterizaba por ser metódico, sin embargo aquella tarde pateaba aquella pequeña piedra sin meticulosidad. Cada dos pasos la punta de su zapato izquierdo se encontraba con aquella insignificante y a la vez dura piedrecita.

Se encontraba sin rumbo, caminaba en línea recta y pasaba desapercibido entre las demás personas que iban y venían por el sendero externo al Central Park.

-¿Una oferta de trabajo resultó ser más importante que los sentimientos que nos habían conectado? Fue la pregunta que expresó Fernando en su mente, donde solo llegó a cada lugar de su subconsciente, el estruendo en forma de eco de su voz con melancolía y pesadumbre.

Se detuvo junto a un banco que se encontraba sin huésped y se acomodó cerca del pasa manos derecho.

-Aquilino podré disfrutar de un cigarro. -Se dijo asimismo.

Mientras disfrutaba del placer de exhalar del filtro, casi instintivamente, se dispuso a patear la piedrecita que se había convertido en su fiel compañera hasta aquel banco.

Se escuchó un glu... Que discretamente anunciaba el fin de la vida en el entorno de la pequeña piedrecita, para empezar a disfrutar de algas a unos dos metros de la superficie.

-Nunca he sido un experto en el amor, ni mucho menos en la cama, pero contigo todo fue diferente, la forma en que me mirabas, tenias una mirada tan inocente, tan llena de pasión, de vida. Y sin embargo, te fuiste así sin más. -Continuaba Fernando expresando consigo mismo su dolor.

En ello vislumbró a distancia, la silueta de una damisela, joven y que camina con pasos torpes, como quién lleva prisa y a la vez no quiere llegar a su destino.

La joven en un abrir y cerrar de ojos, se encontraba a unos pasos de Fernando, cuando cruzaba por el frente de aquella persona que no significaba nada, se detuvo de manera espontánea y solo atinó a decir: "me das un poco de fuego".

Fernando que no podía fijar su mirada en otro estímulo externo, se detuvo a comtemplar aquella dama, en la cual denotó: enojo, tristeza, angustia y una perfecta actriz, debido a que disimulaba muy bien lo que su cuerpo y gestos vociferaban.

Fernando sin mediar palabras estrechó su brazo izquierdo, que apenas había sacado de su bolsillo contiguo, y acercó a unos centímetros de sus labios aquel encendedor tan inédito. El mismo solo expresó: "Claro, aquí tienes, por cierto me llamo Fernando".

Aquella hermosa joven, luego de exaltar y espirar, atinó a decir: "Me llamó Victoria". Mucho gusto.

Un nombre que no tenia nada de diferente de los que había escuchado en la biblioteca mientras verificaba las fichas que eran entregadas como requisito para optar por un libro en específico. Sin embargo, al escuchar aquel "Victoria", sintió que su corazón había abierto el candado colocado por la partida de Marie.

La acción correspondiente a la espiración del cigarro por parte de Victoria, dio lugar a que Fernando se interesase por conocer un poco más de aquella melancólica señorita.

Victoria disponía a inhalar por última vez lo poco que quedaba de la colilla, cuando giró hacia Fernando y se dispuso a acercarse hacia el banco, sin mediar palabras expresó: Mi vida es un asco.

En lo qué Fernando expresó: Hablas como una quinceañera que ha perdido su virginidad con el chico que amaba y que el solo quería disfrutar del momento.

-Si fuese tan sencillo como eso... -Expresó Victoria, seguido de esto, preguntó a Fernando- : ¿Que pensarías de casarte por cumplir el sueño de alguien más?

Fernando pensó un momento, luego contestó: -Preferiría cumplir mis sueños y no los de alguien más.

-Disculpa la intromisión, ¿cuál es su nombre? -Preguntó Fernando.

-Arturo, -respondió Victoria.

Iba a empezar una breve historia cuando se escuchó un móvil vibrar, donde el contacto que realizaba la llamada entrante se nombraba Arturo.

-No hay problema en que contestes. - Le dijo Fernando.

Victoria por su parte colgó la llamada y preguntó: -¿Tienes otro cigarro?

Fernando con gesto amigable, y una sonrisa apacible, acercó su brazo izquierdo hacia Victoria en señal de buen samaritano. Seguido de esto, acercó torpemente el encendedor inédito hacia unos centímetros de sus labios, los cuales, con dulzura y seguridad sostenían el cigarro.

-¿A que te dedicas? -Preguntó Victoria.

-Soy bibliotecario. -Respondió Fernando.

-No es más interesante que el de enfermera. -Expresó Victoria.- Pero si que es aburrido.

-No tan aburrido como casarse para cumplir el sueño de alguien más, pero ahí vamos. -Dijo en tono burlón Fernando.

Victoria había manifestado una risa tenue, era el primer reflejo de felicidad en días. Aquella sonrisa se convirtió en asombro cuando entre unas sonrisa leves sin mediar palabras, escuchó: - ¿Puedes darme tu número telefónico? -Preguntaba Fernando mientras la miraba a su rostro.

Victoria pensaba, que tenía de malo dar un número a un desconocido, sin embargo decidió arriesgarse, mientras expresaba: Claro, porque no.

Fernando por su parte, comentó: No creas que lo pido para ligar o algo más tonto, me tomo el atrevimiento, por si en determinado momento podemos compartir otro cigarro.

Victoria sin más, le dio el número de su móvil a Fernando y dispuso a marcharse debido a que su turno empezaba en 38 minutos.

Se despidieron y sin mediar más palabras, Fernando quedó sentado en el banco mientras contemplaba y vislumbraba en la lejanía aquella silueta de mujer, joven, hermosa. Que había cambiado la seguridad con que disfrutaba un cigarro, por unos pasos angustiados, tristes y llenos de angustias.

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