Capítulo VI

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La intriga que acompañó a Marie mientras se encontraba en la puerta era enorme, la misma creció aún más cuando notó el nerviosismo inexplicable de Victorio al ver a su esposo llegar con una señorita a su hogar.

-Adelante Marie, Arturo no te quedes ahí parado. Comentó Victoria

-Si claro, adelante. Dijo Arturo.

Marie por si parte continuaba calmada y observadora. Tomando notas mentales de cada acción de Victoria. Quería descubrir lo antes posible el enigma del encendedor.

-Marie, gustas algo de tomar? Pregunto Victoria.

-Mmm, un poco de agua por favor. Contesto Marie mientras se sentaba en la silla contigua al sofá, pues no quería que Victoria notase una confianza inexistente entre Arturo y ella.

Mientras que en la cocina se escuchó la puerta del refrigerador, los cubos de hielo cayendo en el fondo del vaso de cristal y el agua cubriendo cada centímetro del vaso; En la sala, el silencio era aún mayor, debido a que Arturo se encontraba en el estudio buscando el nuevo proyecto que quiere mostrarle a Jorge.

Marie por su parte, sentada en el sofá, rodea en ángulos de ciento ochenta gradas, cada rincón de la sala. La misma está compuesta por un sofá de dos plazas, una mesa a la altura media entre el tobillo y las rodillas, dos sillas que hacían juego con el color caoba y el tapiz grisáceo del sofá, unos cuadros abstractos que en definitiva no transmitían nada. Sin embargo, para Arturo transmitían paz interior.

Arturo le explicó el significado de los cuadros a Victoria una noche mientras se encontraban en el piso de la sala, sudorosos, exitados y exhaustos. Esa día, había dejado a Victoria en el hospital y el paso el día completo ocupado, solo se vieron cuando el paso por ella de regreso. Sin embargo, la intensidad y la atracción que ambos sintieron fue inexplicable, llevaban tres meses de casados y aún no habían saciado la atracción que merodea el matrimonio en los primeros días post unión matrimonial. Era evidente que la habilidad de Arturo con el volante no era la más adecuada, sin embargo al llegar a casa, sabía exactamente qué hacer; dejaron detrás de la puerta el maletín de Arturo y el bolso de Victoria. Abrazados, siendo uno mismo, se besaban, acariciaban y disfrutaban con el tacto cada parte de su cuerpo mientras se iban desvistiendo. El pelo de Victoria se deslizaba delicadamente por sus hombros mientras llegaba a rodear toda su espalda, Arturo sentía cada centímetro de su cuello con sus labios, mientras Victoria descansaba en el regazo de sus piernas sentados en la silla donde se encontraba Marie.

Aquella noche, hicieron el amor, tres veces en la misma silla. Ambos se encontraban diáfanos y exhaustos. Sin embargo, lo había disfrutado, con la respiración entrecortada Arturo comentó: Ha sido intenso, me ha encantado. Victoria por su parte, solo sonrió, sin mediar palabras, el momento no lo ameritaba y Victoria había fingido, como lo había echo desde la noche de bodas, que había llegado al climax de su existencia, donde Arturo no se percataba de ese pequeño detalle del coito.

Las palabras de Arturo surgieron con la siguiente expresión: Sabes Victoria, consideró con qué estos cuadros no significan nada para ti, ni mucho menos para aquel que los contemple, sin embargo para mí, son muy especiales, los compré por la paz que me trasmiten, esa misma paz que siento cuando hago el amor contigo.

Victoria por su parte, volvió a sonreír, utilizando la estrategia antes mencionada, y siguiendo con la misma postura con relación a los cuadros, no significan nada para ella, y la revelación de Arturo no combinará el pensar en cuanto a ellos.

Y esos mismos cuadros, Marie se mantenía contemplándolos sin comprender absolutamente nada de ellos; Fue entonces cuando Victoria se acercó a ello con el vaso con agua, lo tomó, dio las gracias y sintió el frío que suavemente pasaba por la servilleta que se había mojado. Bebió y colocó el l vaso nuevamente en el posavasos y lo colocó en la mesita.

Arturo se acerca a la sala con el maletín en la mano derecha, al llegar Marie le miró y antes que nada le pregunto si podía fumar. Arturo le dijo que lamentablemente el no fumaba, pero que iría a la cocina por la caja de cerillos, Victoria que pasaba a despedirse para pasar al hospital por su turno vespertino, sintió la misma angustia que siente un fumador al tener un cerillo sin cigarro o un cigarro sin cerillo y buscó entre su bolso, en pequeño e indiscreto encendedor, lo acercó a Marie y le dijo: Aquí tienes, utiliza este.

Marie por su parte, solo dijo gracias y su mano tembló suavemente al sentir su encendedor en sus dedos, sentir su textura, observar su color plateado y el logotipo con la inscripción "Vive".

Luego de encender el cigarro y pasar al banco, ambas se habían despedido y Victoria sumaba otra tarde más en la que partía hacia el hospital sin el monótono beso de despedida que en otras ocasiones le daba a Arturo.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2018 ⏰

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