Pacto.

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Me lanza una extraña poma junto una manta brillante y una nota.

"La pomada estaba en la curnocopia,es la cura para el veneno que contienen los cuchillos y la manta es para que os tapeis los tres. Así el fuego no os hará más daño. Todo ocurrirá al amanecer"

En silencio le agradezco con la cabeza y me aplicó la pomada reprimiendo un grito de dolor.

Estoy muerta de miedo, pero tengo el sentido común suficiente para quedarme quieta.


El sello del Capitolio brilla sobre mí y empieza a atronar el himno. Aprieto los dientes, mirando al cielo de vez en cuando para comprobar que no ha habido muertes. No pasa nada, la audiencia estará satisfecha con mi herida,la quemadura de Logan, el árbol y la manada que tengo al lado.

A la escasa luz de las antorchas de los profesionales, vuelvo al lado de mis compañeros y me encuentro con la mejor sorpresa posible: al otro lado de de las raíces hay un botecito de plástico unido a un paracaídas plateado. ¡Mi primer regalo de un patrocinador! Haymitch debe de haberlo enviado durante el himno. El botecito me cabe en la palma de la mano. ¿Qué puede ser? Comida no, seguro. Abro la tapa y sé, por el olor, que es medicina. Toco con precaución la superficie del ungüento y desaparece el dolor de la punta del dedo.

--Oh, Haymitch --susurro--. Gracias.

No nos ha abandonado, no nos ha dejado solos. La medicina debe de haberle supuesto un gasto astronómico, seguro que han hecho falta unos cuantos patrocinadores para comprar este botecito diminuto. Para mí, no tiene precio.

Me acerco lentamente a Logan,meto dos dedos en el tarro y embadurno su espalda con cuidado. Noto su  efecto en la cara de Logan de inmediato,su mueca de dolor desaparece. No se trata de uno de los remedios de hierbas que se hacen en mi distrito,sino una medicina de alta tecnología creada en los laboratorios del Capitolio. Cuando termino con su espalda, me echo un poquito en mis manos. Después envuelvo el bote en el paracaídas y me lo guardo en la mochila. Me coloco cerca de Logan y me quedo poco a poco dormida.

El canto de un pequeño pájaro me avisa de que está amaneciendo. Bajo la luz gris de la mañana, me examino las manos: la medicina ha transformado los parches rojo intenso en una suave piel rosa de bebé. Me acerco a Logan y compruebo su espalda que está totalmente inflamada, porque esa quemadura era mucho más profunda que la mía. Le pongo otra capa de pomada y guardo mis cosas en silencio. Pase lo que pase, tengo que movernos deprisa.

Los profesionales  siguen dormidos en el suelo. Por su posición, apoyada en el tronco del árbol, creo que la chica del 1 era la encargada de montar guardia, pero el cansancio ha podido con ella.

Tapo al grupo con la manta y espero la señal de Ronan,la cual no tarda en llegar.

Susurro el nombre de Ronan y los ojos aparecen de inmediato, abiertos y alerta. Se toca los labios ordenándose que me esté quieta y desparece.

Por el este empiezan a llegar unos rayos de sol rosados.

Ronan deja un par de cerrillas encendidas cerca de mi árbol y se aparta poco a poco.


Al rato todo empieza a arder y el caos comienza. Los profesionales se han despertado con un ataque a gran escala de las llamas. Unos cuantos tienen la sensatez suficiente para soltarlo todo y salir pitando. Oigo gritos de «¡Al lago, al lago!», e imagino que esperan quitarse las llamas metiéndose en el agua. Debemos de estar cerca si creen que pueden llegar allí antes que las llamas los consuman. La chica del distrito 1 y la del Distrito 4, no tienen tanta suerte; reciben muchas quemaduras antes de perderse de vista. Parece que la del 1 se está volviendo loca, no para de darse  contra todo,lo que no sirve de nada. La chica del Distrito 4 se aleja tambaleándose, aunque diría que no tiene muchas posibilidades de llegar al lago. Veo caer a la del 1, que se retuerce en el suelo como una histérica durante unos minutos y después se queda inmóvil.

𝙇𝙖 𝙘𝙝𝙞𝙘𝙖 𝙙𝙚𝙡 𝙩𝙧𝙚𝙘𝙚 |𝙁𝙞𝙣𝙣𝙞𝙘𝙠 𝙊𝙙𝙖𝙞𝙧|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora