Sin importar que pase, o cuanto lo moleste, Azarías nunca se enojaba o me gritaba, quizás eso me hacía tolerar la situación un poco más, a cambio, el me regalaba sus bonitos insultos.
El plato se rompió contra el piso llamando su atención. Tratando de levantarlo rápidamente antes de que el llegara me corté el dedo, lo metí en mi boca y empecé a succionar la sangre mientras me aguantaba mis maldiciones, como mi madre me había acostumbrado.
— ¿Otro más? Y yo pensé que no podías ser más tonta, veo que si. —Se acercó con la pala— El botiquín está en el baño, yo lo limpio, si lo haces tu, vas a empeorarlo.
Frustrada me dirigí al baño, quizás sea hora de que compre cosas para la casa, quizás un nuevo plato haría que Azarías deje de criticarme, al menos un poco.
Le marqué a Nerina, mi mejor amiga y le pregunté si quería acompañarme, ella no sabía que me había casado ni que vivía con mi esposo, pensé que si se enteraba me trataría diferente, le dije que debía comprar un par de cosas, quedamos en que me pasaría a buscar, le di la dirección y el piso para que toque timbre.
Al cabo de un rato escucho que golpean la puerta, me encontraba acostada en la cama mirando la televisión.
— Inútil, yo voy, claro que ni pensaste en moverte. —Escucho decir a Azarías desde el living.
Me acercó a la puerta para ver quien es pero sigo detrás de Azarías.
Al abrir la puerta se ve una feliz Nerina mientras que su sonrisa desaparece a una cara de confusión.
— Oh perdón debí equivocarme, pensé que era la casa de mi amiga.
Al parecer Azarías estaba durmiendo ya que sus ojos se encontraban hinchados y su pelo estaba revuelto, estaba en calzones y una remera musculosa.
— Neri, pensé que ibas a avisarme cuando llegarás... —dije nerviosamente apareciendo.
Azarías bostezó tapándose la boca.
— Mi amor, ¿Es una amiga tuya? Mucho gusto soy Azarías, su esposo, encantado. —El tono falso de Azarías volvió y yo le pegue en la cabeza como un correctivo.
— Con ella no lo hagas tonto, planeo decirle la verdad.
— De todas formas... ¿a donde vas? —Antes de contestar me interrumpió.— Olvídalo, no me interesa, no vuelvas tarde, es peligroso y compra papel higiénico, ¿de acuerdo?
— Bien, me voy.
Cerré la puerta y la cara de Neri estaba por el piso de lo abierta que estaba su boca.
Se venía una gran explicación