Si puedes conservar la cabeza

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Seis semanas antes...


Sidorio estaba en la playa,con la cabeza de su nueva esposa en las manos.
<<Lola.>> Abrió la boca para decir su nombre, pero era demasiado doloroso pronunciar la palabra y saber que ella lo había dejado. Saber que ya no volvería a mirarlo con aquel brillo perverso en los ojos. Que ya no volvería a sonreír ni a cogerle la mano. Ni a alzar una de sus copas antiguas favoritas, llena de su vino especial, ni a beber de ella con toda la elegancia de su linaje aristocrático...

La miró con asombro. Incluso en aquel estado, con el rostro ya casi tan pálido como el reflejo de la luna en la mar serena, su belleza era incomparable. Lady Lola Isabel Piedad Lockwood Sidorio.
No llevaban ni una hora casados y ya se la habían arrebatado. Su propio hijo la había asesinado cruelmente en el altar. Una lágrima le empañó la mirada. No era una sensación familiar. La perla de agua rebosó y cayó cual gota de lluvia en la mejilla de Lola. De pronto, Sidorio tuvo una fantasía de que el agua de algún modo revivirla. De que no estaba muerta sino solo dormida. Pero,en lo más hondo, en el nudo de su estómago,sabía que ella lo había dejado. Volvía a estar solo.

Alzó la mirada y vio una lancha que se alejaba mar adentro: los piratas que regresaban a su barco, concluida su terrible misión. Ya estaban demasiado lejos para poder distingir las siluetas de la despiadada capitana Cheng Li y el joven asesino de Lola. Pero Sidorio conservaba una imagen mental clara del muchacho. Porque era carne de su carne. Su hijo,Connor.

--Hiji mío--se lamentó.

Oyó un sonido parecido a un suspiro. De inmediato,miró la cabeza de su esposa,preguntándose si había alguna forma imaginable de que el sonido hubiera surgido de ella. Pero no. Solo era una ola solitaria,lamiendo la orilla. El rostro de Lola estaba tan impasible como de costumbre. Pasó el dedo por la mejilla de su esposa. Su piel ya había comenzado a cambiar, no solo de color sino también de textura: ya no tenía la lisura marmórea a la que estaba habituado.

Miró el corazón negro que  Lola llevaba tatuado en el ojo izquierdo. Aquel corazón negro,aquel párpado cerrado,tapaba la más valiosa de las joyas. Ordenó mentalmente a Lola que abriera los ojos solo una vez más. Ojalá pudiera ver sus hermosos ojos caoba durante un último momento fugaz. Pero no,un solo momento con Lola seria demasiado tentador. Él siempre querría más. Incluso si pudiera retrasar el reloj una simple hora,cuando tenían toda la eternidad por delante,siempre estaria ávido de pasar más tiempo con ella. La piel se le estaba arrugando por segundos. Derribando el muro de su inmortalidad,los años voraces estaban por fin apresurándose para alcanzarla y consumirla. Era horrible contemplarlo.

Sidorio rememoró su primer encuentro. Había sido en otra playa,no muy distinta de aquella. Lola y sus marineras habían jugado con él,pero,como ella había confesado esa noche,todo había sido una estratagema para llamar su atención. ¿Cómo lo había expresado? Cuán hábil era con las palabras. <<Para un pececillo,no es fácil hacerle señas a una ballena.>> ¡Eso era! Casi oía su voz. Se sonrió. Pero ¿Cuanto tiempo pasaría antes de que perdiera la capacidad de recordar aquel característico timbre cristalino? ¿Cuánto tardaría en olvidar incluso aquel recuerdo?

Recordó la vez que se había presentado sin avisar en el barco de Lola. El Vagabundo: un navío bastante mas pequeño que el suyo,el gigantesco Capitán Sanguinario. Esa noche,la había interrumpido mientras se preparaba para su baño de sangre de todas las noches. Era parte de su tratamiento de belleza secreto,pero lo había pospuesto por él. En vez de eso,habían bebido juntos en las copas antiguas que ella tanto le gustaban.Lola también le había ofrecido unos dulces.

| Vampiratas 5 : El Imperio de la Noche |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora