Un nuevo comienzo

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Jamie

¿Dónde está mi zapato?

Mierda

Son las 6:45 a.m., llegaré tarde a mi primer día de trabajo.

Mierda de las mierdas.

¿Quién es la mujer en mi cama?

Tomo mi cabeza entre mis manos tratando de recordar como termine junto a una mujer en un día tan importante como este. Debía estar hace 30 minutos en mi carro dirigiéndome hacia el Saint Patrick en donde tenía que estar conociendo a mis colegas y presentarme frente al cuerpo estudiantil quienes serían mi responsabilidad por este semestre.

Los recuerdos de la noche anterior golpean mi mente como una roca de cincuenta toneladas: me encontraba con Jason en el bar cerca de su casa celebrando mi último día como desempleado cuando una mujer se acercó a nosotros y se nos unió. Conversamos hasta que Jason anunció que debía irse a su casa porque Diana —nuestra amiga desde la universidad— estaba preocupada ya que ambos debían madrugar para viajar a Bristol en busca de materiales textiles para el negocio que tenían planeado realizar.

La velada junto a ella había sido agradable, aún no entendía en concepto que tenía las personas con las mujeres que deseaban tomar una copa con un hombre —y si era rubia—, ¿acaso no eran libres de escoger sus decisiones con quien querían beber? La compañía de ella me hizo olvidar los nervios que tenía por el nuevo trabajo, e incluso olvide algunos problemas sin importancia con su conversación y chistes sin sentidos. La encontré como una escapatoria de este mundo mundano. Observo mi traje colgado preparado para ser utilizado mientras cumplo mi primer día de trabajo y el primer día en el que estaba trabajando en lo que realmente me gustaba.

Ser profesor.

Admiraba a esas personas porque de alguna manera u otra se las arreglaban para enseñarnos maravillas que habían sido enterradas para ser descubiertas por nuestra curiosidad y eso ayudo a un pequeño de nueve años a querer conocer más de los enigmas que nuestro planeta escondía. No había pasado tanto tiempo desde que me gradué de la universidad con honores, pero antes de poder obtener mi trabajo soñado, había tenido que trabajar en trabajos de medio tiempo con estudiantes que no hacían el esfuerzo de aprender y solo gastaban el dinero de sus padres. Mi padre había tenido que interferir para poder obtener el puesto de trabajo en Saint Patrick, por más currículos que enviaba a diferentes instituciones, siempre obtenía la misma respuesta: no, gracias por intentarlo.

Mi suerte había cambiado pero por el nombre de mi padre, alguien que era reconocido en todo el país por ser el mejor en su profesión al igual que mi madre, ambos eran un equipo invencible que nadie había podido derrumbar. Un peso siempre se mantenía conmigo por la presión de todas las personas que deseaban ver como el hijo de los Gray se volvía igual de exitoso como sus padres. Ni en mil años podría lograr lo que ellos han logrado en tan solo una década.

Observo a la mujer que se encontraba a mi lado durmiendo con tranquilidad. Suspiro resignado al saber lo que ocurriría en pocos minutos: no quería ninguna relación en estos momentos porque pensaba que era una pérdida de tiempo. Ella podría llamarme imbécil al levantarse al encontrase sola en mi casa con una patética nota de disculpa hacía ella y le agradecía la compañía que me había brindado; pero no podía tratar a esa mujer como un objeto, mi mamá no me había criado de esa manera. Tomo el teléfono y marco al internado tratando de ganarme un poco tiempo.

—Internado Saint Patrick, buenos días ¿En qué puedo ayudarlo? —responde la secretaría al otro lado de la línea.

Las risas juveniles acompañadas de anécdotas sobre las vacaciones de verano se escuchaban en el fondo, una mujer les gritaba a los jóvenes que dejaran de hacer alboroto.

Como encontrar el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora