Prefacio

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Prefacio

Sus manos se mueven mientras conversa con un grupo de alumnos, veo sus labios moverse entretanto palabras quizás sobre autores salían de ellos; estaba cegada por él, cada parte de él me tenía hechizada hasta el punto de tener conocimiento que no había vuelta atrás para lo que estábamos haciendo. Pero no había manera en el mundo que ellos entendieran lo que sentíamos, simplemente era imposible. Hemos pasado por momentos dolorosos en donde ambos sufrimos las consecuencias de nuestras decisiones que no solo afectaron nuestra relación, sino, también todo lo que nos rodeaba comenzó a tomar un color diferente.

¿Por qué nuestro amor era prohibido? No le hacíamos ningún mal a nadie, solo éramos dos personas que se habían enamorado de las personas de las que no debían enamorarse. Las personas en el pasillo lo observaban con admiración él nunca podría pasar por un lugar sin llamar la atención. En estos días he sentido el peligro en cualquier lugar, temía que nuestro secreto fuera revelado a los ojos prejuiciosos.

Samantha se encuentra a mi lado tratando de captar mi atención hablándome acerca del proyecto de química que debíamos presentar antes de las vacaciones de navidad. Su rostro se ve emocionado mientras explica el proyecto que tiene planeado realizar, pero en sus ojos se encuentra un pozo de tristeza que la estaba ahogando cada día y lo único que podía hacer era ignorar el dolor y continuar con su vida, no importaba cuanto estaba sufriendo y desesperada por alguien que le dijera que todo había sido una ridícula broma hacía ella. Las personas de nuestro alrededor la observan sorprendidos por su actitud tan alegre, algunos susurran el falso amor y una mentira enmascarada para ocultar un amorío entre ella con algún chico de clase media, aunque la única realidad era que todo se había ido al carajo y ahora dos personas estaban pagando por los pecados de sus padres.

Mi mirada inconscientemente se posa en él de nuevo, como si de alguna llamada silenciosa se tratara, sus ojos se encuentran con los míos y no puede evitar sonreír. Sam sonríe y lo saluda de una forma vivaz logrando hacer la sonrisa de él más grande, los estudiantes observan donde él está mirando y suspiran cuando visualizan a Sam. Tal vez se estaban preguntando como su profesor se puede distraer tan fácil con solo dos estudiantes aunque una de ellos frunce el ceño silenciando las acusaciones que quiere manifestar. La campana suena avisando al cuerpo estudiantil el fin del receso y el retomo de las clases. Sam me observa con una mueca que la hace ver adorable, la primera expresión sincera de ella que he visto el día de hoy.

— ¿Qué ocurre, estudiante Loveless? ¿Estás bien? —Sonríe con ironía ante su pregunta irónica, niega con la cabeza y agrega: — ¿Quién estaría bien con todo lo que ha ocurrido?

Antes que pueda responder, coloca sus manos sobre mis hombros y suspira —Hablaremos cuando salgamos de esta prisión, tengo clase con el ogro de William y si llego tarde me quitara puntos.

—Te veo a la salida. —le contesto con una sonrisa en un intento de animarla. Revuelvo su cabello con mi mano antes de apretarle su mejilla tratando de hacerla sonreír y lo logro.

Observo que el salón de música se encuentra abierto, aunque el profesor Lewis nunca deja la puerta abierta para evitar problemas como adolescentes hormonales o los no hormonales; me acerco un poco y se puede escuchar una ligera melodía que reconozco al instante.

Me asomo por la ranura que hay entre la puerta y la pared y lo encuentro sentado con sus manos entre sus cabellos. Empujo la puerta con delicadez y agradezco que no hiciera ningún ruido o si no él se daría cuenta de mi presencia. Ansiaba poder ir donde él y sentirlo aunque sea por solo unos minutos, pero era riesgoso ese movimiento. Las voces de estudiantes y profesores aún se escuchaban por los pasillos recordándome en donde me encontraba y lo fatal que sería si fuéramos descubiertos.

Golpea las teclas del piano provocando un sonido desafinado que, si no estuviera enojado, se regañaría por hacer tocar el piano de esa manera. Algo lo estaba molestando desde hace días y él era alguien muy bueno en ocultar información, no le importaba perjudicarse a si mismo si de esa manera protegía a los que más amaba. Me apoyo en la pared y lo sigo observando, mis dedos tiemblan al deseo de tener un lápiz y papel para dibujar aquel escenario frente a mí con él como mi musa. Levanta su cabeza mientras masajea su cuello y abre sus ojos sorprendiéndose de mi presencia en ese lugar, ninguno dice nada, solo nos quedamos mirándonos uno al otro con diferentes palabras en nuestras mentes pero una en común. Se levanta y camina hacia mí; el lugar donde me encuentro era una especie de trampa para la cámara que nos observaba en ese instante. Sus brazos me rodea y me abraza con miedo, apoyo mi cabeza en su hombro y beso su cuello en un intento de calmarlo de cualquier preocupación.

—Te amo —susurra antes de dejar un pequeño beso en mi frente—.Somos un secreto que puede ser descubierto.

Sus palabras me ponen más temerosa haciendo que lo abrace con más fuerza con temor a que ese abrazo sería el último recuerdo con él. No quería irme de su lado, solo pedía un minuto más pero ese minuto se podría convertir en otros más y no podía darme ese lujo: si faltaba a una clase, podrían buscarme por si algo me había ocurrido. Ahora no éramos Amelia y Jamie, éramos una estudiante y un profesor que no debían estar solos en ese salón abrazándose y mirándose a los ojos con sentimientos que no debían existir. Era un amor que no tenía un lugar donde refugiarse, solo podíamos mostrar nuestros sentimientos cuando la cortina caía y ellos no nos veían.

Como encontrar el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora