Capítulo 8: SAMANTHA.

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—Te gusta, admítelo—me dice Alina una de mis mejores amigas, mientras nos introducimos a los pasillos de la escuela.

—Claro que no, te digo que simplemente me sentí como una tonta cuando lo abrace— saco del casillero la libreta de mi clase de hoy.

—Lo eres, sólo que ahora más— le lanzo una mirada enfadada.

—Vaya, me siento mejor—hago una mueca.

—Bueno Samantha es broma, ya sabes como soy—abre su casillero y mientras su rostro se refleja en el espejo, coloca polvos una y otra vez.

—Sí Alina, lo sé, pero no sé qué hacer, ¿crees que debería olvidarme de eso y ya? —se ríe burlonamente.

—Es lo que he tratado de decirte durante toda la mañana—se pone un poco de máscara de pestañas y saca sus libretas.

—Bueno, es que tal vez ya no me va a querer hablar, odio que pasará eso, todo iba bien.

—No te preocupes Samantha, te dijo que no habría problema, lo que significa que no lo hay—toca mi hombro mientras intento que sus palabras me tranquilicen. 

—Tienes razón, además yo no podría, ya sabes, creer en cuentos de hadas dónde un chico apuesto se enamora de una chica que acaba de conocer y son felices para siempre.

—No seas dramática, sólo fue un abrazo, no es como si se hubieran besado, ¿no es así? —está mordisqueando uno de sus lápices.

—Sí, sólo fue un abrazo.

—Además, tú misma me has dicho que no estás nada interesada en chicos, que el amor te causa un tipo de alergia.

—Te he dicho que no me gusta, simplemente mi impulso me hizo sentir incómoda.

—No claro que no te gusta, tengo que decirte algo—sé que lo dice de manera sarcástica, me toma del brazo y me lleva a la esquina, donde casi no hay personas.

—Dime—sé que me va a contar algo relacionado con chicos.

— ¿Conoces a Damián?, está guapísimo, salimos ayer, ya sabes, algo casual.

—Sí, el típico hombre tóxico que vuelve locas a las mujeres, ya, sí, lo conozco va en mi salón.

—Tienes que ayudarme.

—Dime, ¿en qué puedo ayudarte? —la conozco, sé a dónde va con eso.

—Necesito que me ayudes a escribirle algo, ya sabes, eres buena en eso, a mí no se me da, nada de nada—cruza los dedos esperando a que le diga que sí.

—No lo sé, yo...no soy muy buena en eso.

—Anda, no seas modesta, eres muy buena, necesito que me ayudes, dime que sí, hazlo por nuestra gran amistad, anda.

—Bueno, podría intentarlo—sé que es un error ayudarle, él es un mujeriego, va a jugar con ella.

—¿Es un sí o un no? —ya sabe mi respuesta, pero quiere escucharla.

—Un sí.

—¡Lo sabía eres la mejor de todas las amigas! —se abalanza sobre mí y me da un abrazo sofocante—. Gracias Samantha.

— ¿Lo quieres o sólo te gusta?

—Bueno me gusta, pero quisiera algo serio con él—no quiero decirle cosas que puedan decepcionarla.

—Bueno, si te gusta debes saber que simplemente existe una atracción, debes conocerlo a fondo, saber sus gustos, sus colores favoritos, quién es su familia, qué hace en sus pasatiempos, ya sabes, ese tipo de cosas.

El squad del desamorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora