Una vez instalado el campamento, todos estaban callados. O aburridos, como idos. Era como si necesitaran algo que hacer todo el tiempo para no caer en la depresión, y yo también lo necesitaba. Me sentía tan buena para nada cada vez que alguien me preguntaba si necesitaba algo, pero a decir verdad se lo preguntaban entre todos.
En fin, quería hacer algo.
Me di cuenta que Lori traía consigo dos tiendas, y me insistió en que durmiera en una, hasta que acepté. Tarde casi nada en armarla, no cubrió nada de mi tiempo. Ella iba a dormir en la sobrante, y Shane se había ofrecido a dormir en el auto. Aunque a decir verdad creo que se había llevado lo mejor. Porque aunque la tienda sea mucho más grande que el asiento trasero de un coche, sin una bolsa de dormir o un colchón no iba a ser ta placentero dormir prácticamente en el suelo.
-Shane -dije acercándome a el. Estaba hablando con un hombre mayor, de unos sesenta años- hay algo que pueda hacer?
-Emma -respondió al verme- él es Dale, vino en la caravana.
-Hola -saludé y me respondió con un "como estás?" y una sonrisa de abuelo- Shane, hay algo en lo que pueda ayudar? -repetí.
-Mira, mañana por la mañana algunos van a ir a la ciudad para...
-A la ciudad!? -lo interrumpí- pero esta repleta de caminantes, cómo...?
-No te preocupes, les dije que sean sigilosos y se ofrecieron ellos. Además hay muchas cosas que necesitamos, y vi varias tiendas a las que podríamos sacarle algo de ventaja... Van a ir Jacqui, Andrea, Merle, Glenn, T-Dog, Morales... yo creo que van a estar seguros.
A medida que los nombraba los señalaba. T-Dog era un hombre de tez oscura, al igual que Jacqui, la mujer que venía con él. Andrea era una mujer rubia de unos 30 años que había llegado en la caravana con Dale y su hermana Amy, al menos así creo que se llama. Glenn era un asiático de estatura baja, me cayó bien desde que lo ví. Morales era un mexicano que había sobrevivido con su esposa y sus dos hijos. Por último, Merle, un hombre de unos 40 años con apariencia tosca, parecía no llevarse bien con el resto de la gente, no me gustó mucho, lucía agresivo... había venido con su hermano, creo que es su hermano... Pero es mucho más joven y tengo que admitir que también mucho más guapo, debería tener unos 27. Aunque él tampoco socializaba con los demás, no lo había visto tratar mal a nadie, sólo estaba apartado. Lucía fuerte y valiente. Me pareció escuchar a Merle llamarlo "Daryl". Nombres bastante extraños.
-Puedo ir? -seguí hablando con Shane, Dale solo observaba- por favor, necesito hacer algo. Me siento inútil.
-Hmm -dudó un poco antes de aceptar- está bien, procura que no te muerdan, okey?
-Echo. Gracias, de verdad. Pensé que sólo me veían como a alguien que hay que cuidar todo el tiempo, como una carga.
-No, lo cierto es que espero que nos ayudes en muchas cosas. Si llegaste hasta acá, es por algo. Y... respecto a lo otro, todos van a ser cuidados -sonreí satisfecha y agradecida, después di media vuelta sobre mis talones y volví a mi tienda, aunque sólo me quedé sentada en la hierba al lado.
Ahora sí que no tenía nada que hacer, y estaban todos en la misma situación. También me di cuenta que había una familia un poco más lejos. Sólo eran una mujer de pelo muy corto que parecía muy dulce, un hombre con cara de pocos amigos y la que supuse que era su hija, de pelo rubio y por los hombros, tendría unos 12 años. Dejé pasar cinco minutos y me harté de estar quieta, así que decidí ir a hablar con Merle. Sí, el mismo, el que peor me caía hasta ahora. A decir verdad quería hablarle, hacerle saber que no debía tratarme mal, y que no podía seguir con ese trato hacia las demás personas. La verdad era que quería ver si podía dejarlo con la palabra en la boca.
-Eres Merle? -le pregunté al llegar a donde el estaba, aunque ya sabía que lo era, necesitaba algo para empezar.
-Si... que quie.. vaya -me observó de arriba abajo al darse vuelta, Daryl me miró por un segundo y bajó la vista para seguir con algo que estaba haciendo con su motocicleta- vaya. Hace mucho que no veo una mujer así -su voz era aún más desagradable que el.
-No soy una mujer, soy una chica y tengo 16 años. Me llamo Emma y no me van los pedófilos -vi a Daryl reirse un poco.
-Bueno... no te puedo caer mal para siempre. En algún punto... todos tienen sus necesidades -me asqueaba y sólo habíamos intercambiado tres palabras.
-No vine a hablar de tus necesidades, ni de las mías.
-Entonces, qué demonios quieres? No quiero gastar mi tiempo en estupideces.
-Debe ser tan valioso... -murmuré, pero sé que me escuchó- me enteré que mañana van a la ciudad, a sí que pensé que podía decirte que voy con ustedes. Era solo eso. Así que... nos vemos.
Me di la vuelta y me fui. Puedo jurar que sentí su mirada sobre mi.
Todos se fueron a dormir temprano, pero estaba más que segura que nadie podría hacerlo. Al menos en mi caso, no podría. Había tanto estrés de por medio, tantas cosas en las que no podías dejar de pensar si no querías morir. Estaba el tema de no dejar que te muerdan los caminantes, también el de encontrar armas y refugio, comida, un grupo... Antes de encontrar a Lori, a Shane y a Carl, el tiempo que estuve sola, no podía alejar mis pensamientos de esas cosas. Era tan frustrante. Una vez, no pegué un ojo por tres noches seguidas, sentía que me moría del cansancio, pero seguía escapando y entrando y saliendo de cada casa o tienda que veía. Pero mañana tacharía dos cosas más de esa lista. No podía esperar a aprender a disparar bien un arma, si alguien me enseñaba, y en el caso de que encontráramos. Tenía puntería, pero nunca pude aprender del modo correcto, no había tiempo.
Entré a mi tienda, en el semicírculo de las mismas. Habían dejado todo un espacio libre en el medio, no sé para que y estaba muy cansada para preguntar. Me llevé una sorpresa cuando vi una bolsa de dormir en el suelo. Agradecí a quien quiera que la haya puesto ahí. Cerré los ojos y di vueltas por un par de horas, hasta que finalmente me quedé dormida.