The ángels and demons. [Destiel].

4.

Noche estrellada.

🐝

Dean había preparado algo especial, ya que ésta sería la primera vez que Castiel estuviera en la tierra de noche. Hacía dos meses enteros que se conocían y Dean quería mostrarle todo lo bello que tenía el mundo para ofrecer.

La curiosidad inocente de Cas, hacia que todo se sintiera en paz con Dean. Y quería que el ángel sintiera lo mismo.

Afuera de la casa, había colocado una gran manta en el suelo, una lámpara de mano y había puesto música tranquila desde su Impala. Haciendo del ambiente algo reconfortante.

Castiel se había fascinado cuando llegó, por qué las luciérnagas hicieron acto de presencia a su alrededor. Y el lugar se convirtió en algo mágico. Como brillantes almas iluminando su momento.

Incluso Dean pensó que podía ser un bosque encantado y recostandose junto a Castiel, se dispuso a disfrutar de esto que era tan íntimo para ambos.

El olor del bosque y las yerbas bajo ellos, los sumergió a ambos en una burbuja privada. Hablaron durante horas, mientras las estrellas en el cielo se guardaban sus secretos.

— tenía un hermano — confesó Dean.

A su lado, Castiel observaba su perfil, intentando memorizar sus pecas y pestañas.

—¿El de la foto? — Dean asintió —¿Le querías? — susurro el ángel.

El demonio sonrió nostálgico.

— le quería mucho — admitió a su ángel.

—¿Y que pasó? — murmuró suave.

Dean lo miró, antes de tomar su mano y jugar con sus dedos, Castiel se lo permitió, por qué esos contactos ya le eran comunes.

— me rompió el corazón — respondió Dean, volviendo a hacer contacto visual — me abandono — aclaró, con la voz herida.

Castiel hizo una mueca, guardando silencio. Con su mano libre tocó el rostro del demonio y acaricio con cuidado su pómulo. Los verdes ojos se volvieron negros y el ángel no pudo evitar sonreírle al momento en que Dean le sonrió.

— lo siento — susurro y el rubio negó, aun con una pequeña sonrisa.

— eso ya no importa — consoló. Ya no estoy solo. Quiso decir.

Ambos se negaron a seguir hablando, más entretenidos en mirarse a los ojos, buscando que ese momento sea volviera eterno.