Capítulo III

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Cada día la señorita Solangel crecía en estatura y en conocimiento. Su corazón rectamente encaminado en su niñez por la señora Ward, sumado a eso, su natural y afable carácter que cada año la convertían en una jovencita de audaz inteligencia, su honestidad era un adorno de su persona. Tratando con vehemencia de no contaminar su corazón con ideas o afectos que degradan los sentimientos y rebajan a quienes lo poseen, en personas amargadas y desagradecidas, mas trató de llenar su corazón con sentimientos que ennoblecen.

Esa noche de navidad, fueron invitados la familia Pope a la residencia del señor Mellor, para compartir la cena, también el señor Monroy, el señor Robert Hill que había retornado, hacía una semana, para pasar las fiestas con su familia, su joven hermano, así mismo, el señor Walden Hill, el párroco.

Los señores Hill estaban felices que todos estaban alrededor de la mesa esa navidad.

Al finalizar la cena el señor Monroy se aproximó a su ex–administrador:

––Es muy bonita.

El joven se espantó al ver que era muy evidente su admiración hacia la señorita Milton.

––Sí, es muy bonita.

––¿Le ha hablado usted de lo que siente?

––¡Oh no! Ella es una dama, está muy por encima de mi estatus.

––Al parecer que el párroco no piensa lo mismo.

El señor Robert, observó a su hermano menor hablar con la dama, se veía que poseían cierta familiaridad entre ellos.

Caviló para sí, el señor Robert Hill, que en ese año de su ausencia su hermano no se había declarado a la joven, sería porque él también entendía que era muy poca cosa para ella.

Caminó hacia la chimenea, donde la pudo observar, en Londres conoció al tío de la dama. El actual Duque de Sonthender, era un caballero de pequeña estatura y flaco, con nariz alargada haciendo cuenca los ojos, su pelo rojizo; en cambio ella con su pelo castaño, sus ojos azules y un lozano piel blanca, no se parecía en nada a aquel pomposo caballero.

El señor Walden sentía simpatía por la señorita Milton, eran tan afines en sus gustos y carácter que parecía que ella fuera más familia que los suyos. Con esa confianza le expresó:

––Señorita Milton mañana necesitamos adornar la parroquia para la reunión del domingo, cree usted que puedo contar con su ayuda.

––Desde luego capellán.

––Gracias, la señorita Wilson la ayudará.

––Pues mañana pasaré por ella de camino a la parroquia.

––Es usted muy amable, ya que las temperaturas están descendiendo rápido, es una larga caminata.

––El señor Mellor me ha permitido usar el carruaje.

––Gracias a Dios por el cambio del caballero.

––¿No era así el señor Mellor?

––No, era muy diferente, pero su nieta poco a poco está derritiendo el corazón del caballero, de manera tal, que ya no es el mismo, con una hermosura así, cualquiera cambia.

El señor Robert escuchó las últimas palabras de su hermano, con una hermosura así, cualquiera cambia, y al ver, la hermosa sonrisa que le obsequió la señorita Milton, supo que no podía competir por el afecto de la dama con su hermano.

Sin aproximarse a ellos, siguió de largo a la puerta y se marchó.

La señorita Milton observó como el señor Robert Hill se marchaba de la cena, sin esperar el intercambio de regalos.

Improvisto Amor 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora