Capítulo V

1.7K 194 7
                                        


Lo más difícil en un pueblo pequeño, es tener un secreto. Todo se sabe. La pedida de mano de la señorita Milton por el señor Draker, fue la comidilla del pueblo, más que el ferrocarril que fue inaugurado. La noticia llegó a oídos de todos los habitantes, en especial del señor Holmes, quien al ver que la dama había aceptado al caballero, puso su vista en otra señorita.

El señor Draker se presentó en la hacienda del señor Mellor, el caballero al principio no podía creer la noticia, más solo indicó:

––Sí la señorita Milton lo aceptó, solo me resta felicitarlo señor Draker.

Como la dama no poseía padres y el caballero debía viajar, ambos determinaron enlazarse, lo más pronto posible.

El señor Hopkins en dos días, consiguió una licencia especial con su amigo el arzobispo de Somerset, asiendo de esa manera, más apresuradas las nupcias.

Todo el pueblo hacia conjeturas de la boda repentina de la dama, unos explicaban, era porque el caballero poseía muchas obligaciones y muy ocupado, otros comentaban que la rapidez era causada, por algo más profundo e innombrable, mas todos coincidían en que la dama no se había enlazado porque esperaba un buen partido, al conseguirlo, no lo dejaría escapar.

Las madres de las jóvenes casaderas comentaban:

––Esa es una cara muerta, se ha colgado del brazo del primer caballero acaudalado que ha pasado por el pueblo.

––Sí, no le importa nada, tan callada y dama que se veía.

––Que triste es que el dinero pueda más que el amor y la estimación, porque ninguno de esos sentimientos nace de súbito.

Decía la señora Hopkins, la cual, se había enlazado con su esposo sin conocerlo, ya que sus padres concertaron el enlace, pero como es bien sabido, que es más fácil hablar de la vida de los demás y opinar de ella, sin recordar la nuestra, ya que los errores y falta nuestras, son las primeras en olvidarse.

Las murmuraciones y cotilleos cobraron fuerza, al conocerse que unos nobles, familia del señor Draker, viajarían para estar en el casorio.

La señorita Milton preparaba sus nupcias y la señorita Solangel ayudaba a la dama, el señor Mellor se comportó con la dama, como un padre, ya que, envió a buscar al pueblo, todo un equipaje y, además, preparaba un almuerzo nupcial, para todos los aldeanos.

La señorita Milton también encontró ayuda en la familia Hill, y al ver a los ancianos ayudar en todo recordó al señor Robert Hill, en aquella extraña amistad, en aquel afecto que el caballero mostraba hacia ella, en la distancia, más nunca fue capaz de expresarla, ella no sentía resentimiento de enlazarse con otro caballero, pues nunca él expresó palabras.

La tarde antes del casorio, la señorita Milton se encontró con el señor Robert Hill, cuando fue a visitar al capellán, este la saludo como siempre, afable, mas ella no podía mirarlo a la cara.

El señor Robert Hill la vio más hermosa que de costumbre, asiendo acoplo de su carácter, la trató como antes, ni una palabra de despecho, de ironía o sarcasmo, la trató como siempre.

Al salir la señorita Milton de su visita, se dijo que todos esos años se imaginó que el señor Robert Hill la miraba con otros ojos, más, el comportamiento del caballero, no había cambiado con su estatus, lo que quería decir, que tal fantasía no existía, ella suspiró para desahogase, de aquel remordimiento que cargaba, sonrió, pues, con eso se quitó, un grave peso.

En la parroquia el señor Walden decía a su hermano:

––Eres el mejor actor hermano.

––¿Qué más puedo hacer ahora Walden?

Improvisto Amor 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora