Capítulo I

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La naturaleza en todas partes es hermosa, mas en los bosques de Chervach, en Somerset, en ese lugar se vestía con más cuidado y belleza. Los grandes robles se erguían orgullosos de pertenecer a aquella majestuosa floresta.

Desde una colina,el señor Mellor contemplaba las tierras que su amigo el señor Radbone, le había dado para que la trabajara, partiendo las ganancias por mitad al principio, mas,cuando él comenzó a tener familia,sólo le pedía una pequeña cantidad. Las tierras fueron fructíferas y pronto comenzaron a dar más ganancias, así como el ganado, todo prosperó. En ese tiempo se había consagrado a Dios,por la devoción de su esposa, más cuando esa semana pasó, ya no poseía dudas de que Dios nada tenía que ver con su vida.

Recordó aquella semana fatídica.

—Padre deme la parte que me corresponde. He trabajado las tierras desde pequeño y aunque no seré el heredero de sus ganancias, está claro que me corresponde una parte.

—Hijo hable con esa dama y tráigala a vivir con nosotros.

—Ella no pertenece al campo, ella es una noble, hija de un Vizconde, necesito dinero, mi dinero, para que viva como una reina, ella no está acostumbrada a vivir en el campo...

—No es mucho lo que le tocaría a usted.

—Ja, usted siempre ha sido un tacaño y avaro, no le permite comprar nada a madre, solo nos da comida y techo, sin decir que estas tierras no le pertenecen, cuando el otro tacaño muera, ustedes se quedarán sin nada.

El señor Mellor bajó su rostro, buscó la llave en su bolsillo, expresó:

—Espere aquí.

El caballero, abrió el cajón de su pequeño despacho, cuando lo hizo sintió un golpe. En pocos minutos, perdió el sentido.

Al abrir los ojos estaba acostado en su cama, a su lado su esposa.

—No se mueva Gomer, tiene la cabeza rota.

No recordaba que había ocurrido, así que preguntó:

—¿Qué pasó?

La señora Mellor cerró sus ojos al decirle:

—Había escuchado a Brayton discutir con usted. Cuando usted se marchó a su despacho, traté de hablar con él, pero Brayton lo había seguido, desde la puerta presencié como nuestro hijo menor, lo golpeaba en la nuca, usted cayó derribado y desmayado.

La imagen de lo sucedido llegó a la mente de la señora Mellor:

—Brayton, ¿qué has hecho?

—¡Quítese del medio!

El joven la empujó, tomó del cajón una bolsa de dinero y salió del despacho de su padre.

La señora Mellor pidió ayuda.

La dama suspiró, antes de decir a su esposo:

—Ya ve usted Gomer que nuestro hijo menor, necesita mucha oración.

El caballero que estaba postrado en la cama, no respondió, mas, pensó que lo que necesitaba su hijo menor era una paliza.

La señora Mellor se quejó con el galeno, cuando vino a ver a su esposo, de una incomodidad en el pecho. El señor Evans, después de curar al esposo, examinó a la señora indicando:

—Debe usted también reposar, tome estas gotas en agua y trate de no alterarse.

El señor Mellor preguntó al galeno, desde la cama:

—¿Qué tiene mi esposa?

—Su pecho está muy agitado, no debe tener impresiones. Ella al igual que usted, debe descansar.

Improvisto Amor 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora