Capítulo tres: Historia

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Comenzó a tiritar de frío en cuanto sus pies tocaron el suelo, pero no le importó. Se dirigió hasta el cuarto de baño, abrió a tope el grifo con el agua caliente y se quitó el grueso pijama azul y los calcetines de lana rosa de invierno.

Cerró los ojos mientras el agua caliente le aclaraba el champú del pelo y el cuerpo.

Al salir, se envolvió en una toalla tiritando de frío y limpió de baho del espejo.

Por primera vez en días se miró a sí misma a los ojos; estaba demacrada.

Sus ojeras, siempre marcadas, no evidenciaban las ocho horas de sueño que dormía cada día gracias a los somníferos. Sus ojos azules se veían brillantes, algo febriles, no luminosos, pero preocupados, un tanto calculadores y siempre pensativos.

Con aquella toalla roja en la cabeza,otra del mismo color alrededor de su cuerpo,y su reflejo ante sí se recordó a la mujer de aquella película antigua que había visto de niña con Frieda; le temblaban las manos mientras agarraba una copa de vino del lavabo y se la veía cerrando los ojos al sentir el alcohol entrando en su organismo. Era una alcohólica que acababa de encontrar el cuerpo de su marido y había tomado una ducha para limpiarse la sangre antes de llamar a la policía.

Historia la entendía, el agua era límpida, buena y refrescante. A ella siempre le había encantado bañarse y sumergirse entre la espuma,el cloro o la sal marina.

Cuando eran niñas,de hecho,su hermana y ella escapaban por la noche de la casa de vacaciones en la que convivían con sus padres unas semanas al año para irse a bañar al mar.
Historia aún recordaba el resguardo salado en su boca y sus dedos arrugados, sus pies llenos de arena y sus volteretas con Frieda a través de ésta.

Llevaba tres años sin hablar con su hermana.

Mientras salía del baño, no pudo menos que reprimir un suspiro. Se vistió, pensando en que Reiner le había prometido llevarla a la playa cuando le dieran el alta.

¿Cómo explicar que aquello era tan imposible como el hecho de que le saliera una cola de sirena? Aunque realmente no hacía falta ni explicarlo. Cada vez que hablaban de sus planes...de la boda, por ejemplo, flotaba en el ambiente ese aura fantasiosa de alguien que promete (o simplemente afirma) estar dispuesto a hacer algo pero nunca lo cumple. Pese a que la gente miente todo el rato, aquello no eran exactamente mentiras, ni tan siquiera para sí mismos; eran deseos y divagaciones de dos seres humanos atrapados en una ratonera.

Y ella era la rata más ruin y asquerosa de todas.







En el comedor, se encontró a Eren, para su sorpresa.

-Vaya, vaya. -dijo a modo de saludo mientras se sentaba-. Mira quién ha vuelto.

Eren levantó la vista y le dedicó media sonrisa amarga.

-Echaba de menos este sitio. Los controles...

-Las jeringuillas...

-Los gritos por la noche...

-Las autolesiones...

-Las palizas de Ackerman...

-El hogar.- concluyó Historia con una sonrisa, y un fingido suspiro de felicidad; empezaron a comer en silencio.

Los pacientes del psiquiátrico tenían distintas horas para sentarse a comer con los demás. Dependía mucho de tu estado, de la confianza que habías generado en los enfermeros y en si era más o menos fácil controlarte en caso de que sufrieras un "accidente".

-Ha pasado tiempo desde que viniste a verme con Reiner por última vez, ¿te has olvidado de tu amiga la loca?-bromeó.

Eren la miró con infinita tristeza. Historia sintió la rabia burbujear en su estómago. Odiaba la compasión.

-Mi padre murió hace un mes y dejé de tomarme la medicación. Intenté suicidarme en casa de mi hermano, aunque sinceramente no me acuerdo de nada. Por eso he vuelto.

Historia enmudeció y bajó los ojos. La tristeza de Eren no iba por ella.

-Quería dejar este sitio atrás...-comentó.

-Eren...tú sabes mejor que nadie que nunca voy a salir de aquí. Y si lo hago será en un ataúd.

Eren bajó la vista a sus manos. Estaban rotas y con restos de sangre seca. Ella se bajó las mangas hasta los dedos para que no pudiera ver los más recientes arañazos.

-Tú tienes mucho más que yo ahí fuera, Hisu. Algún día tendrás que superarla.

-¿Acaso tú eres capaz de dejar atrás a Annie?

Eren mantuvo la vista perdida por el comedor.

-¿Quiénes son los nuevos?-inquirió sobre las más o menos ocho caras no conocidas del comedor.

-Oh, la chica de la coleta es Sasha. Tiene una fobia social extrema y sólo es capaz de hablar con Connie, su único amigo.-Historia dejó la lengua suelta. Le gustaba que la escucharan, aunque fuera sobre chismes. Por otra parte...¿comentar los problemas psiquiátricos de alguien contaba como cotilleo?- .Él es autista y sus padres le torturaban dejándolo encerrado en el sótano a oscuras. -Eren la escuchaba interesado, era una sensación que pocas veces vivía-. La rubia de pelo corto es Nanaba. Su padre...bueno, casi no es capaz de quedarse a solas en la habitación con un hombre sin que le dé un ataque de pánico.

Ya los conocía a todos por muy poco que llevaran internados. Las enfermedades mentales unían personas, sobre todo si eras la chica en la que todos confiaban.

Hanji, la mujer bipolar que había intentado robar los gemelos de otra, porque reclamaba que eran sus niños, Sonny y Bean. Era una madre soltera que había sufrido un aborto de gemelos hacía cinco años, lo cuál le había hecho perder la cabeza del todo.

El Señor Pixis, el anciano alcóholico que fingía ataques de locura para poder vivir en el psiquiátrico a base de drogas y no tener que volver a vivir en la calle. Solo Historia, y Eren, conocían la verdad.

Pieck, una chica de pueblo con el cerebro ralentizado y los brazos picados por las drogas.

También estaban los hermanos Falco y Colt. Este último no solía separarse nunca de su hermano pequeño, y él hablaba por ambos. Falco se limitaba a mirar a todo el mundo con sus enormes ojos verdes e inocentes, había escuchado el rumor por ahí de que ambos habían asesinado a sus padres. Pero Colt parecía una persona bastante decente, a excepción de un problema con el alcohol que le ponía casi al mismo nivel que Pixis.

Luego, estaban los locos de siempre.

Pero de esos ya se hará mención más tarde.

Historia y Eren terminaron de comer.

-Y... ¿tienes algo programado para hoy?-preguntó Eren.

-Tengo rehabilitación y reunión con el club de lectura. Así que nos veremos a la hora de cenar.-respondió levántandose.

-Claro.-asintió él.

Historia se levantó sin recoger su bandeja y se dirigió a la puerta. Pero al pasar al lado de Eren se lanzó a su cuello y le dió un abrazo.

-Gracias por volver....me sentía tan sola...

Eren le correspondió torpemente, sin saber qué decir. Finalmente se separó,  temblando un poco y se dirigió a su cuarto de nuevo, dónde se encerró el resto del día a tirarse del pelo y morderse las uñas con la espalda encorvada.

Al llegar la primera hora de la tarde, volvió a meterse en la cama y durmió hasta la madrugada del día siguiente.

Soñó con Frieda. Soñó con que el hijo que tenía con Reiner nacía con la cara de Eren, y éste se lo llevaba a su casa de la playa y ella se quedaba sola velando a su hermana en el funeral. No había nadie a su lado. Ni siquiera Ymir.

Ymir también estaba muerta. Podía dar fe de que estaba más muerta que Frieda, de hecho. Al fin y al cabo sus padres podrían haber mentido en aquella carta, pero la sangre reseca que se pasó incrustada en sus uñas varios meses era difícilmente inverosímil.

Al no poder aguantarlo más, llamó a los enfermeros por el botón de socorro de su mesilla de noche, pero no acudió nadie.

Así que salió de la cama, abrió la ventana y se encaramó al alféizar.

ᵐᵃᵈ ʰᵃᵗᵗᵉʳ ᴇʀᴇɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora