# 33: La mujer de los mil rostros

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Estoy obligado visitar a mi mejor amiga, Ana. Ya hace 4 meses que no le veo. Después de aquel accidente cualquiera quisiera vivir en la soledad, así hizo Ana.

No hay forma de comunicarme con ella por teléfono y se niega dejar entrar a nadie. Vive sola en esa casa que compró en las afueras de la ciudad.

 Vive sola en esa casa que compró en las afueras de la ciudad

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Son unos cincuenta kilómetros en coche, bastante lejos. Las ruedas de mi auto pasaban por muchos baches agitándome arriba a abajo. Entonces lo vi. Una gran casa en medio de la nada. Con unos pocos arboles sin hojas en sus ramas ornamentando el exterior. Tenía muchas ventanas en el segundo piso y el cielo sobre ella siempre estaba nuboso.

No puede evitar sentir incomodidad el aspecto que me causaba esta vista. Esa imagen quedaría retenida en mi memoria por mucho tiempo. Me acerqué a la puerta e hice lo normal, llamar golpeando con los nudillos y pronunciar el nombre de Ana.

Unos pasos se movieron apresuradamente desde el interior de la casa. Unos sonidos metálicos siguieron al crujido de la puerta al abrirse. La cara de Ana endulzó por completó la situación.

-Pasa, John-

Dudé de la limpieza del interior de la casa al ver su aspecto por fuera, pero la perseverancia de la limpieza en el piso, en las paredes y los muebles me dejó una buena impresión. Es una buena señal para la recuperación de la salud mental de Ana. Mi visita será su medicina final.

-Vaya lugar que escogiste, Ana-

Haciendo a un lado su cara radiante de alegría al verme podía criticar su vestido blanco, esa percha de llaves y el hecho de que no use ningún calzado.

-Perdóname, pero a veces olvido a todo el mundo y egoístamente me olvido de ti-

-¿No hay luz eléctrica?-

-Unas lámparas son suficientes. Ven.

Hay algo más que golpeó mi sentido común y rápidamente le pregunté a Ana.

-No es mi intención de juzgarte Ana, pero todas las ventanas y puerta tienen candados.

-Si. Por eso tengo este llavero-

-¿Sigues temiendo a los extraños?-

Ella se detuvo enfrente de mí. Comenzó a llorar.

-Yo... lamento mucho todo lo que pasó. Ni siquiera te dije nada. Solamente tenía el deseo estar sola y...-

Le hice recostar su cabeza contra mi pecho.

Creepypastas Poco ConocidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora