Phoebe, una chica cualquiera amante de las leyendas sobrenaturales, se ve envuelta en una espiral de sucesos extraños que cada vez le arrastran más a la perdición.
Esa noche, en la que su vida da un giro de 180 grados, nuestra protagonista descubre...
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—¡Yoongi! —grito por el pasillo intentando alcanzar a mi compañero de clase—. ¡Min Yoongi! —vuelvo a gritar.
Finalmente consigo alcanzarle y me sitúo a un lado mientras miro su perfil con detenimiento.
—¿Qué quieres? —pregunta con voz extrañamente tranquila.
—Esta noche hay una fiesta en el lago del bosque que está cerca de nuestro barrio, ¿vas a venir? —pregunto esperanzada.
—No —niega decidido.
—¿Por? Va a ir toda la clase.
—No me gustan las fiestas. Además ese bosque es peligroso —añade dirigiendo su mirada hacia mí.
—Pues yo voy a ir. No me vendría mal entretenerme un poco.
Logro ver como su mandíbula se tensa y como su mirada se oscurece.
—No vayas —ordena mirándome.
—Claro que iré, no eres mi padre.
—Soy tu amigo, ¿no? —pregunta.
—Sí, pero, ¿prefieres que pase la noche contigo? —pregunto burlona.
—Si te vas a casa pronto me conformo —afirma.
—Ya, pronto. ¿Antes de medianoche?
No contesta, simplemente se limita a recorrer callado los últimos metros que le separan de la comodidad y tranquilidad de su vivienda.
—Te espero a las diez —dice elevando su voz mientras avanza.
Me quedo parada en la puerta de mi casa y le observo entrar a la suya. Cuando ya ha desaparecido de mi vista, abro la puerta y entro.
—Ya he llegado —comunico.
—¿Qué tal el día? —pregunta mi madre poniendo un último plato en la mesa.
—¿Qué tal la noche? —cuestiono ignorando su pregunta.
Mi madre me mira durante unos segundos y luego baja de nuevo la vista al plato.
—¿Cuándo piensas dejarlo? Ese hombre te está amargando la existencia —afirmo elevando un tono de más mi voz.
—Ese hombre es el que se encarga de mantener a nuestra familia. Sin él no tendríamos ni con que pagar la casa —dice llevando un trozo de carne a su boca.
—Te he dicho mil veces que ya tengo edad suficiente para trabajar.
—Yo quiero que te centres en tus estudios y punto.
La estancia queda en silencio. La tensión es palpable.
—Esta noche he quedado con un amigo —informo cambiando de tema.
—¿Novio? —pregunta mi madre.
—Amigo —recalco—. Es el vecino —añado.
—¿Al que todo el instituto teme? Sí que te va la aventura —se burla mi madre.
