Dormir para no sufrir.

579 6 2
                                    

Me quede dormido después de tener un día escolar largo y tedioso, Pamela no asistió y eso me tiene muy pensativo. No tengo ni la remota idea si se encuentra bien o algo malo, la última vez que platicamos, ella derramó unas lágrimas. Aunque no tenia mucha confianza para contarme al respecto, ella me acarició la mano y me agradeció por escuchar sus múltiples quejas contra la vida. Algo puede estar pasando en su casa, puedo hacer reír a una bella chica sin saber en realidad lo que está sucediendo. Todo esto lo estoy aprendiendo con el tiempo que llevo compartiendo junto a ella, si tan sólo supiera que yo tengo un problema similar y no puedo remediarlo ni nunca podré hacerlo. Estoy madurando lento y aveces eso me lleva a cometer más errores. El soccer ya no lo practico, no por falta de tiempo, cambiaron mis intereses, todo cambia con el tiempo. En este nuevo presente todo a mi alrededor continúa atrapándome y estoy  dirigiéndome por otro rumbo como un sonámbulo. 

Observando por la ventana a todos esos chicos jugando basketball, aquella tarde me percaté de algo muy raro y curioso. El mal humor es otra actitud negativa que afecta tanto a la persona que lo tiene como a aquellas que están a su alrededor. Se la pasaban peleando y después de un rato, los latinos y americanos podían jugar juntos y el idioma no fue impedimento para hacerlo. Nuestra primera casa estaba un poco descuidada y muy abandonada, se localizaba en uno de los suburbios de la cuidad. Mi padre nos dijo que sólo era temporal y cumpliría con su palabra, mientras podemos mudarnos a una nueva casa, una tarde de verano decidí salir y sentarme a lado de un auto esperando ansioso una invitación a jugar o platicar con aquellos chicos/as y nunca paso nada, únicamente me observaban como un intruso, al menos así me sentía en esos momentos, cada tarde me sentaba en el mismo lugar y disimulaba que estaba escuchando música, cuando en realidad usaba los audífonos para despistar a mis espectadores. 

Mis padres ya empezaban a discutir por pequeñas cosas, cada vez que escuchaba los reclamos de ambos mejor corría y me refugiaba en mi cuarto y empezaba a recordar a mis antiguos amigos que había dejado en México. Tenía razón, como rayos los demás pueden olvidar tan fácilmente y más rápido que yo, escribí varias cartas pero nadie respondía. Al paso del tiempo se me hizo costumbre tener un poco de soledad y para no aburrirme caminaba rumbo a una tienda de videojuegos y ahí me sentía libre y cómodo.

Me enamoré del rojo neón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora