La nieve sobre el columpio

II

Hermosa mañana de invierno, o por lo menos para el dragón que tengo por psicológico. Dirigiéndonos hacia quien sabe dónde, fuera de la ciudad, al "proyecto" que me recomendó; se ofreció llevarme y no niego que estoy un poco ansioso pero preferiría gastar mis vacaciones encerrado en mi habitación, sin hacer movimiento alguno, simplemente existiendo.

-¿Ya llegamos?
-No Kiel, pero ya casi. No falta mucho- he oído eso tantas veces.
-¿Y ahora?
-No. Ya te dije que falta poco.
-Esta bien...¿Llegamos?
-¿El depresivo canguro está ansioso?- eso fue fuerte.
-¡Hey! Que te considere un amigo no significa que puedes burlarte de mi estado psicológico. La salud mental es importante- crucé mis brazos y volteé la mirada hacia la ventana del automóvil, mirando la blanca nieve inundar el paisaje.
-Tu sabes que fue en broma, no recuerdo la última vez que estuviste ansioso- tampoco lo recuerdo.
-¿Llegamos?
-Llegamos.

El doc disminuye la velocidad para girar en una curva y entrar por un camino de tierra, un camino rodeado de pinos, robles o hasta quizás alcornoques; no sé de árboles pero quería sonar más culto.

-¿Falta mucho?- supuestamente ya llegábamos.
-Hace diez minutos nos detuvimos.

Nos encontrábamos frente a una cabaña, dos plantas, bastante pintoresca. Singular.
Bajamos del vehículo, puedo ver el vaho de mi aliento. Sin duda puedo decir que odio el frío. Me recuerda el vacío que trato de olvidar constantemente.¿O trato de llenar?
Me acomodo la bufanda, con mi bolso ya en la entrada tocamos el timbre.

Nos recibió un oso polar, bastante grande y corpulento. Seguramente abrazable para los niños, violable para las madres.

-¡Qué gusto verte amigo!- el polar abraza al dragón después de un apretón de manos.
-Ha pasado tanto tiempo- modo planta activado.
-Con que este es el chico del que me hablaste- entonces ya sabe un poco de mí. Aunque era obvio que debía conocerme un poco -Pasen, no querrán enfermarse- no creo morir de un resfrío, lástima.
-Hasta aquí es mi destino, tengo otras cosas que hacer- abandonado por mi amigo.
Veo como se aleja el dragón en su auto.

La casa por dentro es muy parecida a la mía. No quiero entrar en detalles, me siento incómodo.

-Espero te sientas bienvenido, puedes llamarme Heladito- que raro, no voy a preguntar, supongo que es porque es un oso polar -¿Te llamas Kiel verdad?
-Si...
-Lindo nombre,¿algún motivo por el cual te lo pusieron?
-Mi madre quería que rime con el color de mis ojos.
-Que motivo más agradable. Ojos miel... ¿Y tu padre?
-¿Quién?
-Nada, ya escuché lo que quería- este oso está loco. Me agrada -Siéntete como en casa durante estas semanas. Los otros chicos ya vinieron hace un par de días, tu eres el último.

Heladito me muestra la habitación donde estaré todo este tiempo. Dos camas, paredes de un gris ciervo, uno de los pocos colores que me gustan; si no es el único.

-Bueno te diré cuáles son las reglas- con lo que me gustan las reglas -Primero, nada de navajas, cuchillos, tijeras, u otros objetos punzantes o filosos, además de pastillas y otros estupefacientes. Segundo, cada día de por medio habrán actividades obligatorias para todos, sin excepción. Tercero, para poder salir deberán obtener puntos ayudando en los quehaceres domésticos. Y por último pero no menos importante, respeto y amabilidad entre todos- lo dijo todo con tal seriedad que intimida -Bueno, vamos a presentarte a los demás. Los otros chicos ya conocen las reglas.

Logré escuchar unos pasos veloces, huyendo. Nos dirigimos a la sala de estar, esta se puede observar al entrar a la casa, posee una puerta corrediza enorme. Al estar cerrada antes no había visto a nadie.

-Espero te agraden todos.

Heladito desliza la puerta dejándome ver a tres individuos.

Un águila sonriendo, un tigre de aspecto gruñón y una zorra de taciturna mirada.

¿Qué saldrá de aquí?