Sexto mensaje

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 Llevaba más de una hora removiendo el espacioso armario de su cuarto, sacando decenas de prendas lujosas y sus correspondientes complementos

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 Llevaba más de una hora removiendo el espacioso armario de su cuarto, sacando decenas de prendas lujosas y sus correspondientes complementos. 

  Elegir el atuendo adecuado para ir al instituto diariamente, era tarea complicada y aunque pareciera raro, se levantaba al menos dos horas antes para vestirse y sobre todo arreglarse su dorada melena.  Ahora, que se estaba preparando para una escapada de "amigos", donde el atractivo y la sensualidad debían resaltar sobre todo en las chicas, decidirse por una vestimenta lo suficientemente acertada le producía dolor de cabeza. 

 Era la hija del alcalde, obviamente debía resaltar entre toda aquella multitud de chusma que se emborrachaba para divertirse, y que mejor forma de hacerlo que vistiendo con una buena ropa de marca que describiese su estatus social y todo el poder que suponía ser la primogénita de uno de los hombres más poderosos de la ciudad. 

 Resopló por lo bajo, alborotándose algunos  mechones rebeldes que le caían por sus mejillas hasta desembocar en su barbilla. No entendía por qué se sentía tan nerviosa o por qué tenía la necesidad de estar radiante aquella noche. Quizás, se debía por  ser una primeriza en todo ese mundo de las fiestas clandestinas de  jóvenes. Porque siendo sinceros, aquella sería la primera vez que asistía a una discoteca, o simplemente divertirse con gente de su misma edad. Las celebraciones más "entretenidas" las había pasado rodeada de adultos y personas que le doblaban prácticamente la edad, resultaba prácticamente imposible entablar una conversación con ellos, cuyos temas a tratar era los negocios o las tierras que su padre comandaba.  

 Dejando todo aquel tema de nerviosismo y bobadas que únicamente entorpecían su decisión, volvió a centrarse en lo que tenía delante: Una habitación inundada de cientos de prendas de ropa, zapatos, pulseras, collares, bolsos... Es decir, un completo caos. 

  —¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?—se preguntó así misma. Se frotó la sien mientras meditaba en su cabeza. 

 Agarró un top rojo de charol  que dejaría su abdomen al descubierto y lo conjuntó con una balda y unos zapatos negros. Miró el conjunto con el ceño fruncido durante varios segundos. 

  —Ese rojo daña la vista—dijo finalmente y tiró las tres cosas al suelo. 

 Después tomó unos pantalones ajustados blancos junto con una camisa amarilla, para ser exacto similar al color calabaza, repitió el mismo proceso anterior y se negó rotundamente a llevar aquello. 

 Cogió dos perchas, cada una de ellas con un atuendo colgados, levantó una de ellas y la examinó y acto seguido hizo lo mismo con la otra. 

  —Simplemente horroroso—lanzó ambas hacia atrás y se dejó caer sobre su cama con los brazos extendidos—¿Qué se debe llevar en una situación como aquella? 

 Su mente se posó de un momento a otro en un atractivo joven de cabellera negra y despuntada de azul y unos brillantes ojos azules. No pudo evitar sentir como se contraía su estómago con tan solo pensar en él. Y lo odiaba, odiaba que Luka produjese en ella una sensación como aquella. Sin embargo, no estaba muy segura de si aquello  fuese desagradable o insólitamente agradable. Era consciente que su cuerpo reaccionaba de forma extraña cada vez que aquel chico estaba cerca de ella, era un sentimiento raro, que nunca antes había experimentado. Ni siquiera ella misma sabía describirlo, pero era algo completamente diferente a lo que creía sentir cuando estaba junto a Adrien. Luka despertaba en ella un nerviosismo e inseguridad que jamás había sentido con Adrien. Cuando estaba frente al joven de ojos verdes, nunca había tenido la necesidad de sentirse nerviosa, o simplemente de creerse inferior a él. No obstante, Luka despertaba en ella algo distinto, con él toda su seguridad y orgullo que desmoronaban por cada palabra, mirada o gesto que le decía y sobre todo lo que más odiaba de estar cerca de él, era el no sentirse lo suficientemente buena; llegar a dudar de ella misma, de su aspecto y sobre todo: de su actitud. 

Objetivo: La Hija Del Alcalde. {Lukloe}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora