Capitulo III

4 1 0
                                    


Siempre he pensado que el ser humano tiene dos tipos de personalidades en cada hemisferio del cerebro, una que controla la vida del sujeto hasta cierto punto social y familiar además de retener la información aportada de otras fuentes en la vida.

Y la que se encarga de ser innovadora y única, la que nos diferencia de otras personas, nos hace únicos e inigualables, la que crea dotes en nuestra persona como ninguna otra "Todos nacimos para algo en lo que somos bueno" es muy cierta esta frase, aun no existe un humano que pueda hacer literalmente cualquier actividad ya sea física, doméstica o intelectual al mismo tiempo, para eso se requeriría un cuerpo bien formado y un intelecto superior o simplemente ser una máquina.

Pero también todos lo humanos tenemos diferentes sentimientos, no solo influye tu forma de pensar, también el sentimiento individual nos hace diferente, siempre habrá alguien que te lleve la contraria, tal vez en el amor, perspectivas diferentes a sentimientos iguales, a unas personas les gustara el amor a un grado de felicidad y placenteras experiencias, otros solo por el coito y en peculiares casos, les agrada ver a otros sufrir por amor...

Siguiendo mi caso, se puede decir que mi hemisferio derecho, es decir el imaginativo, se empezó a desarrollar por... un rumbo un tanto diferente del que partió al principio, mi imaginación se limitaba a ser un súper héroe y combatir el crimen y tener habilidades asombrosas, eso duro hasta que termine el preescolar.

Después de mi "pequeña tragedia" pude recuperarme fácilmente, el dolor era momentáneo, oh eso creía, mis padres eran realmente trabajadores, tenían que traer el pan a casa cada día, yo seguía viviendo mi vida normalmente en el pequeño pueblo donde me forme, era agradable y frió, mi madre, padre y yo como única familia.

Habitábamos en un apartamento de bloques en una confortable urbanización de edificios de cuatro plantas, vivíamos en el último piso así que el frió por las noches eran insoportable, pero aun así nos acostumbramos y vivimos felices... aproximadamente cuatro años.

Mi ojo derecho o más bien mi maldición, ya había perdido total percepción de los otros colores, agregando el disparejo color de mis iris, me veía horrible, parecía un loco de esa forma, la incomodidad se apoderaba de mi cuando otros me observaban, acepto que en si era gracioso, pero uno tiene un límite para reírse de sus desgracias, además cuando uno es joven es poco tolerante a insultos y burlas, hasta cierto punto siempre mantuve ese ojo entrecerrado y mis conversaciones al mínimo.

Ahí fue cuando todo comenzó a cambiar de golpe, mi padre fue transferido a una pequeña ciudad no muy lejos del pueblo por cuestiones de trabajo, mi madre y yo éramos muy apegados a él y no pensábamos dejarlo, mi madre renuncio a su puesto de jefa en el hospital del pueblo y logro a través de sus contactos un trabajo no tan importante en la ciudad, así fue como dejamos ese apartamento, el único lugar que considere mi hogar.

Afortunadamente en esa ciudad, se había formado tanto la familia de mi madre como la de mi padre, tenía muchas personas ligadas a mí y ni lo sabía, los únicos que me visitaban en navidad y en mi cumpleaños eran mis abuelos, una tía y mi prima, hasta los tres años creí que esa era mi única familia.

Nos mudamos al apartamento de una tía abuela, no teníamos suficientes fondos para comprar uno propio, así que nos limitamos a vivir en un cuarto de alquiler con dos camas que ella nos ofreció, a mi, me inscribieron en una escuela pública, muchos niños asistían ahí y aun siendo publica era la más conocida de toda la ciudad.

Llegar a un lugar nuevo a veces puede ser aterrador, pero también una buena experiencia para mejorar tus habilidades de comunicación o convivencia... eso creo, tuve la suerte de que ya me había acostumbrado a la visión otorgada por mi ojo derecho, pues aprendí a centrarme más en lo que veía el izquierdo.

Mis padres también eran sobre protectores y mi abuela paterna me proporcionaba las mejores herramientas para mis estudios, con una exagerada pensión que le pagaban, hasta el día de hoy nunca supe en que trabajaba o simplemente lo olvide...

Mi primer día en el purgatorio de la niñez (para otros mejor conocido como primer grado) vaya que fue incómodo no tener idea de cómo se cantaba el himno del lugar, en medio de la fila yo solo me quedaba viendo fijamente a mis compañeros, estaba solo, no tenía idea de quienes eran las personas que se encontraban a cada uno de mis costados, trataba de verme relajado, pero mi cerebro empezó a divagar un sin fin de situaciones y ya saben lo que dicen, tus pensamientos se reflejan en tu expresión, espero que no me hayan visto raro en ese momento, pero deje de darle vueltas al asunto cuando todo termino y fuimos al aula.

Era un agradable lugar de enseñanza, una gran pizarra, una estantería con muchos juegos y las mesas con sus sillas pegadas unas con otras, era un perfecto lugar para estar codo a codo con cualquier desconocido y entablar una conversación, eso hubiera hecho otro, pero yo me limite a sentarme y mientras la profesora se acomodaba, pues yo... solo jugaba con mi cartuchera laberinto, si exactamente una cartuchera laberinto, había que moverla para que la bola dentro de ella llegara al centro, era difícil, pero yo aun así seguía concentrado en tratar de ganar a toda costa, mi ambición siempre ha sido grande desde niño, hasta que un pequeño disturbio distrajo mi mente del hipnótico juego.

—Vaya eso parece divertido —Una cálida y alegre voz me acelero el corazón, cuando mire a mi lado, una tierna niña miraba con entusiasmo como jugaba.

— ¿Me dejas intentar? —Me pregunto sonriente.

Fue en ese momento cuando mi mente cambio y un virus incurable se apoderaría de ella, yo lo llamaría un castigo para las ideas y la imaginación, pero otros solo le llaman estar enamorado.


Ahogado en la Perspectiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora