Capitulo V

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Es extraño cuando te apegas a una persona con la que te sientes feliz, verla me daba una cálida sensación en el pecho, era la mejor amiga que podía tener en ese apartamento, pues casi no me dejaban salir a la calle, no muy diferente de mi anterior apartamento.

Era más pequeño pero acogedor, al entrar se podía ver la cocina al lado izquierdo y en el derecho el área de lavandería con un pequeño patio, más adelante de la entrada se encontraba una enorme sala-comedor y dos puertas a la derecha que eran las habitaciones, cada una con su propio baño... oh eso creo, al final unas puertas de vidrio inmensas que llevaban al balcón, con una gran vista a una calle transitada con frecuencia en las mañanas.

En fin, cuando vivía ahí y se hacía de noche, ella era mi única compañía, jugamos y charlábamos en la sala, usábamos mi consola y a veces salíamos al balcón para admirar el cielo nocturno y a los autos pasar por la angosta calle, hasta que nos daba sueño y cada quien se retiraba a su habitación.

Ella era tres años mayor que yo, más alta e inteligente, lo que más me encantaba de ella era su risa, escucharla reírse de mis payasadas era un deleite, me calmaba el alma solo escuchar su risa, así que trataba de conseguirla siempre que podía.

Con el tiempo, ella comenzó a visitarnos con menos frecuencia, era una persona con muchos deberes en lo que respectaba a los estudios, yo no sabía eso, me entristecía y a veces lloriqueaba para que no se fuera, mi mente estaba nublada y no podía pensar con claridad, solo pensaba en mí, pensaba en que no quería estar solo de nuevo con mi mente, pero no podía hacer nada.

Pero como cualquier niño, lo olvide rápido, empecé a centrarme aún más en los estudios, aprovechaba mi tiempo a solas para fortalecer mi mente y de vez en cuando, descansar jugando en mi consola, pensé que esa iba hacer mi nueva rutina durante todo ese año, hasta que un día tocaron a la puerta.

El edificio donde vivíamos era privado, solo tenía dos departamentos el de mi tía y al otro lado del pasillo el de la vecina, una mujer de mediana edad que criaba sola a dos simpáticos chicos. Sus nombres son borrosos en mi memoria, la mujer pudo haberse llamado Amelia, no estoy seguro, pero ese apelativo llega a mi mente solo con recordar el edificio.

Un día yo me encontraba solo jugando en mi habitación, mis padres trabajaban y mi tía se encontraba en la cocina haciendo el almuerzo, cuando de pronto llamaron a la puerta, coloque pausa a mi juego y baje el control, alegremente salte de la cama y me asome cuidadosamente por el marco de la puerta, creí que mis padres habían llegado pero no fue así. Mi tía abrió la puerta y se encontró con la señora Amelia junto a su hijo más joven.

La señora Amelia visitaba con frecuencia a mi tía, eran buenas amigas, pero nunca antes había traído a uno de sus hijos, luego de dejarlos pasar mi tía me llamo, yo retrocedí rápidamente para que no me vieran y gritando "¡Ya voy!" como respuesta. Me quite el pijama y lo tire al suelo, buscando unos pantalones y una camisa para salir lo antes posible.

Al estar listo me dirigí a la sala y saludo con incomodidad a la visita, mi tía me presento al joven hijo de señora Amelia, lastimosamente tampoco consigo su nombre entre mis recuerdos, así que su apelativo en este historia será Ángel, tal vez así se llamaba pero no lo recuerde... luego de un incómodo apretón de manos entre Ángel y yo mi tía sugirió que fuéramos a la habitación a jugar con mi consola, por supuesto yo accedí para no rechazarlo y sonar descortés.

No me arrepiento de haberlo hecho, cuando entramos a la habitación le mostré todos mis juegos de vídeo y mis juguetes, el parecía sorprendido ante las cantidad de cosas de calidad que yo poseía, bueno lo entiendo, no todos los días conoces a alguien que tenga una consola de última generación con la que puedas jugar.

Después de algunas cuantas horas de jugar la FIFA y juegos de carreras, empecé a simpatizar con Ángel, era realmente divertido tener a alguien con quien hablar mientras juegas, hacíamos comentarios de lo que pasaba en el juego y nos reíamos sin parar cuando uno perdía (Cuando el perdía) al final termine haciéndome gran amigo de Ángel.

Es curioso, una relación comienza con desconfianza y a veces un poco de odio, pero luego de conocer a una persona a fondo se forma una... interesante conexión, todo lo que habías pensado de esa persona desaparece de la mente. Relacionarme con otros nunca me pareció sencillo, pero de niño salía de forma natural, no necesitaba el mínimo esfuerzo, porque teníamos algo muy fuerte en común, la ignorancia, mejor dicho en términos menos insultantes, la inocencia.

Pero en ese momento, sentí que había encontrado un reemplazo de medio tiempo para cuando mi prima no se encontrara en casa. Ya que era al otro lado del pasillo, era sencillo ir a buscarlo (o viceversa) para jugar juntos, luego conocí a su hermano, creo que nos llevaba un año de diferencia en lo que respectaba a la edad, era agradable, pero no conocí lo suficiente como para decir que recuerdo su nombre.

Al final no estaba solo en ese apartamento, tenía amigos cerca con los cuales jugar y cuando llegaba la noche y mi prima se encontraba en casa seguíamos la rutina habitual, era sumamente divertido, fue uno de los años más banales de mi vida, no puedo recordar algo sobre saltante de esa época o simplemente lo recuerdo.

Se preguntaran si tengo alzheimer o algo por el estilo, pero no, siempre he considerado que mi memoria ha sido el mejor don con el que nací, mi habilidad para retener información y experiencias es asombrosa, pero borra todo rastro de las cosas que no han tenido ningún valor significativo en mi vida o solo no me importo recordarlos.






Ahogado en la Perspectiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora