Capitulo VI

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Las relaciones humanas siempre me han parecido un torbellino de buenos y malas experiencias, no todos podemos entendernos y eso es algo normal, las diferencias son las que nos hacen únicos e inigualables. Siempre va haber una discordia entre amigos por algún tema en particular, en mi caso aprendí a soportar las diferencias entre mis amigos y me volví una persona cerrada que siempre guardaba su punto de vista ante los demás.

Fue algo que nunca antes había experimentado, los amigos que forme a lo largo de mi vida fueron formando mi perspectiva sobre las amistades y llegue a la conclusión de que la verdadera amistad... no existe.

Por supuesto fueron mis primeras experiencias, no podía rendirme tan fácilmente, quería encontrar unas personas o la persona que se convertiría en un verdadero amigo, no eso ingratos que se interesan en ti por lo que tienes y no por lo que eres, siempre pensé mal de esas personas desagradecidas e interesadas... pero me di cuenta que a la final todos somos así en el fondo, acepto que hasta yo lo fui.

Volviendo a mi rutina, pasaba varios días compartiendo con mi nuevo "amigo" en el pequeño apartamento, a veces peleábamos por cosas que ocurrían en el juego, nos acusábamos mutuamente de haber hecho trampa o saboteo, sé que parece simples niñeadas pero no lo pensaba de esa manera, era una molestia tener que lidiar con él.

Eso era lo que pensaba pero no lo expresaba, mi mente se apagada cuando él u otros amigos estaban cerca de mí, no sé muy bien cómo expresarlo ¿Enserio necesitan saberlo? Es como estar junto a personas que no te caen muy bien pero que si los pierdes ya no quedaría nada más ¡Eso es! No quería ser abandonado de nuevo, es impresionante lo tarde que me di cuenta de ello.

Ángel seguía visitándome para jugar en la consola, me volví muy confiado con eso chico, a tal punto que llegaba hasta golpearlo solo para molestar, era divertido en mi defensa, cada vez que yo perdía una partida el recibía un golpe de lleno en el hombro, al principio parecía no molestarle, se lo tomaba juego, pero con el tiempo me acostumbre a golpearlo, desgraciadamente él no lo pensaba igual.

Cada vez mi nudillo se enrojecía más y su hombro, amoratado e hinchando, parecía dolerle y molestarle ya con el tiempo, nunca le preste atención a sus incesantes quejas, pero para mí era algo ya inevitable.

¿Cómo decirlo? Siento que hacer daño físico a algo o alguien me calmaba, era... ¡Divertido! Sentir como chocaba mi puño contra su carne hasta poder sentir su hueso, no sé cómo llegue a ese punto, pero de ahí en adelante no pude parar y no quería hacerlo...

Con el tiempo Ángel me soportaba menos y empezó a defenderse, todos los golpes que yo le daba al perder, me los devolvía al el perder, se podría decir que era equitativo y justo, de mi parte no me molestaba, pues aunque fuera niño sabía que lo justo era que él se cobrara golpe por golpe lo que yo le hacía.

Creo que al final nos acostumbramos a golpearnos, insultarnos y en cierto modo reconciliarnos. Acepto que yo comencé ese vulgar habito desde pequeño, pero como dije era divertido, muy divertido... no era hacerlo sufrir claro, si no sentir el dolor en mi nudillo, era como descargar toda la ira acumulada en un simple golpe.

¿Pero saben que es incómodo? La potencia de una fuerza diferente, más grande y fuerte, en otras palabras la de su hermano, como dolían sus golpes, eran como balas de escopeta, me quemaba el musculo del hombro entumeciéndomelo, así descubrí el verdadero dolor de un golpe ajeno, lo vi desde mi ángulo bueno "¿Esto es lo que le hacía a Ángel?" decidí dejar de golpearlo con frecuencia, porque si su hermano se acostumbraba también, me quedaría sin brazo... eso no significa que deje de golpearle, lo hacía pero con menos frecuencia y a veces apenas unos leves roses en su hombro...

—Disculpe se nos terminó el tiempo —. Me dijo interrumpiéndome con su tosca voz.

Supongo que tendría prisa, acostumbraba a escucharme hasta el final aunque nos pasáramos de la hora, con toda tranquilidad guardo su libreta en el maletín y se la colgó en el hombro, se despidió de mi asintiendo con la cabeza y salió sin decir más.

—Hasta mañana... —. Murmure mientras me levantaba de una incómoda mesa metálica.

Estaba descalzo y el aire acondicionado de la habitación me congelaba los pies, me quede observándolos por unos minutos analizando la sensación minuciosamente como si se volvieran hielo. Deje de sentir frio en los pies al pensar que solo era una sensación, solamente una simple sensación que podía controlar con mi mente.

Subí mi mirada al reloj de la pared que se encontraba a un lado de la salida, eran las siete y media, como supuse terminamos más temprano de lo normal, pero de nada servía molestarme, salí de la habitación y mire el largo y angosto pasillos de paredes blancas y suelo plateado, con dos puertas a la izquierda y tres a la derecha, me encamine a la penúltima puerta del lado derecho y respire profundamente antes de entrar.

Entre a la habitación abriendo cuidadosamente la puerta, no quería despertar a esa persona tan molesta que dormía en la cama de lado, para mi suerte estaba despierto mordisqueando desesperadamente las barras de hierro de su cama, me noto al instante y dirigió su mirada a la salida.

—Veo que aun tienes energías —. Le dije, mientras colocaba el seguro de la puerta por fuera.

— ¡No cierres! —. Grito levantándose de un brinco, le ignore y cerré la puerta de todas formas.

—Perdona, no te escuche a tiempo por doceava vez —. Camine hasta mi cama mientras veía de reojo su expresión de irritación desenfrenada, golpeándose la cabeza con la orilla de su cama una y otra vez.

— ¡¿Por qué siempre haces lo mismo!? ¡¿Por qué?! —. Sus quejas sin sentido eran molestas, pero me acostumbre a ignóralas, tome un libro de debajo de mi almohada y comencé a leer.

Luego de incesantes quejas y golpes por fin logro tranquilizarse, se sentó de pierna cruzada en su cama con un poco de sangre en la frente, siempre hacia lo mismo cuando volvía de una de mis citas.

— ¿Cómo se llevó con el político? —. Me pregunto sonriendo.

—Cocinamos bastantes pero no tuvo resultado —. Respondí cerrando el libro, ya eran las ocho y debía dormir.

—Uhm... ¿Por qué no te reparo? —. Volvió a preguntar mientras me acomodaba en mi cama.

—No sabe conducir por ahora, a lo mejor con el tiempo aprende —. Apague la luz y me cubrí con mi sabanas, luego medí la vuelta para no tenerlo de frente.

— ¿Volaras mañana? ­—. Que molestia era tener la misma conversación una y otra vez, me quede callado y termine durmiendo aun con esa molestia atormentándome.

"Solo esperare a que te descuides, no puedes flotar para siempre" Fue lo último que escuche antes de entrar al sueño profundo.

Ahogado en la Perspectiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora