Ain't no mountain high enough

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¡Al fin actualización! Disculpen la demora pero he tenido problemas en todo ámbito y puaj ¿Qué les digo? Igual mi computadora hizo k-boom! y borró todos mis archivos por lo que esto lo tuve que reiniciar pero por fin llego con la continuación ¡Espero les gusté! Trataré de actualizar todo lo que pueda estas semanas porque tengo clase y agh.

Como siempre, muchas gracias por leer.

Si tienen duda, lo que está en itálica es un recuerdo.

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Claro que se fue.

Se fue directo a una casa que conocía a la perfección. Le dio la dirección al taxista y simplemente esperó llegar, mirando con nostalgia la nocturna ciudad que le recordaba a aquellos viejos ayeres de promesas, alcohol y cigarros.

Tras pagar su taxi, finalmente pudo llegar a aquella puerta verde que llegó a acogerlo tantas veces como eran necesarias para que no acabara sin órganos o con sida en algún hotel de mala muerte. Tocó la puerta y sacó un cigarrillo, aquel que llevaba para ocasiones difíciles, pues bien, esa ocasión lo ameritaba.

Un segundo toque y finalmente escuchó pasos aproximarse a la entrada.

— ¡Tsukki! —Escuchó del hombre que abría la puerta y se le aventaba a abrazarlo, apretujándolo vigorosamente como cuando eran preparatorianos—Dios mío, me tenías muy preocupado—Dijo aquel hombre de cabello blanco con mechones grises y dorados ojos que seguían tan vivos como cuando eran adolescentes tontos jugando volleyball.

En efecto, había llegado a la casa de los Bokuto. Hogar de sus más grandes penas y lamentos, su casa cuando se derrumbó por cortar con Kuroo y ser despedido. Keiji y Koutarou Bokuto comenzaron a vivir ahí tras casarse en América, adoptaron a un par de gatos y dos búhos además de un cuervo bebé que encontraron con el ala rota en la azotea, actualmente seguían viviendo con ellos aquellas mascotas.

Cuando Bokuto decidió separarse de aquel contacto, miró con preocupación al rubio, el cual lo sentía como su propio hijo a falta de uno sanguíneo; a pesar de su brecha tan corta de edad, Koutarou y Keiji a veces se comportaban como sus padres, de vez en vez era molesto pero en los malos ratos agradecía internamente el tenerlos a su lado.

— ¿Me dejarás pasar o me quedaré aquí a chuparme el frío? —Preguntó el rubio para ver si de esa manera el hombre de más de cincuenta años frente a él se dignaba a apartarse de la puerta.

Al parecer, su plan funcionó porque el hombre de dorados ojos y arrugas a penas visibles se apartó de inmediato, dejando pasar a Tsukishima cuando éste decidió apagar su cigarro y entrar.

— ¿A dónde fuiste, Kei? Al terminar el entierro te busqué pero te desapareciste y luego Keiji me dijo que estabas bien pero...—El hombre decidió parar con aquello, apretó su puño un poco antes de proseguir—Pero estaba muy preocupado por ti ¿Sabes? Pensé que-

—Que podría haberme ido con el primer chico lindo que viera o que me había suicidado—Cortó el rubio mientras se acomodaba sus lentes, mirando a los ojos al hombre que asentía con cautela. En su juventud, Bokuto tuvo que ir a sacarlo de varios bares donde se encontraba ahogado de borracho, de hoteles que no sabía dónde quedaban e incluso de callejones con la cara ensangrentada y los lentes rotos por sus malas decisiones, sin contar las veces que tuvo que vivir con ellos por algunos atentados de suicidio que había cometido.

Gracias a su sucio historial, Bokuto ahora era una madre sobreprotectora con él aunque él casi rondaba los cincuenta años pero no lo culpaba, incluso él se preocuparía tanto por alguien con su pasado así que no le molestaba que llegara a aquellas conclusiones.

When you were youngDonde viven las historias. Descúbrelo ahora