Capítulo 1

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 Era la última hora del día y contaba los minutos para salir de clase. Sólo veía la boca del maestro Harrison moverse, pero las palabras que salían de ella no las escuchaba, estaba distraído en cómo las hojas de los árboles se movían por la acción del viento, en el sonido del canto de  los pájaros que entraba por una de las ventanas… todo era muy interesante menos la clase del profesor.

-Jóvenes, quiero que de tarea investiguen qué es la suplantación de identidad.-Dijo el profesor y, en el momento preciso, sonó la campana que indicaba la hora de salida.- ¡Hasta luego, muchachos!

Todos salimos del aula y nos dirigimos hacia las afueras del colegio, ¡era viernes! Teníamos planes para el fin de semana. Mi mejor amigo me invitó a la fiesta de un conocido suyo, aunque sabe que ir a fiestas no es lo mío, al final accedí, ¿cómo decirle que no a él?

Salí de casa y caminé hasta la calle Directo, donde se supone me encontraría con Brandon, tras unos minutos de espera, recordé la nota que tenía en uno de mis bolsillos, ésta decía la dirección de la fiesta a donde iríamos: Calle Enfrente #159. A media cuadra de donde me hallaba.

El frío de la noche me congelaba de pies a cabeza. Le prometí a Brandon salir con él esta noche y no podía defraudarlo, ¡pero qué le costaba llevarme en su auto!

No fue difícil encontrar el lugar donde sería la fiesta, era una casa inmensa, con luces de colores saliendo a raudales de sus ventanas y el ruido de la música a todo volumen. Ahí estaba en la entrada ese muchacho de rizos alborotados: Brandon Weitz, sin lugar a dudas mi mejor amigo. Cuando me vio sonrió y corrió hacia mí.

-¡Eh, Daniel!, ¿dónde estabas?

-Te estuve esperando donde acordamos. No te quejes, hubiera sido más fácil si me hubieras traído en tu carro.

-Oh, mis disculpas, su majestad.

-Qué graciosito. Mejor entremos.

La mansión se veía aún más grande por dentro. A un lado de la puerta de entrada se encontraba una escalera de caracol larguísima que daba paso a innumerables habitaciones. Del otro lado había una puerta que llevaba a una cocina que podría ser igual de grande que mi casa, en el centro de ésta había una gran mesa de caoba con ocho sillas, de lado izquierdo se encontraba una extensa vajilla de porcelana y cubiertos de oro. Las paredes de la habitación estaban hechas de marfil y en ellas había cuadros de famosas obras de pintores del siglo XX. Brandon me dio un leve golpe con su codo en mi estómago y salimos de la cocina por otra puerta; ésta otra llevaba a la habitación donde estaban todos los invitados, bailaban al compás de la rápida música, algunos se tomaban fotos con la cámara frontal de sus teléfonos celulares haciendo cara ridículas mientras en su otra mano sostenían un vaso con alguna bebida que servían en la barra.

-Vamos a saludar al anfitrión, Daniel.-Unos minutos antes de oír hablar a Brandon  lo había visto sonreír ampliamente y, ahora, su cara era seria y sus palabras fueron tan frías como el hielo.

-¿Quién de todos es, Bran? Aquí hay mucha gente.

-Sólo sígueme…

Para poder llegar al otro extremo de la habitación tuvimos que empujar a varias personas, ¿Por qué el anfitrión no estaría junto con los demás? Al fin y al cabo era su fiesta.

Caminamos por un estrecho pasillo, dimos vuelta, nos detuvimos frente a una puerta, entramos a otro estrecho pasillo hasta llegar a una gran puerta de metal. Brandon me miró un momento y en sus ojos percibí un poco de confusión. Al instante apartó sus ojos de mí, sin más remedio abrió la puerta: el inmenso cuarto estaba tan iluminado que se nubló mi vista, poco a poco fui recuperándola y pude ver quién estaba ante nosotros: Un joven alto, era robusto y musculoso, el espeso cabello color chocolate le llegaba hasta los hombros llenos de raros tatuajes, y su mirada era tan penetrante que, si sus ojos hubiesen sido armas, fácil nos habría matado de un tiro.

Por un segundo pareció no haber notado nuestra presencia, pero luego, con un rápido movimiento se abalanzó sobre nosotros como un león hace con su presa, nos aventó contra la pared y nos encarceló en sus grandes brazos.

-¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí?-Dijo el gigante hombre que no nos dejaba escapar a pesar de nuestros forcejeos.

-Veníamos… a… saludar…-La fuerte mano que nos sujetaba por el cuello nos estaba quitando la respiración, miré de reojo a Brandon que ya tenía el rostro pálido. El sudor por el miedo le recorría las sienes.

-Mi señor no está con ánimos de recibir gente…

-Me dijo que cuando llegara lo visitara, tengo algo que podrá interesarle.-Mi mejor amigo me miró de nuevo y con su mirada lo supe todo, había algo que me ocultaba.

 -Oh, así que tú eres ese muchacho que…

-Sí, sí, él mismo. Será mejor que me lleve rápido con él.

El joven nos soltó y llevó hasta otra gran puerta, ¡¿Cuántas había en aquella casa?!

Mi mejor amigo me ocultaba algo, ¿realmente me había llevado ahí para que la pasara bien?

La traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora